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Rabino Chaim Raitport
L os Kapos eran judíos a quienes los alemanes nazis asignaron como encargados del orden, la limpieza y el cumplimiento de instrucciones en los campos de trabajos forzados en la época de la Shoá.
Era un cargo muy cuestionado y difícil. Aun cuando pocos de ellos buscaron este cargo para aprovechar sus ventajas y sobrevivir a aquella horrible época, incluso mediante la crueldad contra sus hermanos, a la mayoría de los Kapos los obligaron a ejercerlo y trataron de ayudar lo más que pudieran a sus hermanos judíos prisioneros. David Wais cuenta en su libro Lo Ale Nidaf sobre su experiencia en el campo. Allí estaba muy frustrado con el Kapo, llamado también Wais. El Kapo tenía el privilegio de asignar los trabajos a los prisioneros y nunca asignó el trabajo en la cocina al muchacho David, aun tratándose del trabajo más deseado por todos, pues facilitaba el acceso a los restos de comida. Pese a que se lo pidió muchas veces, no lo puso a hacer este trabajo mientras colocaba allí hasta prisioneros que no eran judíos. Solo después de que este Kapo desapareció se vino a saber que el trabajo en la cocina en realidad era la “última parada” antes del envío a las cámaras de gas. El Kapo, queriendo salvar a David y otros judíos, no les asignaba esta tarea. Cuando los alemanes descubrieron su actitud, lo mataron por “traición”.
Este cargo no era un invento alemán. Existió mucho antes, en la época de los judíos en Egipto. “Los capataces israelitas, quienes fueron nombrados por los jefes del faraón para ejercer sobre ellos, eran castigados...” (Éxodo, 5:14). Los hebreos eran los esclavos a quienes se obligó a construir ciudades para el faraón, y los jefes egipcios nombraron algunos de los esclavos como capataces encargados para que el trabajo se llevara a cabo como quería el rey.
A estos capataces les rompe el corazón ver cómo sufren sus hermanos. No pueden pegarles ni regañar a sus hermanos. El trabajo no se hace como querrían los egipcios y los jefes del faraón echan la culpa a los capataces. A estos últimos los golpearon por no cumplir con el trabajo.
El dolor que sienten por sus hermanos esclavos hasta los hace discutir con Moshé y Aharón y reclamarles por acudir al faraón y pedir la libertad ya que esta petición logró todo lo contrario. Así les reclaman: “Que Dios observe los castigos que sufren porque ustedes son culpables de que seamos aborrecidos a los ojos del faraón y a los ojos de sus sirvientes. Ustedes pusieron la espada en mano de ellos para matarnos”.
Estos capataces fueron, según nuestras fuentes sagradas, los ancianos del pueblo que más adelante formaron el Sanedrín (el tribunal supremo). También ayudaron a Moshé a liderar el pueblo en los años que el pueblo estaba en el desierto después de la salida de Egipto. Su interés y amor por el pueblo fue el mérito por el cual obtuvieron ese honor.
¿Por qué han recibido este premio? ¿Por qué no larga vida, salud o riqueza? ¿Qué tiene que ver lo que hicieron con el hecho de merecer ser parte del Sanedrín? Sabemos que para ser un juez en el Sanedrín, una de los dones que debes tener es la capacidad de prever las cosas, una visión profunda para ver la realidad en el presente y a dónde nos lleva en el futuro.
¿Dónde se refleja este don en la vida de los policías judíos? El rabino David Opshteter (presidente de la organización Dirshu) lo explica en su libro Darash David: en el comportamiento de estas personas sí podemos ver una visión profunda de la situación.
Nuestros sabios comparan los tiempos de la redención con un parto o con un amanecer. Los contracciones más dolorosas de la mujer son precisamente las últimas que tiene antes de que salga el bebé. Son las más difíciles pero anuncian el pronto nacimiento. Los momentos más oscuros de la noche son aquellos que vienen antes del alba. Muy oscuros pero traen el amanecer. Así será en los tiempos antes de la redención según nuestra tradición. Cuando esta esperada época se aproxime, viviremos momentos difíciles y oscuros, mucho sufrimiento e incertidumbre. Podría ser muy triste vivir estos momentos, pero tolerar estos sufrimientos nos resultará más fácil si entendemos que son los avisos de la pronta recuperación y la cercana llegada del Mashíaj.
Cuando llegan Moshé y Aharón y notifican al pueblo que Dios les mandó liberar Egipto, el pueblo cree y se pone eufórico. “El pueblo creyó, aceptaron el mensaje de que Dios ha otorgado especial providencia a Israel y de que Él ha visto su sufrimiento, entonces inclinaron la cabeza y se prosternaron” (Éxodo 4:31). Pero la realidad demostró otra cosa. Los esfuerzos de Moshé y su hermano no solo no ayudaron a mejorar la situación: la empeoraron. El trabajo y el sufrimiento se hacen insoportables. De seguro llegó la desesperación. Sin embargo, los capataces hebreos tenían una visión más profunda. Entendieron que eran los momentos antes de la redención. Son como las dolorosas contracciones antes del parto y la oscuridad antes del amanecer. Estaban dispuestos a recibir los golpes de los egipcios porque sabían que con un poco más de fe y paciencia verían pronto la salida de Egipto. Esta visión los hizo merecer después su pertenencia al Sanedrín.
¿Y nosotros hoy? Es verdad que la situación es difícil. Pensamos, rezamos. Creíamos que las cosas mejorarían y ocurrió lo contrario. Las cosas están empeorando. ¿Podemos tener la visión de los policías hebreos de aquella época y entender que estamos en la oscuridad que precede al amanecer? Espero que este amanecer y mejoramiento lleguen pronto y rápido, así como el alba despunta en la mañana.
Los Kapos eran judíos a quienes los alemanes nazis asignaron como encargados del orden, la limpieza y el cumplimiento de instrucciones en los campos de trabajos forzados en la época de la Shoá.