La anterior oleada de judíos ucranianos y rusos que llegaron a Israel se está preparando para absorber a la próxima
Matti Friedman*
Gente nueva con viejas historias está sentada en las bancas de Nahariya, ciudad costera del norte de Israel donde viven mis padres. Una mujer en un parque, cerca del centro de absorción de inmigrantes de la Agencia Judía, sostiene su teléfono y llora mientras la voz de otra mujer dice en el altavoz desde Ucrania: “Hay muertos en Járkov”. Un equipo de noticias de la televisión está allí para entrevistar a estos primeros en llegar y, para un observador israelí, parece que son titulares y son historia a la vez.
Kiev, Lviv, Moscú, la Agencia Judía. ¿Son los años 90 o los 30? Otra mujer, Tatyana, abraza a dos de sus tres hijos recién llegados del aeropuerto. Su hijo mayor se quedó atrás para luchar cerca de Dnipro. “Es un milagro que hayamos llegado aquí”, dice.
Los israelíes están tan pendientes de la guerra en Ucrania como el resto del mundo occidental, tan involucrados en el extraordinario curso de los acontecimientos que la mayoría de nosotros aún no hemos considerado la forma más inmediata en que esto se manifestará aquí en Israel: una nueva ola de aliá, “ascenso”, la palabra que nos gusta usar para la inmigración. El domingo aterrizaron tres aviones con 300 personas, y esto apenas comienza. Algunas estimaciones señalan que vendrán 10.000, algunos dicen que diez veces más; otros, como el Ministro del Interior, opinan que podrían ser cientos de miles, y que no se limitarán a Ucrania.
La vieja maquinaria de la absorción sionista, ignorada por la mayoría de los israelíes casi todo el tiempo —aunque es más o menos la razón por la que existe el país y por la que todos estamos aquí—, vuelve a ponerse en marcha. Israel intentará hacer funcionar su magia narrativa, dándole a los recién llegados una historia de fortaleza que oscurezca su debilidad, diciéndoles que no son personas sin hogar sino que están en su hogar, y que no son refugiados sino olim, «aquellos que ascienden», dueños de su propio destino.
El rabino principal de Kiev. Yonatan Markovich, llega al aeropuerto Ben Gurión con su familia. Algunas estimaciones indican que 10.000 judíos ucranianos emigrarán a Israel escapando de la invasión rusa; otros pronostican una cantidad diez veces mayor
(Foto: AP)
Esa historia es uno de los secretos del éxito del país. Todos los habitantes de esta ciudad comparten una versión de ella: los alemanes originales, los marroquíes y tunecinos, los rumanos, los primeros rusos y ucranianos, los etíopes. Las habitaciones del centro de absorción probablemente todavía huelan a injera. Es por eso que, aunque Elena y Tatyana no hayan estado antes aquí, de alguna manera no lucen fuera de lugar.
Roman Polonsky, el funcionario de la Agencia Judía a cargo de los países de la antigua Unión Soviética, nació hace 67 años en las afueras de Odesa, Ucrania: el objetivo, mientras escribo estas líneas, de una fuerza naval rusa que se aproxima. Mientras hablábamos estaba por volar de Israel a Budapest, para ayudar a sacar de allí a gente de su antiguo país. Al haber crecido en la Unión Soviética junto a ucranianos, rusos, moldavos y judíos, dice, la idea de una guerra entre Rusia y Ucrania le habría parecido “mucho menos probable que una invasión de Marte”. Se mudó a Israel en 1990, cuando tenía 35 años, al comienzo de la gran aliá que trajo a más de un millón de personas mientras el mundo soviético colapsaba. Todos los recién llegados eran llamados colectivamente «rusos», aunque un tercio era de Ucrania y otro tercio de las repúblicas soviéticas más pequeñas; será interesante observar si la distinción entre rusos y ucranianos se vuelve ahora más clara.
Hay diez emisarios de la Agencia Judía en los diferentes cruces fronterizos de Ucrania con Polonia, Hungría, Rumania y Moldavia, tratando de hacer pasar los autobuses que provienen de las ciudades en llamas. La Agencia ha alquilado 2100 habitaciones de hotel en esos cuatro países, para alojar a las personas en tránsito hacia el aeropuerto. Parte del dinero proviene de cristianos evangélicos a través de la Fraternidad Internacional de Cristianos y Judíos.
Los refugiados llegan a la frontera con casi nada. Polonsky estuvo en Ucrania en 2014, en las primeras etapas de la progresiva toma del poder por parte de Rusia, cuando algunos judíos escaparon de Donetsk a Israel. “Pero eso fue algo pequeño”, comenta. “Lo que está sucediendo ahora es de una escala completamente diferente”. Más de un millón de ucranianos ya han huido de su país.
Hay alrededor de 200.000 personas en Ucrania elegibles para obtener la ciudadanía israelí, grupo que incluye a personas casadas con judíos y cualquiera que tenga un abuelo judío
Al comienzo de la guerra, la Agencia abrió una línea directa de emergencia desde la venerable sede de la organización en Jerusalén, donde las multitudes celebraron la fundación de Israel en 1948, con Golda Meir deseando a todos mazel tov desde el balcón. Más de 6000 personas llamaron a esa línea directa desde Ucrania en las primeras 72 horas, la mayoría preguntando por la inmigración.
Los hombres adultos están sujetos al reclutamiento en Ucrania y no pueden irse, por lo que la mayoría de los que reciben los emisarios de la Agencia en las fronteras son mujeres, niños y ancianos. Polonsky estaba con 60 adolescentes judíos ucranianos en una conferencia para consejeros de campamentos en Budapest cuando estalló el conflicto, y se dieron cuenta de que estaban varados. No tienen idea de cuándo volverán a casa y, en cambio, se dirigen a Israel, con solo las pertenencias que empacaron para un viaje corto.
Hay alrededor de 200.000 personas en Ucrania elegibles para obtener la ciudadanía israelí, grupo que incluye a personas casadas con judíos y cualquiera que tenga un abuelo judío. Polonsky y su equipo tienen una lista de 24.000 nombres de personas que han participado en programas de la Agencia Judía, como campamentos de verano y escuelas dominicales, y están tratando de averiguar dónde están todos. También están asignando fondos para la seguridad de las comunidades judías que se quedan: las calles de Ucrania están ahora inundadas de armas, y los robos aumentarán con la escasez y la ruptura del orden. Las cosas aún no están tan mal ahora como se pondrán. “Así que no estamos durmiendo”, dice.
No es solo Ucrania. La misma línea directa ha respondido varios miles de consultas de inmigración desde Rusia y su satélite, Bielorrusia. La economía rusa podría hundirse. La gente entiende que la década o dos de relativa tranquilidad bajo la “esfera de influencia” rusa, una época en que la vida judía se estabilizó e incluso floreció en alguna forma, puede estar terminando.
Alex Rif nació en Chernivtsi, Ucrania, en 1986. Tiene un hermano en Kazán, Rusia. Llegó a Israel cuando era niña, experiencia que documentó en un libro de poemas hebreos intensos y a menudo iracundos llamado Silly Girl of the Regime (“La niña tonta del régimen”), y es uno de los cerebros de One Million Lobby, que tiene como objetivo velar por los intereses de los “rusos” de Israel.
Edificio de la Universidad de Járkov, en llamas tras un bombardeo ruso
(Foto: AFP)
Rif vive en Tel Aviv. En Chernivtsi, los refugiados inundan la ciudad y las mercancías se están agotando en las tiendas. Al otro lado de la frontera, en Rusia, su hermano ya no puede retirar dinero del banco. No está listo para irse, pero cada vez es más difícil encontrar vuelos a medida que las compañías extranjeras cortan sus lazos. Los rusos están preocupados, dice, no solo por el aislamiento externo, sino porque el régimen de Putin está a punto de imponer internamente una nueva Cortina de Hierro. Piensa mucho en la antigua pregunta judía: ¿cuándo es hora de irse? Nuevos eventos que se sienten viejos: si usted quiere un posible resumen de la vida judía, ese es uno.
Rif considera que es fácil saber lo que viene: “Estamos viendo una gran ola de inmigración a Israel”. Nadie pensó que un millón de personas harían aliá en la década de 1990, señala, pero lo hicieron; proporcionalmente, fue como si Estados Unidos absorbiera a las poblaciones de Francia y Holanda juntas. Ella y sus colegas están presionando al gobierno para que planifique a largo plazo, más allá de albergar a los recién llegados durante unas semanas. Pero el largo plazo nunca ha sido el punto fuerte de Israel.
El Comité de Absorción de la Knesset, que debería estar coordinando el esfuerzo, ni siquiera existe en este momento debido a luchas políticas internas. Múltiples agencias gubernamentales tienen propósitos cruzados. Hay un debate tortuoso sobre si Israel debería centrar sus esfuerzos únicamente en los refugiados judíos, y qué se le debe ofrecer a quienes no lo son. Algunos de los ucranianos que llegan están siendo molestados o detenidos por los empleados del aeropuerto. El gobierno ha relajado los requisitos de entrada para olim y ha alquilado habitaciones de hotel, pero la verdadera pregunta es qué sucederá después.
Nadie pensó que un millón de personas harían aliá en la década de 1990, pero lo hicieron; proporcionalmente, fue como si Estados Unidos absorbiera a las poblaciones de Francia y Holanda juntas
Todos recuerdan la década de 1990, cuando los médicos e ingenieros soviéticos recién llegados trabajaban en labores de baja categoría, cuando los recién llegados a veces eran humillados por un establecimiento religioso ortodoxo inflexible, escéptico de su judaísmo. Los israelíes de la antigua Unión Soviética que no son judíos según la ley religiosa (alrededor de un tercio) ni siquiera pueden casarse en el Estado del que son ciudadanos, donde no existe el matrimonio civil. “Tenemos que entender que Israel no es la única opción”, señala Rif. “Somos buenos trayendo gente, pero la pregunta será si podremos convencerlos de que se queden”.
La última ola de inmigrantes de lugares como Odesa y Chernivtsi cambió a Israel para bien y para mejor: el país que tenemos es ahora inimaginable sin ellos. Como demuestran Polonsky y Rif, esa última oleada está lista para absorber a la siguiente. Los israelíes pueden hacer poco sobre el curso de esta guerra, pero nuestros centros de absorción serán un barómetro de cómo se desarrolla la tragedia.
*Columnista de Tablet y escritor.
Fuente: Tablet (tabletmag.com).
Traducción: Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.