Una historia muy poco conocida que muestra cómo una sola persona puede cambiar el destino de muchos
Redacción NMI
Judith Feld Carr nació en Montreal, Canadá, en 1938. Obtuvo un título en Educación Musical, y se especializó en Musicología en la Universidad de Toronto. Se dedicó a la docencia durante muchos años, tanto en colegios como en la Universidad de Toronto. Asimismo fue profesora visitante en Yeshiva University de Nueva York, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Estatal Youngstown en Ohio.
Feld Carr era una judía común y corriente que vivía en Toronto con su familia, dedicada a su trabajo profesional.
Judith Feld Carr (Foto: Jewish Women’s Archive)
Un día por escuchó hablar por primera vez sobre el intenso antisemitismo que enfrentaban los judíos sirios, y las dificultades que tenía esa comunidad para salir del país luego de que el partido Baath llegara al poder en 1963. En ese momento pocos judíos se ocupaban de ayudar a sus correligionarios sirios, pues la mayor atención de las instituciones comunitarias de derechos humanos se concentraba en la situación de los judíos de la Unión Soviética.
A pesar de que no vivía en Nueva York, donde estaba activo el Consejo para el Rescate de los Judíos Sirios, Judith y su esposo Ronald se pusieron en contacto con una sinagoga de Damasco y comenzaron a enviar artículos religiosos para ayudar a la comunidad local. En 1975, una amiga suya viajó a la ciudad siria de Alepo para visitar a su hermano; fue detenida brevemente en una prisión, y eventualmente regresó a Toronto con una carta de la comunidad judía que había logrado sacar de contrabando. “Era una súplica comparable a las de los tiempos del Holocausto”, explica Feld Carr. “Estaba escrita por tres rabinos de Alepo, y decía algo así como ‘Nuestros hijos son sus hijos, ¡sáquennos de aquí!’”.
Familia judía de Siria a mediados del siglo XX. En 1992 el gobierno de Hafez el-Assad eliminó la prohibición a la emigración de los judíos, y la mayoría de los 4500 que aún quedaban abandonó rápidamente el país
(Foto: Georgia Political Review)
Feld Carr comenzó a reunir fondos en su sinagoga de Toronto y entre la comunidad judía en general, y logró reunir suficiente dinero para sobornar a oficiales sirios, con el fin de que permitieran salir a un judío de ese país que había sido torturado en prisión porque sus hijos habían intentado huir del país. Como sufría de cáncer, al llegar a Canadá lo internaron en el hospital Monte Sinaí de Toronto.
El hombre, que estaba en muy malas condiciones, solo expresó un deseo: quería ver a su madre anciana y enferma que vivía en Israel; “luego podré morir”, dijo. Así que Feld Carr lo llevó a Israel. El día antes de su muerte, Judith fue a visitarlo. Entonces él le suplicó que ayudara a escapar a una de sus hijas. Ella le prometió que lo haría, y efectivamente logró sacar de Siria a la joven de 19 años, quien más tarde se casó y creó una familia en Israel.
“Ese fue el comienzo de los rescates”, explicaría posteriormente Judith Feld Carr. Uno por uno, financiados por la Fundación Dr. Ronald Feld para los judíos en Tierras Árabes, creada en 1973, Judith organizó el escape de “exactamente 3.228 judíos, de a uno por vez” durante los siguientes 28 años.
Judith Feld Carr durante una manifestación a favor de los judíos sirios en la década de 1980
(Foto: Georgia Political Review)
Los recursos de la fundación provenían de donaciones privadas, y se destinaron tanto a negociar la liberación de judíos de las cárceles sirias como a obtener pasaportes y visas para salir del país, así como “contrabandear” a otros a través de las fronteras. El proceso se realizó en total secreto para proteger la vida de las personas en peligro, y la continuidad del programa mismo. La mayoría de los judíos que pudieron salir emigraron a Israel, Estados Unidos o Sudamérica.
Feld Carr lo describe así: «Estábamos comprando judíos, uno por uno, de un gobierno hostil. Era el secreto mejor guardado del mundo judío».
Su trabajo se centró además en crear grupos de sirios escapados (que casi siempre tenían que dejar atrás a sus familiares como garantía para su retorno), tanto judíos como cristianos y musulmanes, para desarrollar una red de información. Esa red utilizaba un lenguaje codificado, con términos de la gastronomía china y bebidas alcohólicas. El nombre clave de Feld Carr era Gin (Ginebra), pero también era conocida como la Señora Judy, o simplemente «la mujer de Canadá».
Cada judío sirio fue rescatado mediante sobornos individuales: «Los compré como si comprara ganado… Fue una cosa tan grosera y repugnante como cualquiera podría haber hecho». En ciertos casos organizó huidas exitosas, cuando el soborno fallaba.
Condecorada por el presidente de Israel, Shimón Peres, en 2012
(Foto: The Jerusalem Post)
Feld Carr facilitó el escape de 3.228 judíos sirios, y proporcionó dinero para ayudar a las familias de los que estaban encarcelados. Además logró sacar de contrabando muchos artículos religiosos judíos valiosos, incluido el famoso Códice de Damasco, conocido como Keter (Corona). Este había sido escrito en el siglo XII en Italia, luego llegó a Castilla, a Constantinopla y finalmente a Damasco, donde se le mantuvo oculto durante unos 500 años; ahora reposa en la Biblioteca Hebrea Nacional, en el campus de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Como presidenta del Congreso Judío Canadiense, Feld Carr divulgó la difícil situación de la judería siria, solicitó al gobierno canadiense la admisión temporal de judíos sirios en ese país, e instó a llamar la atención del gobierno sirio sobre la violación de los derechos civiles y humanos de su población judía.
«Estábamos comprando judíos, uno por uno, de un gobierno hostil. Era el secreto mejor guardado del mundo judío»
La historia de Judith Feld Carr se cuenta en el libro The Ransomed of God: The Remarkable Story Of One Woman’s Role in the Rescue of Syrian Jews, de Harold Troper (1999), reeditado con el título de The Rescuer: The Amazing True Story of How One Woman Helped Save the Jews of Syria (2007). En 2012 declaró al diario The Times of Israel: “Soy una madre que vive en Toronto, no soy experta en actividades de rescate en el extranjero… Esto no tiene nada que ver con mi profesión [musical], ni con ser la madre de seis hijos”.
Nunca ha visitado Siria, y durante años operó en secreto sometiéndose a un gran peligro, porque las fuerzas de seguridad sirias habían descubierto su identidad; su esfuerzo solo fue reconocido en la década de 1990. En 1995, Itzjak Rabin, en ese momento primer ministro de Israel, le escribió: “Las palabras no pueden expresar mi gratitud por sus 28 años de arduo y riesgoso trabajo. Muy pocas personas —si es que hay alguna— han contribuido tanto como usted. Los judíos de Siria que fueron rescatados, y el Estado de Israel, le deben mucho y nunca serán capaces de recompensarla como merece”.
Actualmente Judith Feld Carr tiene 82 años, y aunque ya no hay judíos en Siria que rescatar, sigue apoyando múltiples proyectos humanitarios.
FUENTES
Página de Facebook “Personalidades judías de todos los tiempos” de Raúl Voskoboinik.
Georgia Political Review.
wikipedia.org.
Múltiples galardones
En 2012, Judith Feld Carr obtuvo el Premio Presidencial de Distinción del Estado de Israel, creado por el presidente Shimón Peres con el fin de «reconocer una contribución sobresaliente al pueblo judío y al Estado de Israel».
Feld Carr ha recibido también la Orden de Canadá, la Medalla del Jubileo de la Reina en 2002 y 2012, la Medalla Abram Sachar como «Mujer del Año de la Universidad de Brandeis, el Premio de Derechos Humanos Saul Hayes del Congreso Judío Canadiense, el Premio Simon Wiesenthal a la Tolerancia, Justicia y Derechos Humanos, el Premio Humanitario al Mérito de la universidad de Haifa y muchos otros galardones.