Murió Sylvia. La noticia nos tomó por sorpresa. Sabíamos que había tenido algunos problemas de salud, pero estaba bien. Habíamos hablado con ella no hace mucho. La muerte siempre duele, y si se trata de una buena amiga, compañera del Centro de Estudios Sefardíes de Caracas de la Asociación Israelita de Venezuela, sorprende y afecta.
Sylvia estaba triste en nuestra Caracas desolada. Su familia estaba casi toda afuera, ella esperaba mejores tiempos, algo de paz y claridad de leyes, protocolos, precauciones, para reunirse con ella.
La vorágine lamentable de esta época de terror y pandemia pudo más que Sylvia. Escuchó, como muchos de nosotros, de la muerte de afectos, y esto influyó en su ánimo y terminó rompiendo su corazón.
Sylvia fue una buena amiga, vicepresidente de nuestra institución por largos años. En la actualidad, como asesora, trabajaba en la reedición de un hermoso recetario de comida judía sefardí que hace años había sido publicado por las damas de Dipciven (grupo de señoras de la AIV que hicieron una labor loable en pro de la niñez venezolana). Sylvia «trabajaba» ad honorem en este proyecto, igual que las señoras del Dipciven lo hicieron en su oportunidad. Tiempo y esfuerzo en beneficio del «Otro» de Levinas, el necesitado. De esto la comunidad judía venezolana puede vanagloriarse; fuimos y somos modelo de dedicación al prójimo, dentro y fuera de nosotros mismos.
Murió Sylvia. Nos queda su recuerdo, el dolor de no contar con ella. La recordaremos como fue: una dama, inteligente, amable, educada, competente. Descansa en paz, amiga.
Miriam H. Bierman