Ana Jerozolimski*
Podríamos comenzar con lo que casi suena a un plagio hecho con el título, dado que es muy conocida en Israel la canción Ein li éretz ajéret, que significa justamente lo mismo que el nombre de la película israelo-palestina en inglés: “No tengo otra tierra”. Pero digamos que no se dieron cuenta… En fin.
Antes de analizar el contenido mismo de la película, es ineludible compartir públicamente un pensamiento: quienes hacen una película así saben que el mundo aplaudirá, y resulta especialmente duro de digerir que haya sido obra conjunta de cineastas israelíes y palestinos. Cada uno tiene derecho a su visión de la situación, pero no podemos evitar pensar cuántas distorsiones, mentiras o medias verdades dijo el cineasta palestino que habló con la estatuilla en su mano. No le deseamos a su hija crecer con miedo, pero hacer caso omiso de todas las veces que sus líderes rechazaron propuestas generosas que podrían haber conducido a la fundación de un Estado palestino, es faltar a la verdad. Y olvidar el papel del terrorismo, que tanto ha dañado a los propios palestinos —además de a las víctimas israelíes— es mirar la realidad con un solo ojo.
Se supone que un documental representa una situación real, pero la historia de No Other Land es una mera invención. De izquierda a derecha: Basel Adra, Rachel Szor, Hamdan Ballal y Yuval Abraham
(Foto: AP)
Y no podemos dejar de sentir un profundo rechazo por el hecho de que un creador israelí sirva en la práctica —estimamos que sin intención explícita— al juego de odio de los antisemitas contra Israel. Porque cuando un judío defiende a Israel muchos le quitan valor a sus argumentos, dando a entender que si es judío “no tiene gracia”. Pero cuando un judío critica a Israel, los antisemitas, felices, lo toman como la mejor prueba de que tienen razón.
Un último pensamiento: ¿A alguien se le ocurre que algún palestino podría crear una película así condenando a Hamás? Imposible. Evidentemente nos alegra la diferencia, de más está decirlo. Pero exaspera la facilidad con la que cualquiera cree que puede demonizar a Israel.
En cuanto al contenido: los creadores mintieron a sabiendas al presentar el drama de Masafer Yatta como un sitio en el que los palestinos vivieron “por siglos”, combatiendo durante años los reiterados intentos israelíes de desalojarlos cruelmente. La realidad es que recién hace unos 30 años los palestinos comenzaron a construir allí, sin permiso legal alguno. La zona era usada durante años por beduinos, en forma esporádica, para el pastoreo de sus animales. También se instalaban a veces en las cuevas de la zona. La realidad nada tiene que ver con una antigua presencia palestina en ese lugar, que es absolutamente inventada. Hasta 1993 la Fuerza Aérea de Israel utilizó esa zona para entrenamientos, de lo cual se desprende que evidentemente no podía ser una zona habitada.
Y de todos modos, cuando los palestinos sí empezaron a intentar construir allí, lo hicieron sin permiso legal. Apelaron a la Corte de Suprema Justicia de Israel por primera vez en 1999, por lo cual cabe estimar que el lugar no era considerado de gran importancia, hasta que la Autoridad Palestina decidió intensificar la construcción ilegal en esa región para tratar de fijar hechos consumados en el terreno, precisamente por tratarse de parte de la zona C, que según los Acuerdos de Oslo está en manos de Israel.
Los creadores mintieron a sabiendas al presentar el drama de Masafer Yatta como un sitio en el que los palestinos vivieron “por siglos”, combatiendo durante años los reiterados intentos israelíes de desalojarlos cruelmente. La realidad es que recién hace unos 30 años los palestinos comenzaron a construir allí, sin permiso legal alguno
Los palestinos nunca lograron presentar ninguna prueba de propiedad, y los jueces no los apoyaron. No se llegó a intentos de demolición porque se trató de llegar a acuerdos, o sea que la escena de la demolición en la película carece de fundamento.
¿Pero qué importa la verdad cuando hay voluntad de condenar a Israel?
Está claro que el arte —el cine es una de sus expresiones— es una herramienta para hacer crítica política y social. Pero este tipo de situaciones son un instrumento de demonización y mentiras, destinadas a ensuciar a Israel.
*Internacionalista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com.
Fuente: semanariohebreojai.com.
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