“¿De qué sirve la libertad política para los que no tienen pan?
Solo tiene valor para los teorizantes y los políticos ambiciosos”
Jean Paul Marat
A pocos días de la conmemoración de Pésaj, retomamos nuestra historia entendiendo que es la primera y más importante fiesta del calendario judío. En ella recordamos la liberación de nuestro pueblo de la esclavitud en Egipto, lograda por Dios a través de Moisés, y la llegada de nuestros antepasados a la tierra prometida, la “tierra santa”, nuestra tierra, tierra que siempre fue hebrea, tierra que siempre lo será.
En el libro del Éxodo se relata la vocación de Moisés para salvar a su pueblo. Y es a Moisés a quien corresponde presentarse ante el faraón para que deje partir a su gente (Éxodo 5,3).
La historia, que es hermosa, incluye el sacrificio, la orden de marcar con sangre de cabrito las jambas y dinteles de las puertas de las casas hebreas, y la prescripción de la cena de la liberación: la presencia del cordero y el pan ácimo, el plan de marcha desde aquella tierra de esclavitud hacia otro país de libertad.
Las salida de Egipto se menciona innumerables veces en la Biblia, en las plegarias y en las tradiciones judías. También en las palabras iniciales de los Diez Mandamientos o Decálogo, de allí la importancia de esta fiesta.
A la repentina orden de salida se debe la tradición de los panes ácimos o matzot, que también caracterizan a esta fiesta. Este es entonces el pan de la fe.
Ahora bien, la liberación del pueblo judío es un mensaje superior, no es un retrato de nuestros antepasados; la liberación debe ser una constante del pueblo judío, pues la esclavitud y la libertad de los hombres no están sujetas a cadenas, encierros ni aislamientos; para nosotros estos términos no son sinónimos.
La libertad está en nuestras acciones, en nuestro reconocimiento al prójimo, en acercarnos a lo espiritual, en abrir nuestros corazones a Dios y ser temerosos y respetuosos de él, en nuestras acciones, en el trato con nuestros padres e hijos, en perdonar, en ser tolerantes y misericordiosos, en dar el ejemplo. Es la mente del ser humano la que nos hace libres o esclavos; por eso la libertad es un concepto que surge de lo interno: la libertad implica el dominio absoluto de nosotros mismos, somos libres cuando aceptamos lo que está por encima de nosotros. La libertad no es hacer lo que queremos, sino lo que debemos.
En estos días de tantos recuerdos, de grandes retos, de dificultades, donde se castigan las ideas y pensamientos, y también el estilo de vivir, hagamos un alto para encontrarnos, para recordar en nuestro séder a los más necesitados, a los privados físicamente de libertad, a los encarcelados indebidamente alrededor del mundo y a la vuelta de la esquina. Aprovechemos para pedir por los que no pueden hacerse escuchar, aprovechemos para ser libres, para celebrar y recordarnos que somos un pueblo único y elegido, y que el único medio para lograr la libertad es la fe.