Mirado en retrospectiva, este año ha sido luctuoso en cuanto a creadores fundamentales judíos se refiere: hemos despedido entre otros a Philip Roth y a Milos Forman. De la cultura popular estadounidense, se han ido Steve Ditko y, muy recientemente, el omnipresente Stan Lee. Una vez más, en NMI rendimos homenaje a quienes enseñan que debe hacerse el bien porque es lo correcto. Excelsior!
Además del Hombre Araña, Stan Lee creó muchos otros personajes emblemáticos del mundo del cómic y el cine como Hulk, Los Cuatro Fantásticos, Iron Man, Los Vengadores, X Men y, más recientemente, Pantera Negra (foto: mole.my)
El autor Ariel David llegaría a preguntarse si la famosa frase “Un gran poder trae consigo una gran responsabilidad”, característica del Hombre Araña, no habría sido directamente tomada de algún texto bíblico. Sin ser capaz de afirmarlo, Stan Lee sentía que debía de encontrarse allí. Medio en broma, le formuló su inquietud al rabino Simcha Weinstein, británico residente en Nueva York y autor de libros sobre los vínculos del judaísmo con las historietas (o cómics). Weinstein respondió a la humorada en un tono similar, diciéndole al legendario editor y publicista —nacido Stanley Martin Lieber, y quien falleció el pasado 12 de noviembre a los 95 años de edad— que “debía de estar en alguno de los Comentarios”.
Como se verá, la judeidad estaría en todas partes y no podía ser de otra manera, si bien pocos superhéroes, antihéroes o villanos nacidos en esta casa editora poseen un trasfondo biográfico judío que pueda considerarse explícito. Uno de los más relevantes es Max Eisenhardt, luego Erik Lehnsherr, mejor conocido como Magneto, archirrival de los X Men (Hombres X). De familia judeoalemana de clase media, Magneto no solo perdió a sus seres queridos en Polonia, a donde habían huido tras la llegada de los nazis al poder. La manifestación de sus poderes (la creación y el control de campos magnéticos) le permitió sobrevivir a Auschwitz, sitio en el que además fue un sonderkommando, y luego mudarse a Haifa, Israel. Allí trabajaría en un hospital siquiátrico y entablaría amistad con Charles Xavier, el futuro Profesor X, de quien se separaría por incompatibilidad de principios sobre el porvenir de los mutantes.
Tal como fue inevitable la ruptura entre Magneto —a quien construyeron sobre los modelos de Malcolm X y Meir Kahane, líder de la Liga de Defensa Judía— y el Profesor X —que se ciñó a los ideales de Martin Luther King, los cuales resultaron más atractivos para personajes populares como Kitty Pryde, adolescente mutante de origen judío—, también lo fue que la industria de los cómics se extendiera con el sello del Pueblo del Libro. De allí provenían los creadores de los superhéroes más entrañables de la Edad Dorada del cómic: Jerry Siegel y Joe Shuster trajeron al mundo a Supermán en 1938; Batman, de Bob Kane (Robert Kahn de nacimiento), vio la luz en 1939; el Capitán América es obra de Joe Simon y Jack Kirby (este último alias de Jacob Kurtzberg) y se publicó por primera vez en 1941, meses antes de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Es sabido que en sus inicios estos tres personajes eran muy planos, unidimensionales. Stan Lee introdujo superhéroes como Peter Parker/el Hombre Araña, que salvaba al mundo mientras se ganaba la vida como un mortal más, y sin perder el sentido del humor que muchos entendidos encuentran demasiado similar al del Borscht Belt.
Es interesante observar que la primera portada del Capitán América lo muestra mandando a Hitler por los aires de un puñetazo. No sería de extrañar que este fuera el deseo albergado por los judíos del continente americano, frustrados porque Franklin D. Roosevelt no bombardeó los trenes de la muerte dirigidos a Auschwitz, Treblinka o Sobibor. Según Jeffrey Salkin, de Religion News, los superhéroes manifiestan el deseo judío de fortalecerse, de tener la capacidad de defenderse por sí mismos y dejar de ser víctimas. Tal vez es eso lo que ha hecho el Estado de Israel, ayer en las guerras de los Seis Días y de Yom Kipur, hoy en el terreno mediático, aparte de hacer alarde de sus superpoderes para poblar las áridas tierras del Medio Oriente con árboles y progreso tecnológico de punta.
Superhéroes en la Biblia y en la vida
El antisemitismo fue el causante de que tantos judíos asistieran a la formación de la industria en cuestión. Los escritores, ilustradores y diseñadores solo conseguían empleo en empresas como Timely Comics (que cambiaría de nombre a Marvel), DC Comics y otras, en lugar de procurárselo en sectores más prestigiosos como las agencias de publicidad, la radio o los canales de televisión.
Por ende, y de forma no intencional, los superhéroes de la época estaban marcados por temas tan judíos como la emigración e inmigración, el hecho de pertenecer a minorías oprimidas y sin embargo proteger a los más débiles y, sobre todo, las identidades secretas. Baste recordar todos los casos de identidad secreta presentes nomás en la historia judía: José disfrazado de egipcio, la reina Ester, David fingiendo locura, etc., sin nombrar a los criptojudíos españoles y portugueses de cuando los Reyes Católicos.
De acuerdo con el rabino Weinstein, incluso a Supermán lo adoptó una cultura foránea luego de que sus padres lo salvaran enviándolo en una especie de canastilla espacial desde el agonizante planeta Kriptón. Cualquier semejanza con la historia del patriarca Moisés es mera coincidencia.Y para regresar a Stan Lee y el Hombre Araña, nos encontramos con que Peter Parker es un común adolescente a quien, de entre todos los habitantes de la ciudad de Nueva York, viene a picarlo la famosa araña radiactiva que le trasmitió la fuerza sobrehumana, la capacidad de escalar por las paredes y su “sentido arácnido”; podría pensarse en el mismísimo pueblo judío como Pueblo Elegido y con un elevado sentido de la ética: una crisis de conciencia por el asesinato de su tío Ben impulsa a Peter Parker a poner sus capacidades al servicio de la humanidad. Efectivamente, un gran poder trae consigo una gran responsabilidad, y esto los judíos siempre lo han sabido.