Isaac Cohen
Rabino principal de la Asociación Israelita de Venezuela
El judaísmo solo puede ser comprendido y practicado a través de la fraternidad, pues sin la noción de prójimo simplemente no hay Torá. El judío piadoso (jasid) no busca a Dios en la soledad silenciosa del aislamiento ni en la desfalleciente languidez de la renuncia. Por el contrario, asume las responsabilidades que le impone la vida, afronta sus inevitables angustias y aflicciones, y también disfruta de los momentos de dicha y de los placeres honestos que le brinda.
El judío busca y encuentra a Dios en su prójimo, a través de la comunidad a la cual pertenece y sobre todo en la cual participa. Por tal motivo, el sabio Hilel advierte (Avot 2:5): “No te apartes de la comunidad”, pues fraternidad significa participación. Valorar y sentir como propias las necesidades, las inquietudes y las aspiraciones de nuestro compañero. Por el contrario, no participar es negar la esencia de la Torá.
Leemos en el Tratado de Babá Batrá (10a) que Rabí Elazar antes de rezar hacía tzedaká. Es decir que anteponía sus obligaciones con el prójimo a sus obligaciones con Dios. ¿Por qué? Porque está escrito (Tehilim 17:15): “Y yo a través de tzedaká [Betzédek] veré Tu rostro”.
Dios nos presta atención en la misma medida en que lo hacemos con nuestro prójimo. Pero no debemos confundir fraternidad con caridad. Una palabra que no deja de tener cierta connotación deshonrosa y que en hebreo no existe. El hebreo en su lugar emplea la palabra tzedaká, que deriva de Tzédek, que significa “justicia”. Fraternidad no se limita simplemente a dar limosna, sino que implica el compromiso de compartir y de interactuar con el propósito de apoyar y promover el desarrollo personal de cada quien. Para Maimónides (Hiljot Matnot Aniyim 10:7), la mejor tzedaká es proporcionar un empleo, o un préstamo, o asociarse en un negocio —lo que sea necesario— para que la persona pueda valerse por sí misma y no tenga que volver a depender de otros.
El ser humano solo puede realizarse a través de la compañía de sus semejantes. Al judío no le gusta rezar solo. Prefiere hacerlo con Minián (quorum de al menos diez varones adultos). Partes esenciales del rezo, y la lectura misma del Séfer Torá, solamente pueden llevarse a cabo en presencia de un Minián. Está escrito en Tehilim (69:14): “Y yo rezaré a Ti en la hora de la voluntad favorable”. ¿Cuándo es favorable la voluntad de Dios? Respondió Rabí Shimón Bar Yojay (Berajot 8a): “En todo momento en que el Minián está reunido y listo para rezar”.
Fraternidad es crear el espacio necesario para que se desarrolle la unión y la solidaridad. El espacio para el Shalom, la paz en su dimensión global tal como la define y la entiende el Judaísmo, y que es el receptáculo para contener y recibir la Berajá, la bendición de Dios. Un espacio para que el ser humano desarrolle sus potencialidades y su espiritualidad. Leemos en Shevuot (39a) que todos los hijos de Israel son responsables los unos de los otros. Para el Judaísmo, la fraternidad es antes que nada una responsabilidad ineludible que todos, en la medida de sus posibilidades, comparten. Pero tampoco debemos confundir el concepto de fraternidad con una especie de cofradía exclusiva que se encierra en sí misma y que solo tiene cabida para sus afiliados. Moshé (en Devarim 6:4) hace un llamado al pueblo a través de la exhortación “Shemá Israel / Escucha Israel”, para reafirmar la Unicidad absoluta de Dios (Hashem Ejad) que había sido establecida, en un principio, por Abraham Avinu. Ya que Dios es Uno solo, la concepción judía de la fraternidad es necesariamente universal.
Para el Judaísmo, la fraternidad es antes que nada una responsabilidad ineludible que todos, en la medida de sus posibilidades, comparten. Pero tampoco debemos confundir el concepto de fraternidad con una especie de cofradía exclusiva que se encierra en sí misma y que solo tiene cabida para sus afiliados
Leemos en Vayikrá (Levítico 19:18): “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Pero, ¿Quién es el prójimo? ¿Acaso solamente aquella persona que nos resulta familiar y nos simpatiza, y con la cual hemos establecido un trato amistoso? De ninguna manera. Unas cuantas líneas más adelante el texto nos dice (Vayikrá 19:34) refiriéndose al Guer, al extranjero: “Vehabtá Lo Kamoja / Y lo amarás como a ti mismo”. El Guer, el extraño y a quien ni siquiera conocemos, también es el prójimo. Se pregunta en Sanedrín (38a): ¿Por qué Dios creó a un solo hombre, Adam, y no a muchos otros para así poblar más rápido el mundo? Para que nadie diga “mi padre es mejor que el tuyo” o “mi estirpe es superior a la tuya”. Sin mutuo respeto no puede haber fraternidad.
El Judaísmo no funciona a base de exclusiones, sino por medio de la unión bajo parámetros universales de justicia y de verdad. La justicia reservada para unos pocos y la verdad restringida para unos cuantos se trasforma al poco tiempo en arbitrariedad y engaño. Cuando Dios envió a Moshé a la corte del faraón lo hizo para liberar al pueblo de Israel en su totalidad (Shemot, Éxodo 5:1), y no a unos sí y a otros no. Jamás aceptó Moshé que unos salieran y otros se quedaran, tal como en cierta ocasión le propuso taimadamente el faraón (Shemot 10:11). Para Dios todos somos importantes, pues como fue enseñado (Avot 4:3): “Toda persona tiene su momento”.
Preguntan en Bereshit Rabá (4:6): ¿Por qué sobre el segundo día de la Creación no está dicho “y vio Dios que era bueno”? Respondió Rabí Janiná: Porque en el segundo día nació la división, tal como está escrito: “Y dividió unas aguas de las otras” (Bereshit 1:6). Esto para enseñar lo importante que es la unión. Incluso una división que fue decretada por Dios para ordenar el mundo, durante el mismo proceso de la Creación, no puede ser catalogada como “buena”. En el Tratado de Julin (63a) se habla acerca de la cigüeña, que en hebreo es llamada Jasidá (que significa “piadosa”), pues comparte su alimento con los de su misma especie. Sin embargo, a la cigüeña se la considera un animal impuro porque es huraña y agresiva con otras aves. La generación del diluvio era perversa, pero solo fue destruida cuando comenzaron a despojarse unos a los otros (Bereshit 6:13). La Torá, para referirse a esta situación, utiliza la palabra Jamás, que en hebreo significa “hurto, saqueo, pillaje”. Por otro lado, así se explica en Midrash Tanjumá (Nóaj 18), la generación que construyó la torre de Bavel se oponía directamente a Dios y sin embargo no fue destruida, porque entre ellos existía unión.
¿Por qué Dios creó a un solo hombre, Adam, y no a muchos otros para así poblar más rápido el mundo? Para que nadie diga “mi padre es mejor que el tuyo” o “mi estirpe es superior a la tuya”. Sin mutuo respeto no puede haber fraternidad
Resulta muy significativa la manera en que una comunidad judía se establece y se desarrolla. Tenemos que una comunidad judía debe contar con un mikve, el baño ritual necesario para que la pareja cumpla con las leyes de la pureza familiar (Taharat Hamishpajá). Un jéder, que es la escuela de los niños. Un sistema que garantice el kashrut de los alimentos. Una sinagoga para los rezos. Un Bet Midrash para el estudio de Torá. Un cementerio y una Jevrá Kadishá que se encargue de los ritos funerarios. Pero también una Kupá (fondo) para socorrer a los necesitados. Maimónides afirma (Hiljot Matnot Aniyim 9:3), y conmueve leerlo: “Jamás he visto ni oído de una comunidad judía que no tuviera su Kupá”.
Como vemos, todas son instituciones consagradas en realidad a la elevación espiritual del ser humano. Incluyendo la Kupá, pues ¿quién puede tener sosiego cuando hay gente a su alrededor que padece? Se dignifica la relación de pareja, se enseña a los niños, se eleva la comida al nivel de una ofrenda a Dios, se reza, se estudia, se rinde honor a los fallecidos y se hace justicia, más que caridad, con aquellos que carecen de lo necesario. La fraternidad no es un arranque emotivo y transitorio que al final se convierte en apenas un gesto; sino una disciplina constante que abarca los aspectos más sensibles y delicados de la vida. Fraternidad es un ir haciendo lugar en el mundo para la armonía, el entendimiento y la paz entre los seres humanos. El Shalom en su más amplio y genuino significado. Shalom significa Paz, pero es en realidad “totalidad”. Sí, que este año tengamos una “Shelemut”, totalidad de salud, felicidad, fin de males y pandemia. Y podamos dedicarnos, total y completamente a profundizar la hermandad entre todos. A nombre de mi familia, y el mío propio, les envío con confianza y optimismo un sincero ¡Shaná Tová!
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