Hadil Ueis*
En el discurso oficial árabe, la movilización y la retórica antiisraelíes han sido siempre elementos prominentes. Partidos islamistas, nacionalistas o laicos, todos han visto en el odio a Israel un elemento fundamental para recabar apoyos y hacer avanzar agendas no relacionadas con Israel a base de relacionarlas, precisamente, con la “resistencia” contra Israel. Este discurso es también evidente en la manera en que los medios árabes presentan las historias relacionadas con el Estado israelí, con su población y con los judíos en general. Así, difunden reportajes y artículos que a menudo confunden lo político con lo religioso, vinculando a cualquier judío con el conflicto árabe-israelí sin distinguir entre políticas e intereses gubernamentales, por un lado, y las relaciones entre pueblos que han convivido pacíficamente durante generaciones, por el otro.
Sin embargo, la guerra civil siria ha cambiado lentamente la dinámica relacionada con la identificación del “enemigo” en el mundo árabe. Y es que organizaciones que llaman a la resistencia armada contra Israel se han implicado en una confrontación sangrienta con el pueblo sirio, lo que ha puesto en cuestión el relato de que lo único que les mueve es la “resistencia” a Israel. Incluso organizaciones yijadistas tradicionales como el ominoso ISIS han librado guerras cuyos objetivos primordiales atañían al mundo árabe en vez de a Israel.
En este proceso de reenfoque, la guerra siria y su catalización de nuevas alianzas han reforzado la convicción, entre un vasto grupo de gobiernos y sociedades árabes, de que Irán y el Islam político son los verdaderos enemigos, la amenaza existencial. El proyecto de resistencia iraní no solo es visible en Siria, también está estrangulando a los libaneses, subyugados por Hezbolá, y poniendo en la mira incluso a la influyente Arabia Saudí, como ha quedado de manifiesto en los ataques de que han sido objeto sus campos petrolíferos.
Esto no quiere decir que la retórica resistencial antiisraelí esté desvaneciéndose. Las reuniones y cumbres árabes siguen poniendo el foco en el conflicto palestino-israelí. Ahora bien, el conflicto entre los peones de Irán y los países y organizaciones árabes ha contribuido a que muchos en el mundo árabe estén mirando con otros ojos el conflicto árabe-israelí. Los crímenes cometidos por el Eje de la Resistencia –desde la Siria de Assad, Hezbolá, Hamás e Irán al Movimiento de la Yijad Islámica– contra los árabes son mucho peores que los estereotipos que recoge la narrativa resistencial sobre Israel.
Así, más de medio millón de sirios, civiles y niños incluidos, han sido asesinados a manos de agentes iraníes y sus aliados locales. En cambio, los hospitales israelíes han proporcionado atención médica a los sirios desplazados, así como refugio para protegerse de las bombas de barril de Assad y las milicias iraníes. Esta iniciativa israelí, si bien modesta, ha influido en la actitud de determinados segmentos de la comunidad siria, dado el vivo contraste entre la manera de proceder iraní y la israelí en lo relacionado con su país.
En las capas básicas de la sociedad, el fácil acceso a internet ha permitido a los jóvenes árabes conocer y entender a los judíos, a los israelíes y a Israel. Irónicamente, la experiencia de Ahed Tamimi en las cárceles israelíes, tan aireada en la red, ha fungido de sensible elemento de comparación entre cómo tratan a sus reclusos Israel y los países árabes
El expansionismo iraní y el papel desestabilizador de Teherán y sus peones en Siria han llevado a los ricos países del Golfo a asumir un mayor papel político en la región. Con el declive político de países históricamente cruciales como Egipto, Siria e Irak, la autopercepción del Golfo —menos vinculada a la retórica sobre el conflicto árabe-israelí— ha hecho que sus regímenes acepten mejor la idea de la paz entre los pueblos árabe e israelí, como ha quedado claramente de manifiesto en la notable e insólita campaña saudí contra el antisemitismo encabezada por el jeque Mohamed al-Isa, secretario general de la Liga Mundial Musulmana. Al-Isa ha condenado a los que diseminan el discurso del odio contra los judíos en varias conferencias y foros de prensa, tanto en Arabia Saudí como en el extranjero, haciendo hincapié en la necesidad de adherirse a los principios del Islam moderado, que “convive con todos (…) cree en la diferencia, la diversidad y el pluralismo (…) [y] en el derecho de los demás a creer [en su fe]”.
En las capas básicas de la sociedad, el fácil acceso a internet ha permitido a los jóvenes árabes conocer y entender a los judíos, a los israelíes y a Israel. Irónicamente, la experiencia de Ahed Tamimi en las cárceles israelíes, tan aireada en la red, ha fungido de sensible elemento de comparación entre cómo tratan a sus reclusos Israel y los países árabes.
Por primera vez, y gracias a las redes sociales, los jóvenes árabes pueden tener imágenes positivas y negativas de Israel, saber de sus avances educativos, industriales y tecnológicos. Este novedoso acceso a información relacionada con Israel ha dado a los habitantes de los países vecinos motivos para reflexionar sobre los éxitos de sus propios Estados, a pesar de que en algunos círculos aún se sigue explicando el progreso israelí mediante teorías de la conspiración.
Los cambios referidos podrían acabar influyendo en el papel que ciertos países pueden desempeñar en la resolución del conflicto árabe-israelí. A pesar de que varios de ellos han rechazado públicamente el plan de Kushner, parece existir una nueva realidad en la que varios países árabes están actuando como si las prospectivas sobre la paz les encajaran y estuvieran en consonancia con sus prioridades. Además, el entendimiento de que la paz es importante para EEUU está sin duda ejerciendo su influjo. El Plan Kushner representa un incentivo adicional para amigos de Estados Unidos como Bahrein, para que avancen hacia un compromiso social, deportivo e incluso político con Israel verdaderamente inaudito.
Las capitales del Golfo están dando forma a un nuevo relato que rechaza el viejo modelo del eje de la resistencia, aún perceptible en la retórica de países como Irán. Por otro lado, en términos societarios hay cada vez un mayor reconocimiento de que la retórica de la resistencia ha sido un instrumento que apenas ha aportado ganancias políticas en el conflicto árabe-israelí, y que en cambio ha beneficiado a los líderes de la resistencia y a sus milicias, marginados en el mundo, cargados de sanciones internacionales y aislados económicamente. Está cada vez más claro que estas organizaciones se están aferrando a su retórica para justificar su propia existencia. Aunque el plan de paz estadounidense se encuentra en estos momentos en suspenso, parece haber un nuevo deseo, especialmente en el Golfo, de poner fin a un conflicto histórico que ha causado estragos y obstaculizado el desarrollo de la región.
Así las cosas, si bien la tragedia siria ha abierto esta puerta, el hecho de que el proceso de cambio esté proviniendo sobre todo de los países del Golfo confiere una cierta probabilidad de éxito. El movimiento desde el Golfo tiene el potencial de ser más eficaz; esta región es la más conservadora del mundo árabe, así como la más expansiva en su contacto con otras comunidades musulmanas, gracias a sus mensajes religiosos y sus organizaciones sociales. El cambio en lo relacionado con el antisemitismo y el odio a Israel podría ser uno de una serie de esfuerzos para reformar las normas sociales en el Golfo, igual que la de relajar las restricciones legales que pesan sobre las mujeres. Al hablar abiertamente de los errores del pasado y romper tabúes sociales y culturales antes considerados irrompibles, el mundo árabe podría reconfigurar su visión del conflicto árabe-israelí en línea con otros desafíos regionales, lo que podría abrir un camino hacia el acercamiento y las negociaciones para la paz.
*Analista de The Washington Institute.
Fuente: elmed.io. Versión NMI.