La generación actual, más que inspirarse en el deseo de un Estado, ha alimentado un espíritu de combate y resistencia
Bryan Acuña Obando*
En la Universidad Birzeit de Ramala se llevó a cabo el pasado 19 de mayo un proceso electoral estudiantil. El bloque islámico al-Wafaa (“Lealtad islámica”), que es cercano al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), obtuvo 28 de los 51 puestos disputados, por encima de los 18 puestos ganados por el bloque secular cercano al partido al-Fatah del presidente palestino Mahmud Abbas.
Esto pareciera una simple elección universitaria; sin embargo, puede ser considerado el barómetro de la opinión pública palestina, ya que Birzeit ha sido un bastión histórico de Fatah en los territorios palestinos, y el cambio de posición es significativo lo que podría ser la bofetada de realidad de que Abbas y sus aliados han perdido legitimidad y se han debilitado frente al pueblo, que busca un cambio de rumbo.
Lo de Birzeit expresa la “desesperanza” de la juventud palestina ante el manejo político actual. Esta podría incluso considerarse una generación distinta a la anterior, que fue educada para luchar militar y políticamente por un supuesto proceso de “estatidad” palestino pero que, como señalara en un artículo el analista Ben Dror Yemini, socavarían cualquier posibilidad de ello al concentrarse en exigir el derecho de retorno de los millones de refugiados palestinos que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Medio Oriente (UNRWA) cataloga con “derecho” a regresar al actual Estado judío, incluidos territorios hoy disputados con Israel.
La generación actual, por el contrario, más que estar inspirada por el deseo de un Estado, ha alimentado un espíritu de combate y resistencia basado en el supuesto del honor que les ha sido arrebatado, según su concepción. Esto los ha llevado a enfrentamientos aguerridos contra las fuerzas de defensa de Israel (FDI) cuando se realizan operaciones antiterroristas en los territorios palestinos, y se les convence fácilmente de realizar “actos heroicos” con atentados terroristas en Israel, como ha pasado en los últimos meses.
Estudiantes de la Universidad de Birzeit, seguidores de Hamás, durante un debate previo a las elecciones al Consejo Estudiantil que ganaron los representantes del grupo terrorista
(Foto: AFP)
Este espíritu de combate se parece al que respiraban las poblaciones civiles palestinas en los años ’80, antes de ser motivadas a lanzarse en la Primera Intifada. Es que, basados en esa esencia de “desesperanza”, han sido capaces de optar por la lucha, aunque esta al final traiga mayores perjuicios que beneficios.
En la actualidad, incluso se nutren de una educación mezclada con propaganda de odio, cuyos libros de texto impulsan el repudio contra los judíos e Israel, usando en ocasiones recursos de las Naciones Unidas para lograrlo, por lo que en algún momento han perdido financiamiento hasta en los programas de desarrollo; lo cual no ha evitado que se siga realizando la propagación de este mensaje nocivo, ya que, como expresara el analista Yemini, “la incitación es más fuerte que la comida”.
Regresando al elemento político, no está de más mencionar que los palestinos no han tenido elecciones desde el año 2006, cuando fue Hamás el ganador. No se aceptó su victoria, argumentándose que esto podría acarrear problemas de legitimidad ante la falta de apoyo internacional, principalmente por su negativa da reconocer el derecho de existencia de Israel. Incluso en 2021 se iban a realizar elecciones parlamentarias pero fueron suspendidas, lo que se convirtió en parte del caldo que nutrió la ola de violencia que se desató en mayo de ese año, porque se pronosticaba que los bloques apoyados por Hamás ganarían, o que la profunda división del liderazgo de Fatah se terminaría de debilitar y colapsaría de cara a los grupos islamistas.
Es cierto que el liderazgo principal de Hamás ha sido criticado por haber cambiado las desventuras del enclave costero de Gaza, para vivir de los goces del Golfo o de algún otro país que no esté en medio del asedio político y militar del conflicto. Incluso se les señala en algunos casos de acumular riquezas exorbitantes; tal es el caso de Ismail Haniye, de quien se estima posee 4000 millones de dólares en su reserva personal; o Khaled Mashal, con 5 millones de capital, ambos viviendo en el extranjero en una condición que no está al alcance de cualquier palestino.
Aun así, la política palestina de la ANP y el liderazgo de Abbas son también señalados porque viven en condiciones económicas desmedidas en las narices de los propios ciudadanos palestinos. En 2016 se mencionaban negocios de él y su familia por más de 100 millones de dólares. A esto se suma la represión que emprende contra la oposición política e incluso contra la prensa.
Sobre lo mencionado anteriormente, poco se dijo de la muerte del disidente político Nizar Banat, asesinado por las fuerzas palestinas en junio de 2021.
Es a través de este tipo de elementos que se va permeando la opinión pública palestina, para que por un lado se levante contra su propio gobierno, buscando el liderazgo de un grupo considerado “menos corrupto”, y que finalmente se incentive la explosión pública interna para dar el paso a un enfrentamiento contra Israel que podría tener proporciones similares a las intifadas.
La situación actual juega con varios elementos que podrían ser parte de una tormenta perfecta: la desesperanza palestina; el statu quo entre israelíes y palestinos que no ha cambiado considerablemente quizá desde Oslo; la división interna palestina y la imposibilidad de elegir un representante mayoritario a sus intereses reales; el papel de actores externos dentro del tema; los avances y extensiones de los Acuerdos de Abraham; y también la falta de definición de un gobierno estable en Israel, que en noviembre irá a sus quintas elecciones desde 2019.
Lo cierto es que, aunque la mayoría de la población hoy no se inclina a favor de la violencia (exceptuando la radicalización de la población joven), no se necesita demasiado para generar la explosión de una importante ola de violencia mayor a la que se ha manifestado esporádicamente en los últimos tiempo, y que esto genere finalmente apoyo de aquellos que en estos momentos no tienen definido un bando, para se sientan presionados a tomar una posición radical, impulsando finalmente algo tan nocivo como los levantamientos populares que hicieron correr sangre en décadas pasadas.
*Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Internacional de las Américas (Costa Rica), especializado en la temática del Medio Oriente.
Fuente: Infobae.
Versión NMI.