El pasado 4 de febrero se celebró el Día Internacional de la Fraternidad, principio que configuró, junto con la igualdad y la libertad, el tridente donde cabalgó el triunfo de la Revolución Francesa en 1789.
El pueblo francés, cansado de privilegios de pocos y desigualdad de muchos, tomó por asalto La Bastilla y empezó una horda de guillotinados, empezando por el rey Luis XVI. Muchos historiadores y pensadores concuerdan en que a partir de ese momento se dio inicio a la modernidad.
Si bien es cierto que a través de los siglos se han desarrollado los principios de igualdad y libertad, todavía se debate hasta el día de hoy el primero de ellos, con la lucha de las mujeres para poder votar, estudiar y desarrollar profesiones al igual que los hombres, cuestión que han logrado en el último siglo, siendo que en la actualidad está el debate de las diferentes comunidades LGTBX+ que también exigen igualdad no solo ante la ley, sino en la práctica cotidiana de la vida.
Es decir, la igualdad y la libertad son consignas vivas que han sido las banderas de lucha de millones de personas en los últimos siglos, aún hoy después de aquel 5 de mayo de 1789.
¿Pero qué ha pasado con la fraternidad? ¿En qué lugar se ha escondido? ¿Dónde se le ha visto en una pancarta, en una manifestación, en alguna ley? ¿Será que es un principio olvidado que debemos rescatar?
Reunión de dirigentes para organizar actividades interconfesionales. De izquierda a derecha: Miguel Truzman, de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV); Khalil Abdul Haddi, director de la mezquita Ibrahim Ibin Abdul Aziz Al-Ibrahim de Maripérez; pastor José Piñero, del Centro Cristiano de Los Teques; y padre Honneger Molina, párroco de la iglesia Nuestra Anunciación del Señor de La Boyera, Caracas
Yo particularmente quedé prendado del concepto de fraternidad cuando, años atrás, el nuncio apostólico Aldo Giordano, cuya alma debe estar a la diestra del Creador, me invitó a la conferencia de un profesor que venía de Italia, y que justamente tenía años desarrollando el tema de la llamada “fraternidad necesaria”. Era un catedrático de la Universidad de Shopia, Florencia, llamado Antonio María Baggio, quien entre tantos libros y conferencias decía: “Para que una sociedad progrese no basta con que las empresas produzcan bienes; además, deben producir el bien”.
Trato de adentrarme en este concepto, redacto artículos relacionados con la fraternidad, e incluso uno de ellos llegó a manos del nuncio apostólico mencionado, quien lo envió al Vaticano para que repose en los archivos de su prestigiosa biblioteca, lo que me tomó por sorpresa y me llenó de satisfacción.
La fraternidad es vernos como hermanos, es ayudar al otro sin esperar algo a cambio, es tenderle la mano al vecino, al compañero, al que sufre. Quizá es el principio más hermoso de la tríada enarbolada en la Revolución Francesa.
El pueblo judío se ha caracterizado por darle vida a este concepto, que en nuestra tradición milenaria es el tikún olam, que significa “reparar el mundo”. Incluso está dispuesto a tenderle la mano al enemigo, siempre estar presente cuando el otro lo requiere. Puede ser un individuo u otro país, como está pasando en este momento con el terremoto devastador ocurrido en Turquía el día domingo pasado, que también ocasionó daños importantes en Siria, y adonde Israel ya envió un contingente de 150 rescatistas expertos, además de los insumos y demás bienes tan necesarios en estas tragedias.
La comunidad judía de Venezuela también está dando un paso al frente, organizando un centro de acopio que tendrá con seguridad el respaldo desinteresado de todos nuestros miembros para paliar, en alguna medida, el sufrimiento y dolor de las familias afectadas.
El Estado de Israel, la comunidad judía de Venezuela y el pueblo judío en general ejercitan con frecuencia el principio del tikún olam, que por supuesto es anterior por varios milenios al concepto de fraternidad, pero ambos se erigen bajo un mismo pedestal de solidaridad, hermandad, apoyo y, en definitiva, ¿no es esto lo que el Creador quiere de nosotros?
El tikún olam está inclusive reseñado en nuestro Talmud, cuando en una Mishná (cuerpo de leyes que recoge la tradición oral) se expresa Mip’nei tikún olam, además de que en el rezo diario se utiliza la frase letaken olam bemaljut Shadai, que significa perfeccionar al mundo bajo la soberanía del Creador.
Recordemos que la indiferencia fue un factor fundamental que coadyuvó a que se cometiera el crimen más horrible en la historia de la humanidad, la Shoá.Seamos proactivos, estoy convencido que el tikún olam y la fraternidad son el único camino para sentir que todos, sin excepción, formamos parte de la familia humana.