Los estudiosos han tratado de establecer cómo fue cambiando esta festividad a lo largo de los milenios, usando multitud de fuentes religiosas y arqueológicas. He aquí algunos de sus hallazgos
Cuando se formó el Estado israelita centralizado, hace más de 3000 años, sus habitantes practicaban diversos ritos semíticos muy antiguos, entre ellos dos festivales de la primavera: Pésaj (Pascua) y Jag Hamatzot (fiesta del pan ázimo).
En cuanto a Pésaj, la parte del pueblo israelita que aún mantenía costumbres nómadas realizaba un viejo ritual pastoral para la llegada de la primavera. Esta era una época del año muy importante para ellos, pues nacían los corderos y comenzaba la migración anual hacia nuevas pasturas; en ese momento sacrificaban un “cordero pascual” y llevaban a cabo un banquete.
Mientras tanto, para los israelitas sedentarios que vivían de la agricultura, la primavera significaba el comienzo de la cosecha de los cereales, el más importante de los cuales era la cebada, por ser el primero en madurar. Aunque de este grano se obtenía un pan de inferior calidad, se trataba un producto muy apreciado, pues para ese momento se habían agotado las provisiones del año anterior y a veces cundía el hambre. Ese pan de cebada no estaría leudado, pues el procedimiento para leudar era agregar una porción de masa del pan anterior, que ya no estaba disponible. De todos modos, ese pan ázimo era bienvenido en medio de la escasez.
De hecho, en Vayikrá (Levítico) 23:5-6 se diferencia entre “la Pascua del Señor”, celebrada al anochecer del 14 del mes de Aviv (primavera), y Jag Hamatzot, que comienza al día siguiente. Con el tiempo se fueron fusionando las dos festividades, que convergieron gradualmente en una fecha: la luna llena del “primer mes” (Nisán).
En Vayikrá 23:10-16 se establece, además, que un ómer (medida de cantidad) de la cebada recién cosechada se debía llevar al Templo como sacrificio. La sistemática y obsesiva eliminación de jametz puede haberse originado como una precaución contra la infección de la nueva cosecha con moho proveniente de cualquier producto guardado del año anterior, lo que la habría arruinado.
Según el capítulo 22 del segundo libro de Reyes, el rey Josías de Yehudá (Judea) ordenó renovar el Templo de Jerusalén; ello ocurrió hacia el año 622 a.e.c., un siglo después de que el reino de Israel, al norte de Judea, fuese destruido por los asirios.
Mientras se llevaba a cabo la renovación, el sumo sacerdote Hilkiahu descubrió en una sala del Templo un antiguo “Libro de la Ley”, que se presume era una versión antigua del libro de Devarim (Deuteronomio), con una serie de órdenes divinas que no se estaban cumpliendo; Josías ordenó que se pusieran en práctica inmediatamente. Buena parte de esas leyes se relacionaba con Pésaj, que debía ser una festividad de carácter nacional celebrada únicamente en el Templo (Devarim 16:5-6). Así, la fecha se convirtió en motivo de peregrinación a Jerusalén, hacia donde el pueblo llevaría su cordero para el sacrificio. Al día siguiente del sacrificio comenzaría Jag Hamatzot, la semana en que solo se debía comer pan sin leudar.
Según algunos arqueólogos e historiadores, fue por esa época cuando comenzó a vincularse a estas festividades con el recuerdo de la salida de Egipto. Más tarde, durante el cautiverio en Babilonia (años 586 a 538 a.e.c.), se escribió —entre otros— el libro de Shmot (Éxodo), que narra esa historia y pudo inspirar a los judíos a mantenerse como un pueblo unido en medio de la diáspora. Según el profeta Ezra, tras el retorno a Éretz Israel y la inauguración del Segundo Templo (año 516 a.e.c.), “los hijos del cautiverio mantuvieron la fiesta de Pésaj desde el decimocuarto día del primer mes, y conservaron la fiesta de las matzot durante siete días con alegría” (Ezra 6:19-22).
Tras reconquistar Judea de manos helénicas y purificar el Templo en el año 165 a.e.c., la nueva dinastía hasmonea introdujo otros cambios en la festividad de Pésaj. Ahora el sacrificio pascual no lo hacían los sacerdotes, sino cada jefe de familia; también parece haber comenzado en esa época la costumbre de entonar cánticos de alabanza a Dios, e incluir vino en las comidas familiares.
Más tarde, durante el dominio romano, habían crecido grandes comunidades judías fuera de Éretz Israel. Las masivas peregrinaciones desde todos los confines del imperio dificultaron que se cumplieran a cabalidad las costumbres de la comida pascual dentro del área del Templo, por lo que se permitió relajar esa norma: ahora las comidas podían llevarse a cabo en cualquier lugar de Jerusalén. Por otra parte, las autoridades romanas se veían sobrepasadas por la llegada de tantas miles de personas, por lo que reforzaban sus guarniciones para controlar cualquier revuelta.
Tras la destrucción del Segundo Templo, la escuela rabínica establecida en Yavne por Yojanán ben Zakai y Rabán Gamliel II comenzó a desarrollar el judaísmo de la nueva época diaspórica. Entre sus especificaciones, incluidas más tarde en la Mishná (redactada hacia el año 200 de la era común), está el embrión de lo que hoy conocemos como Séder de Pésaj, forma de celebrar la festividad en cada uno de los hogares judíos.
Un tratado talmúdico dedicado específicamente al tema, Pesajim, sugiere, sin embargo, que la celebración hogareña de Pésaj había comenzado aun antes de la destrucción del Templo. El canto de Halel (salmos de alabanza), que acompañaba la ofrenda pascual, empezó a entonarse en las fiestas familiares cuando el cordero se comía en casas particulares en toda Jerusalén. El Séder casero, hacía un recuento de la historia del Éxodo en respuesta a las preguntas formuladas por los niños. La redacción de estas preguntas cambió con el tiempo, hasta que se convirtieron en el Ma Nishtaná que conocemos hoy como parte de la Hagadá.
Con información de myjewishlearning.com y Haaretz
La Hagadá es un instrumento pedagógico sorprendente. La primera evidencia documentada de partes de la Hagadá se encuentra en la Mishná: la disposición de la mesa, los salmos, las bendiciones y otros contenidos coinciden sustancialmente con lo allí establecido. Más tarde se agregaron midrashim (comentarios), y la mayor parte del texto actual de la Hagadá se completó hacia el final del período talmúdico (siglo VI de la era común). Una evidencia de la amplia aceptación de la Hagadá es su inclusión en el libro de oraciones de Rav Amram, del siglo VIII.
La Hagadá comenzó a copiarse como un libro separado en el siglo XII. Las adiciones medievales incluyen piyutim (poemas litúrgicos) y textos específicos en respuesta a las persecuciones sufridas en cada época. Los libelos de sangre medievales, que solían proliferar en la época de Pésaj, incluso llevaron a un dictamen rabínico que dispuso usar solo vino blanco en el Séder para evitar que pareciera sangre.
Existen ejemplos maravillosos de manuscritos iluminados de la Hagadá, entre los que destacan las de Barcelona, Praga, Ámsterdam y Venecia.