Sonia Zilzer Z’L
El presente dossier sobre los judíos en la ciencia-ficción fue una idea concebida hace varios años, que por una u otra razón no se había materializado hasta ahora. Cuando se lo mencioné a la recordada Sonia Zilzer, directora de Cultura de la UIC, se entusiasmó para aportar este texto sobre Isaac Asimov (1920-1992), a quien tanto admiraba.
Lamentablemente Sonia no vivió para ver su artículo publicado, el cual sin sospecharlo se convirtió en su aporte póstumo a Nuevo Mundo Israelita.
S.R.
Prolífico es la palabra con la que se identifica, ciencia-ficción es el género; sin embargo él escribió hasta los años 1950 ciencia-ficción, y luego se dedicó a tantos otros tópicos. Como él mismo diría, era un generalista, tenía una memoria privilegiada, era un ávido lector, no tenía una dirección específica en su lectura, y cuando niño leía lo que encontraba desde historia, literatura antigua y romántica, hasta cómics.
Descubrió que era un contador de historias; si la palabra existe, era un explicador. Las cosas que él describía o explicaba, desde historia hasta ciencia, quedaban claras para la audiencia. De hecho, su forma de escribir ciencia era como si hubiera un misterio a resolver; su forma de escribir historias, cuentos y libros de sci-fi era simple, sin adornos, con gran emoción y “científica”.
Isaac Asimov nos mantiene adheridos a sus historias de principio a fin. No hay forma de abandonarlo; tienen emoción, misterio, dinamismo. Estarán pensando que hablamos solo de su literatura, de sus obras de ficción; pues no, así escribía ciencia y no ficción. Sus libros para jóvenes sobre ciencia, su Guía para el estudio de la Biblia, su historia, tienen ese sabor y esa velocidad de escritura en la que leemos y aprendemos sin darnos cuenta de que llegamos al final de la obra.
Hijo de inmigrantes polacos judíos, este escritor de posturas liberales, profundamente racional, doctor en Química y escritor por vocación, nos llenó los estantes de las bibliotecas de gran variedad de cuentos. Podríamos decir que es un escritor judío, pero imagino que él diría que es un judío que escribe.
Su formación fue la confluencia de su educación formal en las escuelas y su constante visita a la biblioteca:
Recibí los fundamentos de mi educación en la escuela, pero eso no fue suficiente. Mi verdadera educación, la superestructura, los detalles, la verdadera arquitectura, salió de la biblioteca pública. Para un niño pobre cuya familia no podía permitirse el lujo de comprar libros, la biblioteca fue la puerta abierta para preguntar y lograr, y nunca podré estar suficientemente agradecido de haber tenido la inteligencia para sacar el máximo provecho de ella.
Ahora, cuando leo constantemente acerca de la forma en que los fondos para las bibliotecas están siendo talados y cortados, solo puedo pensar que la puerta se cierra y que la sociedad estadounidense ha encontrado una manera de destruirse a sí misma.
Si bien inició su carrera de escritor con la ciencia-ficción y es tremendamente conocido por ello, hacia finales de los años 1950 cerró ese círculo para iniciarse en la escritura de no ficción. Se dedicó a libros de educación en ciencia, en historia y literatura.
Sus creaciones de ciencia-ficción más recordadas son las del Imperio Galáctico y la Fundación, y las historias de robótica, con las famosas tres leyes:
Asimov atribuyó estas tres leyes a John W. Campbell, amigo y editor de la revista en la que Asimov comenzó a publicar sus historias. Sin embargo, Campbell sostiene que Asimov ya las tenía pensadas, y que simplemente las expresaron entre los dos de una manera más formal.
Los libros sobre el Imperio Galáctico y la Fundación son una serie de novelas históricas que recrean, en una galaxia no tan lejana, el surgimiento y caída del Imperio Romano, y la Edad Media.
Ilustración de Michael Whelan para una de las ediciones de Fundación. Apple TV ha adquirido los derechos para filmar esta trilogía clásica de Asimov, un proyecto realmente ambicioso.
(Imagen: Tumblr)
Su famosa novela Nightfall, considerada por muchos de las mejores de ciencia-ficción, habla de un mundo donde nunca oscurece pues está iluminado por un sistema binario de soles, pero una vez cada tantos miles de años hay oscuridad, y los habitantes caen en la desesperación y la violencia.
Pero el mismo Asimov no consideraba a esa una de sus mejores obras. Para él El Hombre bicentenario, El pequeño niño feo y La última pregunta eran sus historias favoritas. Lo que tienen de especiales es que tocan con gran belleza y sencillez lo humano, nuestra condición. En El hombre bicentenario (llevada al cine en 1999) se relata la lucha de un robot para que su humanidad sea reconocida, en el camino aprende a amar y a ser solidario con los demás, y a la vez nosotros aprendemos a reconocer en esa “máquina” los valores y piedras fundacionales de nuestra humanidad.
El pequeño niño feo habla del amor maternal y del respeto a las diferencias, mientras en La última pregunta se habla de nuestro origen. Los tres relatos están llenos de contenidos propios de la ciencia-ficción: robots, viajes en el tiempo y supercomputadoras, y es a través de esas maravillas de la tecnología que encontramos lo propiamente humano. Hay que recordar que estas historias fueron escritas a mediados del siglo pasado, así que hallamos en ellas algunas “predicciones”, muchas de las cuales hoy son realidad, como las supercomputadoras.
Lo fascinante de Asimov es que durante toda su vida escribió sobre muchos temas sin miedo a expresarse con libertad, poniendo al frente sus creencias. Así encontramos, en su Guía para el estudio de la Biblia, a un erudito que nos invita a leer el texto sagrado con libertad y capacidad para asombrarnos, y encontrar lo histórico y fantástico del relato bíblico. Nos llena de información y nos invita a la reflexión.
¿Escritor judío o un judío que escribe? Sí creo que hay algo en la formación judía que nos invita a estudiar, a cuestionarnos lo que nos circunda y realizar un análisis concienzudo de esa realidad. En eso pienso que es un escritor judío. Pero ciertamente, fue sobre todo un ser humano de prodigiosa memoria, gran dedicación y enormes conocimientos, con valores universales, que dio más de 500 obras a la humanidad y que no fue mezquino con su sapiencia. Nos acercó a la ciencia sin abandonar la fantasía y la compasión.
Su escritura directa, abierta, como si conversara con uno, desmonta constantemente el mito de que el conocimiento es inalcanzable. Sus relatos de ciencia-ficción, si bien dentro de un género que por muchos no es considerado gran literatura, toca temas universales: amor, poder y justicia. Nos lleva de la mano por la ciencia y la literatura, y al terminar sus libros nos sentimos complacidos, satisfechos y más cerca de nuestra propia humanidad.
No soy experta en esto de escribir ensayos, menos en literatura; sin embargo, me siento muy contenta de haber recibido esta oportunidad de ofrecerle a Isaac Asimov un humilde homenaje, y espero que este reconocimiento los invite a leerlo y a disfrutar de su infinita imaginación.
Fuentes:
Haaretz.com
MyJewishLearning.com
Wikipedia.org
Véase también: