El precepto fundamental de Rosh Hashaná es escuchar el Shofar, la mitzvá número 405 de las 613 de la Torá según el listado de Séfer Hajinuj, y que aparece en la parashá Pinjás (Séfer Bamidbar 29:1). La pregunta que entonces surge es la siguiente: ¿por qué esta mitzvá se prescribe precisamente en la parashá que lleva el nombre de Pinjás, y no en cualquier otra?
No se debe en sí, Jas Veshalom, al acto de violencia que Pinjás protagonizó (aunque justificado y legítimo, un acto de violencia al fin), sino a que su Neshamá despertó y no se dejó llevar por la inercia de una situación ignominiosa y degradante ante la cual otros, incluso más notables y encumbrados que él, no se sintieron capaces de actuar. Rosh Hashaná se trata precisamente de despertar del letargo espiritual, y de ahí la costumbre de evitar dormir en las horas diurnas durante Rosh Hashaná. La voz estridente y vibrante del Shofar le habla directamente a la Neshamá y la convoca y la apremia para que deje a un lado –de una vez por todas– los pretextos y las demoras, y se ponga a trabajar con entusiasmo en la Torá y las mitzvot, para que se asocie de ese modo con el Todopoderoso en el propósito de mejorar y perfeccionar el mundo por Él creado.
El Shofar se fabrica a partir del cuerno de un animal kasher. Para Rosh Hashaná es preferible el cuerno de un carnero en conmemoración a la Akedat Itzjak que tuvo lugar un primero de Tishrí. También sirven los cuernos de una cabra o de una gacela. Sin embargo, no son válidos los de un toro (o una vaca) pues evocan el triste episodio del Becerro de Oro (Jet Haéguel). De aquí se aprende que el Shofar no es un cuerno (Keren) cualquiera sino más bien el espacio vacío e impalpable que se encuentra en su interior. El Keren es simplemente el arma de combate de ciertos animales pero el Shofar es el arma espiritual de la Neshamá. Es la dualidad materia (Keren) y espíritu (Shofar) inherente al universo creado por Dios.
Cuando Moshé delegó su liderazgo sobre Yeoshúa Bin Nun (Séfer Devarim 31:7) le encomendó “Fuerza y Valor” (“Jazak Veematz”). La fuerza es el Keren y el valor es el Shofar. Para el judaísmo, el valor es una cualidad de índole espiritual que nace de la fe (Emuná) y del apego a la verdad (Emet). Las tres palabras (Ematz, Emuná y Emet) provienen de la misma raíz hebrea.
Rosh Hashaná es una fecha marcada por la dualidad por lo que, para muchos, es la razón principal por la que se celebra durante dos días (y no uno) dentro y fuera de Éretz Israel. Representa la angustia de ser sometido a juicio (Yom Hadín), y a su vez el sereno regocijo que produce saber que Dios está sentado en Su trono conduciendo el destino del mundo. Rosh Hashaná son dos días al igual que dos son las Lujot (Tablas de la Ley) que representan la dualidad de nuestra relación con Dios y con el prójimo. De ambas depende nuestra armonía espiritual. Además, en Rosh Hashaná se conmemora la creación del mundo pero también, y sobre todo, la creación del hombre. Por eso leemos en Talmud Yerushalmi (Maséjet Rosh Hashaná I, 3) que “todos los ángeles se reúnen frente a Dios y le preguntan: Señor del mundo, ¿cuándo cae Rosh Hashaná? Y Dios dice: ¿A mí me preguntáis? Iremos juntos y preguntaremos al Bet Din allá en la tierra”. ¿Qué nos enseña esto? Que Rosh Hashaná es la fecha que se dedica por excelencia a la exaltación de la naturaleza humana.
Por eso Rosh Hashaná lleva implícito el compromiso, para cada quien, de desarrollar en todo lo posible su potencial espiritual. Pero esto solo se logra con un corazón alegre y una mentalidad optimista. En este año 5779, que ahora se inicia, alejemos de nosotros el desaliento y la pesadumbre. Hallemos Fuerza y Valor en el camino de la Torá, y en el cumplimiento de las mitzvot.
Que haya salud, Parnasá y Shalom para nuestra kehilá, y todas las kehilot alrededor del mundo, y también para nuestros queridos hermanos de Medinat Israel. Y para nuestra querida Venezuela, en esta época del año en que el Todopoderoso juzga y fija el destino de todas las naciones, que sea bendecida con la paz, la felicidad, la concordia y el entendimiento que nos encamine al progreso espiritual y material del cual nos consideramos merecedores.
Shaná Tová, y que seamos todos inscritos en el Libro de la Vida. Amén.
Rabino Isaac Cohén