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Max Preschel*
P or estas fechas se conmemora el centenario de la Declaración Balfour, la cual, para nuestros amigos tercermundistas trasnochados, BDS-istas, islamistas en sus variadas presentaciones, antisionistas de todo pelaje y un largo etcétera, es la prueba máxima e irrefutable de que el Estado de Israel es una creación del imperialismo.
Pero resulta y pasa, como tantas veces hacen nuestros amigos arriba enumerados, que no echan el cuento completo.
La tal Declaración Balfour, expresando “simpatía por las aspiraciones sionistas” y ofreciendo apoyar el establecimiento de un “hogar nacional para el pueblo judío en Palestina”, fue promulgada por el gobierno de Su Majestad británica cuando aún no tenía el control de ese territorio, sino que estaba en medio del conflicto armado que después se llamó Primera Guerra Mundial, en el bando contrario al Imperio Otomano. La agenda —no tan oculta— de los ingleses era reclutar el apoyo de los judíos para el esfuerzo bélico británico, y ganarle la partida al Imperio Alemán, aliado de los otomanos.
Simultáneamente, el gobierno de Su Majestad prometía a los jeques árabes que iba a “favorecer la independencia árabe” en territorios que todavía estaban bajo control otomano (véase la correspondencia McMahon-Hussein en Wikipedia). La condición era que los jefes árabes apoyaran militarmente a los británicos y sus aliados en contra del dominio otomano.
Ambas promesas, la expresada en la Declaración Balfour y la contenida en la correspondencia McMahon-Hussein, eran intencionalmente difusas y guabinosas, en términos de cuál sería la naturaleza de los entes políticos prometidos, sus límites, etc. Como siempre, muy expertos los diplomáticos de Su Majestad británica en sembrar ambigüedades e imprecisiones, para así mantener todas sus opciones abiertas, como debe ser.
Pero a la hora de cumplir el compromiso, cuando después de la Primera Guerra Mundial la Sociedad de las Naciones le otorgó a Inglaterra el control de ese territorio en lo que se llamó el Mandato de Palestina —que incluía la obligación de ejecutar lo prometido en la Declaración Balfour—, el gobierno británico consideró que sus intereses imperiales cuadraban mejor con los de los árabes que con los de los judíos.
Claro, era comprensible: los árabes cubrían un inmenso espacio geográfico, todo el Medio Oriente; y, sobre todo, había aparecido un nuevo elemento en las consideraciones geopolíticas: el petróleo. Una potencia imperial como Inglaterra no podía echarse encima el antagonismo del mundo árabe, que contaba con incalculables reservas de petróleo en su subsuelo, a costa de cumplir con el difuso compromiso de favorecer el establecimiento de un “hogar nacional” para el pueblo judío en Palestina.
¿Cuáles fueron las acciones de gobierno de Su Majestad británica cuando tuvo el control efectivo del territorio asignado al Mandato de Palestina? Esencialmente, bloquear al sionismo y favorecer las aspiraciones árabes. A continuación una lista no exhaustiva, ya que este es un artículo de prensa y no un tratado de historia:
• En 1922 los británicos fragmentaron Palestina, excluyendo del alcance del Mandato todo el territorio al este del río Jordán para crear el Emirato de Transjordania, con un jeque títere de la familia hachemita colocado allí como emir y luego rey. Ese es el origen de la actual Jordania: esa sí, claramente, es una creación del imperialismo británico.
• Bloqueo al proyecto sionista de independencia judía, plasmado en la emisión de sucesivos “Libros Blancos”, siendo el más fatal en sus efectos el de 1939; pues en ese año fatídico los británicos obstruyeron de hecho la inmigración judía al territorio del Mandato. ¿Cuántos de los seis millones de judíos asesinados por los nazis se habrían salvado si no hubiese existido ese bloqueo?
• Participación en la guerra de 1948 de los países árabes contra el naciente Estado de Israel. El ejército árabe mejor entrenado y equipado era el de Jordania, comandado por oficiales británicos (googleen “Glubb Pasha”).
En resumen, podemos decir que el Estado de Israel surgió a pesar del imperialismo británico, y en abierto conflicto con él. Cinismo o ignorancia es decir lo contrario.
Ofrezco mis servicios profesionales para reclamar al gobierno de Su Majestad británica el que haya establecido a Jordania como monarquía bajo dominio de la dinastía hachemita, y exigir que en su lugar se establezca allí el Estado palestino.
*Ingeniero civil, M.Sc. in Jewish Studies, colaborador de la CAIV.