En el presente artículo del 20 de febrero, este destacado analista señalaba que los líderes occidentales no se atreven a poner en su lugar a los elementos desestabilizadores, y al ser demasiado cautelosos solo recompensan a los actores internacionales forajidos
Doron Matza*
El escenario internacional está cambiando. Quien necesite una prueba debe mirar bien lo que está sucediendo actualmente en Ucrania y los efectos que está produciendo la tensión allí.
Sin duda, Ucrania es víctima no solo de la agresión rusa sino de un sistema internacional débil, y especialmente de Occidente que se ha entregado a una estrategia de dilación y diplomacia blanda cuando se trata de elementos rebeldes en el sistema internacional, especialmente cuando estos desafían la realidad existente.
Las tácticas de Occidente en política internacional derivan del deseo de mantener una existencia confortable. Esa premisa, puesta en práctica por Barack Obama cuando asumió la presidencia de Estados Unidos, ha hecho que los cambios surgidos en la política internacional hayan convertido al mundo en un lugar peligroso, inestable e incontrolable, pero se ha convertido en un principio férreo de la política exterior estadounidense y europea, volviéndola demasiado prudente y endeble.
Esta política, que busca reducir fricciones, administrar cuidadosamente los riesgos y que santifica la estabilidad, se aplica incluso cuando recompensa a los elementos internacionales subversivos. La diplomacia blanda es ahora el nombre del juego; aquellos que hablan con suavidad ya no llevan grandes garrotes, y esa política se ha vuelto cada vez más irrelevante frente a fuerzas determinadas a cumplir sus objetivos.
Una columna de humo se eleva desde el bombardeado aeropuerto militar de Chuguyev, cerca de la ciudad de Járkov
(Foto: AFP)
Rusia no es el único elemento activo en la crisis actual, y es poco probable que Ucrania sea la única víctima de la diplomacia occidental. Incluso al más lerdo de los expertos le ha resultado difícil en estos días no comparar a Ucrania con Israel, ya que es demasiado claro que Rusia está emergiendo como el «Irán» de Europa del Este, mientras que Ucrania se convierte en nada menos que en Israel.
No es una situación idéntica, ni en términos del poder de Rusia e Irán ni en las circunstancias de Ucrania e Israel. Sin embargo, uno tiene que mirar más allá de los detalles. Y a ese nivel, se trata exactamente de la misma historia.
Al igual que Rusia, Irán está decidido a cumplir sus planes estratégicos en el Medio Oriente y convertirse en una potencia regional. Es decidido, agresivo, y no rehúye pagar precios económicos que en Occidente serían muy «significativos» pero para Moscú y Teherán, culturas menos hedonistas, no son tan importantes.
Al igual que Rusia, que está dando pasos para redefinir el ámbito estratégico en Europa, Irán está avanzando en esa dirección con respecto al Medio Oriente. Las negociaciones actuales entre Occidente e Irán imitan las negociaciones entre Occidente y Rusia, a expensas de Ucrania.
En este contexto, es importante entender que todos los pasos dados por el presidente ruso, Vladimir Putin, están al servicio de esas negociaciones, pero para él, presionar y amenazar con la guerra es una táctica rutinaria de negociación.
Recuerde: no se trata de una guerra, sino de chocar con el presidente estadounidense Joe Biden, el presidente francés Emmanuel Macron, el primer ministro del Reino Unido Boris Johnson, y el canciller alemán Olaf Scholz, las mismas personas que encabezan las conversaciones nucleares con Irán y que son igual de conciliadoras con los ayatolás como lo son hacia el Kremlin.
La política occidental que busca reducir fricciones, administrar cuidadosamente los riesgos y que santifica la estabilidad, se aplica incluso cuando recompensa a los elementos internacionales subversivos
En el caso de Irán, Israel deberá pagar el precio de la debilidad de Occidente. En el caso de Rusia, será Ucrania.
Occidente puede parecer comprensivo con Israel en este punto, pero al final del día Israel tendrá que valerse por sí mismo, algo que, naturalmente, tiene implicaciones de gran alcance. La advertencia de un diplomático ucraniano, de que Israel debería tener cuidado de no mantenerse neutral, queriendo significar «Ucrania hoy, mañana Israel», no puede descartarse.
La soledad estratégica de Israel podría costarle muy cara, especialmente el día después de un movimiento militar en Irán, si se convierte en una guerra prolongada de desgaste que Israel podría encontrar muy difícil de sostener. Esta es una mala noticia para la estrategia israelí, ya que a pesar de contar con logros significativos como los Acuerdos de Abraham, adolece de importantes desventajas.
Sin embargo, uno puede consolarse con el hecho de que Europa y Estados Unidos probablemente no criticarán a Israel en lo que respecta al proceso de paz israelí-palestino y la solución de dos Estados, exactamente por la misma razón: debilidad. Nadie, ni siquiera el presidente Biden, puede obligar a Israel a centrarse en el problema palestino, dado lo insignificante que este resulta frente a la amenaza de un Irán nuclear.
*Ex alto funcionario de la Agencia de Seguridad de Israel e investigador del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional.Fuente: Israel Hayom.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.