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Bassam Tawil*
A penas tres horas después de que el presidente de EEUU, Donald Trump, telefoneara al de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, para informarle de su intención de trasladar la embajada de ese país de Tel Aviv a Jerusalén, varios fotoperiodistas palestinos recibieron una llamada desde Belén.
Los que llamaban eran "activistas" palestinos, que invitaban a los fotógrafos a ir a la ciudad para documentar un "acontecimiento importante". Cuando los fotógrafos llegaron, descubrieron que el "acontecimiento importante" era un grupo de palestinos que querían quemar carteles de Trump ante las cámaras.
Los “activistas” esperaron pacientemente a que los fotoperiodistas y los cámaras prepararan sus equipos para capturar el "acontecimiento importante". Poco después, los medios bullían con informaciones sobre "furiosos palestinos que toman las calles para protestar" por la decisión de Trump de mover la embajada a Jerusalén y reconocer esta ciudad como capital de Israel. Así, el puñado de individuos grabados quemando imágenes de Trump parecían formar parte de protestas masivas en las comunidades palestinas.
Este incidente es otro ejemplo de la colusión entre los palestinos y los medios, cuyos representantes se muestran siempre satisfechos de servir de altavoces de la propaganda palestina y procurar una plataforma para la emisión de las amenazas palestinas contra Israel y EEUU.
Si los fotógrafos y los cámaras no hubieran hecho acto de presencia en la “espontánea” quema de carteles, los activistas palestinos habrían tenido que retirarse a algún café de Belén.
Pero no debían preocuparse por eso: los activistas palestinos tienen perfecta consciencia de que los medios locales y extranjeros están sedientos de sensacionalismo y, ¿qué mejor que ver carteles de Trump en llamas en la localidad natal de Jesús en vísperas de Navidad, mientras miles de peregrinos cristianos y turistas ponen la mira en la ciudad?
Al distorsionar la ceremonia de la quema de carteles para que pareciera reflejar una extendida ira palestina ante las políticas de Trump sobre Jerusalén, los medios internacionales han sido nuevamente cómplices de la propaganda palestina. Los líderes y portavoces palestinos se afanan en crear la impresión de que la política jerosolimitana de Trump incendiará la región. Asimismo, tratan de enviar a los estadounidenses el mensaje de que las políticas de su presidente ponen en riesgo sus vidas. En efecto, los medios sirven deliberadamente a la campaña palestina de intimidación. Y la cobertura mediática de la farsa de Belén es solo el principio.
Ahora que los palestinos, con la ayuda de los medios, se las han arreglado para meter esas imágenes incendiarias en la mente de millones de estadounidenses, están planeando nuevas protestas prefabricadas. El objetivo: aterrorizar a la opinión pública de ese país y forzar a Trump a rescindir su decisión sobre el estatus de Jerusalén. Esta táctica de intimidar a través de los medios no es nueva. De hecho, es algo que lleva décadas produciéndose gracias, en gran medida, a la actitud de los principales medios de Occidente.
Los periodistas palestinos y occidentales han sido invitados a cubrir una serie de protestas planeadas por los palestinos para los días y semanas venideros, en respuesta a las decisiones de Trump. A los periodistas, incluidos los fotoperiodistas y los camarógrafos de TV, se les han entregado programas detallados de acontecimientos que tendrán lugar en distintas partes de la Margen Occidental y la Franja de Gaza. Se les ha prometido que habrá más escenas de fotos de Trump y banderas de Estados Unidos incendiadas. Algunos incluso han recibido indicaciones sobre los lugares donde se supone que va a haber “choques” entre alborotadores palestinos y soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (Israel Defense Forces, IDF). En otras palabras: a los periodistas se les ha dicho dónde tienen que estar para sacar a palestinos tirando piedras a soldados... y la predecible respuesta de las IDF.
Esto es lo más divertido. Si, por cualquier razón, los cámaras no tienen show, los “activistas” se encargarán de que lo haya. En el mundo palestino todo gira en torno a la manipulación de unos medios a los que hay que reclutar para la causa. Y la causa es siempre machacar a Israel, seguida a poca distancia del basureo contra Trump.
Sí, los palestinos protestarán en los próximos días contra Trump. Sí, tomarán las calles y tirarán piedras a soldados de las IDF. Sí, quemarán imágenes de Trump y banderas de EEUU. Y sí, perpetrarán actos terroristas contra israelíes. Pero cuando nos sentemos en el salón y veamos las noticias procedentes de la Margen Occidental y la Franja de Gaza, preguntémonos: ¿cuántos de esos acontecimientos son, en realidad, farsas mediáticas? ¿Por qué los periodistas se dejan embaucar por la maquinaria propagandística palestina, que expele odio y violencia desde la mañana hasta la noche? ¿Y por qué los periodistas exageran y confunden las amenazas palestinas de violencia y anarquía?
En primer lugar, muchos periodistas quieren apaciguar a sus jefes y lectores ofreciéndoles historias que pinten negativamente a Israel. Segundo: algunos periodistas creen que escribiendo historias antiisraelíes pavimentan el camino a que les concedan premios otorgados por organizaciones “virtuosas”. En tercer lugar, numerosos periodistas creen que escribir informaciones antiisraelíes les da acceso a los denominados “progresistas” y al supuesto cotarro ilustrado que fantasea con estar del lado correcto de la Historia. No quieren reparar en que 21 Estados musulmanes han tratado durante décadas de destruir el Estado judío; en cambio, parecen pensar que si los periodistas quieren ser “progresistas” y “abiertos de mente”, han de apoyar al más débil, que creen que son los palestinos. Cuarto: muchos periodistas ven el conflicto como una lucha de malos (supuestamente los israelíes) contra buenos (supuestamente los palestinos), y que su deber es alinearse con los buenos, incluso si incurren en la violencia y el terrorismo.
Recientemente, los terroristas musulmanes masacraron a más de 300 fieles de la misma religión mientras rezaban en una mezquita del Sinaí. Probablemente esa tragedia fue cubierta por menos periodistas que la orquestada quema de carteles de Trump en Belén. ¿Dónde estuvo el furor en los mundos árabe y musulmán? Ahora, los árabes y los musulmanes están hablando de "días de la ira" contra Trump. ¿Por que no hubo días de la ira en los países árabes y musulmanes cuando más de 300 fieles, muchos de ellos niños, fueron asesinados durante el rezo del viernes?
Ha llegado la hora de que los medios reflexionen. ¿De verdad desean seguir siendo los voceros de los árabes y los musulmanes que intimidan y aterrorizan a Occidente?
Los periodistas están activamente coludidos con la AP y con Hamás para crear la falsa impresión de que estallará la Tercera Guerra Mundial si la embajada de EEUU se traslada a Jerusalén. Han masacrado a cientos de miles de musulmanes y cristianos desde el inicio de la Primavera Árabe, hace ya más de seis años. Han sido asesinados por musulmanes terroristas y por otros árabes. El baño de sangre sigue teniendo lugar en el Yemen, Siria, Iraq y Egipto.
Que nadie se confunda: esos "ríos de sangre" que se vaticinan ya están corriendo. Lo que tiñe de rojo el panorama son los cuchillos que árabes y musulmanes ponen sobre las gargantas de otros, no una declaración de un presidente estadounidense. ¿Quizá sea este un acontecimiento que merezca la cobertura de los reporteros que pululan por la región?
*Académico palestino
Fuente: Gatestone Institute