Israel predica con el ejemplo. Queremos perdurar y creemos que, con todos sus problemas, vale la pena mantener la vida, replicarla y esforzarse por mejorarla
Douglas Altabef*
Israel está en guerra. Está plagado de disidencia partidista. Israel es carísimo y exige que ambos padres trabajen, así como que los abuelos ayuden a criar a sus hijos. Ah, y sí, el número de personas que abandonaron el país aumentó significativamente el año pasado.
Si esto le suena a una sociedad extremista, llena de inseguridad, o incluso de autodesprecio, puede que usted tenga razón, salvo por un hecho revelador: Israel tiene, con diferencia, la tasa de natalidad más alta de los países occidentales.
De hecho, aparte del pequeño Mónaco y su población desproporcionadamente rica, Israel es el único país occidental que presume de una tasa de natalidad superior al reemplazo. Y la nuestra no solo supera el reemplazo: está muy por encima.
Se considera que la tasa de reemplazo es de 2,1 nacimientos por mujer. La tasa de natalidad judía de Israel ronda los 3, y ahora es incluso ligeramente superior a la tasa de natalidad árabe.
Nuestra tasa de natalidad no se limita solo a la comunidad haredí (ultraortodoxa), cuya tasa ha ido disminuyendo lentamente en los últimos años, sino que representa un fenómeno que abarca a todo el espectro social. Tres hijos parecen haberse convertido en la norma en la sociedad israelí, al igual que tener dos lo era en los Estados Unidos de la posguerra. Nadie se inmuta cuando alguien dice tener cuatro hijos, e incluso cinco suena normal.
¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible que esto ocurra ante a una adversidad e inseguridad casi sin precedentes? Por cierto, los nacimientos aumentaron 5% en Israel entre 2023 y 2024, impulsados por un aumento del 10% en los últimos meses de un año 2024 devastado por la guerra.
¿Se trata de una especie de silbido social en el cementerio, o de una suspensión generalizada y deliberada de la incredulidad? O más bien, ¿se trata de una profunda declaración existencial, un deseo de futuro, un apego a la vida misma, un acto que revela la profundidad y la fuerza del alma judía?
¿Por qué estas dificultades, generalizadas en todas las sociedades occidentales, han logrado descarrilar casi totalmente la formación de nuevas familias y su crecimiento en Occidente, mientras que aquí en Israel los abortos están disminuyendo y las personas solteras y las parejas homosexuales también se esfuerzan por tener hijos?
En definitiva, creo que la mera existencia del fenómeno suscita razones, explicaciones y perspectivas que podrían arrojar algo de luz sobre él.
La pregunta, por lo tanto, no es solo por qué una sociedad aceptaría tener hijos, sino también qué dice esta aceptación sobre una sociedad. ¿Qué ven los israelíes, en general, en tener y criar hijos, que otros no? ¿Por qué no los disuaden de tener hijos los obvios impedimentos y dificultades que esto conlleva?
Todos los niños son adorables, aunque también exigentes. Pero ¿qué diferencia hay entre tener un hijo y decir «Bueno, lo logramos» y tenerlo y decir: «Bueno, este es un gran comienzo»?
Algo que a menudo observo con alegría es lo involucrados, cariñosos y juguetones que son los padres con sus hijos. No hay reserva, ni distancia, ni la sensación de que esto no es algo que los hombres hagan. De hecho, los hombres lo hacen, lo aman y lo esperan con ilusión. Los hijos no son relegados; son compartidos como un esfuerzo por ambos padres.
¿Se trata de una profunda declaración existencial, un deseo de futuro, un apego a la vida misma, un acto que revela la profundidad y la fuerza del alma judía?
Esta disposición a disfrutar de los hijos, este deseo de participar en su crianza, podría ofrecer algunas respuestas. Son el gran proyecto, el punto de partida definitivo. Son el lienzo listo para la representación del espíritu humano.
¿Hay algo en el ser judío que lleve a la gente a tener hijos? En Estados Unidos, los judíos no religiosos tienen tasas por debajo del nivel de reemplazo, igual que sus vecinos gentiles.
¿Significa eso que las personas religiosas encuentran un significado especial en tener hijos? Quizá, pero los judíos menos observantes en Israel también tienen una multitud de hijos.
¿Quizá hay algo en el hecho de vivir en la tierra que Dios le dio a los judíos como herencia eterna? Después de todo, ¿cómo podría permanecer como patrimonio eterno si no lo poblamos?
Como olé (inmigrante reciente), estoy más que dispuesto a creer que este lugar tiene un espíritu, un carácter y una particularidad que aviva el deseo de formar parte de él, de verse como un contribuyente a la historia que se vive en Israel. Pero también creo que nuestra experiencia de tener muchos hijos tiene algo que ver con la “trasmisión”. En otras palabras, nuestra experiencia con los hijos tiene un componente de «luz entre las naciones», y esa luz debe poder brillar también en otros lugares.
Tenemos hijos que esperan sobrevivir y superarnos, y ellos, a su vez, querrán continuar la fiesta con sus propios hijos. Los hijos representan el potencial de hacer del mundo un lugar mejor. Son el tikun olam definitivo, porque sus esfuerzos continuarán después de que nos hayamos ido.
Tener hijos es dar la bienvenida al futuro, ojalá uno mejor que el presente. Miren a nuestros increíbles soldados, los cientos de miles que con orgullo acudieron al rescate de Israel después del 7 de octubre. Vinieron de algún lugar. Llevaron la huella de sus padres, abuelos, maestros y comunidades. Nosotros, sus antepasados, recibimos parte del crédito por su heroísmo y esperamos, a su vez, que este heroísmo se contagie a sus propios hijos.
Estamos dispuestos a comprometernos. Queremos perdurar, y creemos que, con todos sus problemas, vale la pena mantener la vida, replicarla y, sí, esforzarnos por mejorarla.
Israel es, sin duda, una aventura. Quizá cuando otros vean que enfrentamos la vida, a pesar de todas sus dificultades y absurdos, como una aventura que vale la pena mantener, podramos servir de ejemplo.
Tal vez sea demasiado tener esa esperanza, y mucho menos esperar que suceda. Pero se trata de una gran aspiración, tan grande como el deseo de tener hijos, muchos maravillosos hijos.
*Presidente de la Junta Directiva de Im Tirtzu y director del Fondo para la Independencia de Israel.
Fuente y foto: The Jerusalem Post.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.
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