“Y tomó Koraj, hijo de Itzhar, hijo de Kehat, hijo de Levi…”.
En esta oportunidad nuestra parashá relata sobre el levantamiento de Koraj y sus seguidores en contra de Moshé y Aharón.
Como es sabido, esta pelea diezmó a gran parte de los más grandes sabios del pueblo de Israel, y a casi todos los miembros de la familia de Koraj los “devoró” la gran boca que se abrió debajo de ellos.
Todos los comentaristas preguntan: ¿qué fue lo que detonó el conflicto? ¿Qué animó a Koraj a enfrentarse a Moshé, el más grande profeta de Israel?
Dice el Sefat Emet, ZT”L: “¿Por qué se aproximó la parashá de Koraj a la del precepto de usar tiztzit?
De este hecho es posible aprender una gran lección. El precepto de los tzitzit está basado en la acción de observarlos. Esta mitzvá es de suma importancia, ya que consigue abrir los ojos de la persona y a agudizar su visión. Pero no es suficiente con esto ya que con la simple mirada uno puede llegar a equivocarse en muchos aspectos. Por este motivo se recuerda en la parashá de los tzitzit: “Y no irás en pos de los deseos de tu corazón ni detrás de lo que vean tus ojos”.
A Koraj lo engañaron sus ojos: se conformó con solamente observar y cayó en un error fatal. Vio en la profecía que de él surgirían grandes personalidades, equivalentes a Moshé y a Aharón juntos.
De este hecho comprueba el Rabí de Lublín que también la profecía o la inspiración divina pueden llegar a afectar a la persona y provocarle tropiezos si no ha refinado su carácter, ni se ha esforzado por alcanzar logros en el ámbito moral, elementos que ciertamente lo protegerán de cualquier sentimiento de orgullo y soberbia”.
El poder visual es un arma de doble filo. Por un lado nos permite relacionarnos con nuestro entorno, nos deja ver la “mano” del Creador en cada rincón del universo. Un “buen ojo” ve de forma positiva a los demás, y convierte a todo lo que ve en fuente de de inspiración. Pero también puede llevarnos a compararnos con los demás, a ver lo que no tenemos y desear lo que no nos corresponde, a fijarnos en las faltas de los otros y en las “imperfecciones” del medio que nos rodea. Unos ojos que no se dirigen hacia buenos objetivos tenderán a perderse en la negatividad y en la codicia, a observar exclusivamente la parte física de mundo.
La Torá nos proporciona las herramientas para profundizar en lo que vemos, para encontrar la esencia de las cosas ubicadas más allá de su imagen superficial.
Shabat Shalom