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“Y tomó Kóraj, hijo de Itzhar, hijo de Kehat, hijo de Levi, y Datán y Abirám, hijos de Eliab, y On, hijo de Pelet, hijos de Reubén. Y se levantaron (sublevaron) frente a Moshé y a algunos personajes de los hijos de Israel, doscientos cincuenta ministros de la congregación llamados a la asamblea, gente de renombre” (16, 1-2).
He aquí la primera gran pelea política en la historia del pueblo judío. No fue como en aquellas discusiones y debates de los candidatos al poder, o de un partido contra otro, cada uno clamando tener en sus manos la verdad; sino simplemente un individuo decidió que el liderazgo no estaba siendo llevado correctamente. De hecho, en esta pelea no había dos partes peleando entre sí, sino que alguien resolvió separarse y comenzar un conflicto. Como lo señalan nuestros sabios en Pirké Avot: “¿A qué se le llama una pelea que no engrandece el nombre del Creador? A la que tuvo Kóraj y sus seguidores”. Y aquí no se menciona a Moshé.
Todos conocemos el desenlace de esta triste historia. Nuestros sabios incitan, y así lo menciona Rashí, a que nos demos cuenta de lo grave y triste que puede llegar a ser una querella o pleito, pues cuando alguien es culpable y debe ser castigado por un tribunal celestial o terrenal, debe contar con una edad mínima, pero en esta ocasión niños pequeños, ancianos y mujeres perecieron a raíz de este conflicto.
“Y tomó Kóraj”, a partir de lo cual se preguntan los comentaristas qué fue lo que tomó. Unkelus (traductor de la Torá) explica que Kóraj se tomó a sí mismo hacia un lado y se separó del resto de la congregación, hecho que lo llevó a pelear contra Moshé y poner en tela de juicio su liderazgo. Es decir, no fue la duda que tenía Kóraj sobre Moshé la que lo motivó a levantarse en su contra, sino el deseo de separarse. ¡Asombroso!, ya que este episodio abre una ventana para el conocimiento y reconocimiento de nuestras fuerzas personales, y de las distintas inclinaciones que nos impulsan a hacer determinada acción, o a tomar cierta decisión en nuestra vida.
Cuando surge una falla dentro de nuestras comunidades puede ser también dentro de nuestro ámbito familiar o laboral, si nuestra primera reacción es buscar la separación, pues determinamos que lo único que hay que hacer aquí es romper y crear algo nuevo. Hay que verificar si este deseo no se hallaba dentro de nuestro corazón, antes de surgir dicho problema.
Muy probablemente las ganas de cortar por lo sano, como dicen, ya estaban ancladas en nuestra conciencia, tal vez por el simple hecho de que hay que cambiar, renovar la imagen, o por puro aburrimiento. Por ello nuestros jajamim dicen que la decisión tomada en esas condiciones no lo es en nombre de Dios (le shem shamayim), sino que está inmersa en intereses personales, egoísmo y la búsqueda del honor.
El consejo de la Torá es: “No seáis como Kóraj y su congregación”. Siempre habrá malos entendidos dentro de las comunidades, dentro de una sinagoga y dentro de nuestra propia casa; es totalmente válido. Sin embargo, nuestra actitud deberá ser: “Resolvamos esto juntos, mejoremos la situación aportando cada uno ideas nuevas”. Como dice el letrero que suelen poner en algunos establecimientos: “Si le ha gustado, coméntelo afuera, y si algo no le pareció, coméntelo con nosotros y trataremos de mejorar”.
Esta es la idea central de nuestra parashá: no separarnos los unos de los otros, mantener nuestra fuerza de unión en casa, y no diseminarnos en grupitos. Así, con el favor de Dios, volveremos a ser como un hombre con un solo corazón, y recibiremos juntos la llegada del Mashíaj en nuestros días. Amén.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda