U na pelea -conocida por nosotros- se desató en el campamento de Israel, dividiendo a la congregación, generando confusión y escándalo.
Koráj, motivado por aparentes razones de justicia comunitaria, consigue hacerse de un honorable público para poner en tela de juicio el liderazgo de Moshé. Él, a su vez, trata por todos los medios de contener la pelea, exponiendo que las decisiones son de origen divino. Y que Dios le otorga a cada uno un sitio dentro de la realidad del pueblo judío, con herramientas y medios óptimos para crecer y aportar de sí mismo a los demás.
Moshé evalúa que dicha revuelta deberá ser silenciada de forma contundente, ya que las bases de toda la Torá se encuentran sustentadas sobre la plataforma de que Dios es quien elige al líder de Israel. Para tales efectos utiliza el recurso de la ofrenda del incienso: “Así harán, tomen para ustedes incensarios, Koráj y su seguidores. Y coloquen sobre el fuego, pongan encima especias frente a Dios mañana, y será la persona a quien haya elegido Dios, será santificado… Suficiente (grande) es ya para ustedes, hijos de Levi” (16, 6-7).
Cuestiona Rashi: “Grande es para ustedes”, algo muy grande les dije, pues quien ofrenda incienso cuando no está avalado, entra en riesgo de muerte.
Pero ¿acaso eran necios? Fueron advertidos del peligro, y aun así continuaron adelante con la prueba.
La respuesta es que ellos pecaron contra sus propias almas. Como está señalado más adelante: “Los incensarios de estos pecadores en contra de sus almas”.
Cualquiera que analice esta actitud de Rashi, le sería muy difícil entenderlo, pues a pesar de su explicación, la pregunta continúa.
El “Ketab Sofer”, ZT”L, explica: “Es conocido lo que dicen nuestros jajamim, que una persona no comete pecados sino cuando un hálito de insensatez ha ingresado en ella, ya que ella no se da cuenta del castigo que tiene frente a sí, a cambio de un placer frugal y efímero”. Todo ello vigente cuando se trata de un placer físico. Pero si el mal instinto lo empuja hacia un pecado espiritual, como lo fue en la revuelta de Koráj, deseando honor y posiciones importantes dentro de la congregación de Israel, el sacerdocio y la corona. Pretender que por medio de ello la presencia divina repose en Israel -siendo este un error ideológico-, no existe inteligencia ni entendimiento para neutralizarlo, pues el pecador no se da cuenta de su grave error, al contrario, cree que está haciendo una gran mitzvá. A eso se refiere Rashi al decir que pecaron contra sus almas. Estaban seguros de que arreglaban y mejoraban sus almas”.
Si bien solemos escuchar que en los mensajes de esta parashá se encuentran el valor de la paz intercomunitaria, nuestra plena fe y confianza en nuestros líderes espirituales, particularmente en la profecía y liderazgo de Moshé, no obstante, el Ketab Sofer nos indica que en un punto más básico está la necesidad de ajustar constantemente nuestra ideología, la visión de la realidad que nos rodea.
Si nuestros ideales son inestables y se mueven de un lado al otro, cambiando y actuando según la atracción del momento, nos pueden llevar a tomar decisiones engañosas, actuar frontalmente opuestos a la verdad, y conducirnos a la ruina total, como sucedió en la historia de nuestra parashá.
De este episodio es posible concluir hasta qué punto debemos cuidar que ninguna idea negativa, desfasada de la realidad, equivocada y errónea, penetre en nuestra sana visión de la vida, pues no tenemos objeto más valioso que nuestro intelecto.
¡Cuántos crímenes han diezmado países enteros por causa de un líder carismático con ideales desquiciados! ¡Cualquier cosa en el mundo puede ser justificada, si existe una “ideología” que lo sustente!Por esta razón Moshé Rabeinu actuó de manera severa y contundente, y no de forma condescendiente, con misericordia y tefilá, pues si no ponía “los puntos sobre las íes”, este suceso carcomería las bases del pueblo judío; la absoluta seguridad de que la voluntad de Dios fue trasmitida por intermedio de Moshé Rabeinu, y que deben prevalecer jerarquías en el pueblo de Israel. Este es el gran mensaje. Y junto a él nuestro firme compromiso de no alejarnos de nuestros principios de fe, y mucho menos sustituirlos por otros.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda