Lior Novik*
“Cuando se trata de bosques quemados, la gente tiende a imaginar un retorno inmediato a los paisajes verdes, pero la realidad es mucho más compleja”, dice Gilad Ostrovsky, jefe de la división forestal del Keren Kayemet LeIsrael.
Desde que comenzó la campaña Espadas de Hierro el 7 de octubre de 2023, vastas áreas de tierras abiertas y bosques han sido severamente dañadas, principalmente por incendios forestales provocados por los ataques diarios con cohetes y misiles desde el Líbano. Solo en el norte, 230.000 dunams (23.000 hectáreas) han sido devastados, 25.000 de las cuales son gestionados por KKL.
Se trata de una pérdida significativa y devastadora. El KKL está dedicando amplios recursos a rehabilitar las zonas afectadas en todo el país, de norte a sur. Sin embargo, la tarea que queda por delante es larga, exigente y costosa. Se necesitará todo el apoyo que se pueda conseguir para llevar a cabo esta misión vital.
El humo se eleva desde un incendio provocado por proyectiles y drones lanzados por Hezbolá desde el Líbano contra un bosque en las afueras de la ciudad de Zfat (Safed), en el norte de Israel, en septiembre pasado
(Foto: Flash90)
“El proceso comienza con un mapeo inicial de la zona, donde evaluamos el alcance de los daños, no solo en los árboles sino también en la infraestructura de los suelos. Algunos incendios causan daños menores y los árboles logran recuperarse, pero hay áreas que han sido completamente quemadas, donde se requiere una restauración integral”, explica Ostrovsky.
Destaca uno de los principales desafíos: lidiar con árboles grandes y quemados que permanecen en pie, pero representan un peligro inmediato para el público. “Hacemos un mapa de los árboles que corren riesgo de caer, limpiamos las carreteras bloqueadas y eliminamos los peligros físicos. La guerra en el norte también ha supuesto un nuevo desafío: limpiar las zonas de posibles municiones sin detonar u otros restos del conflicto”.
Un bombero atiende un incendio provocado por cohetes y drones lanzados por Hezbolá en el bosque de Birya, en el norte de Israel, en junio de 2024
(Foto: Flash90)
Según Ostrovsky, retirar los árboles quemados es un proceso complejo que requiere tiempo y paciencia. “Dejamos que la zona pase al menos un invierno antes de intervenir”, explica. “En esas zonas, existe un alto riesgo de erosión del suelo e inundaciones. Si nos apresuramos a entrar con maquinaria pesada podríamos causar más daños. Muchos árboles se regeneran de forma natural después de un año, así que esperamos a ver cuáles sobreviven y cuáles no”.
Uno de los principios clave de KKL es confiar en la regeneración natural siempre que sea posible. “En el norte de Israel hay suelo fértil y vegetación fuerte que puede rehabilitarse por sí sola”, añade Ostrovsky. “Solo intervenimos en zonas donde la regeneración natural es insuficiente, ya sea mediante nuevas plantaciones o sembrando vegetación adicional para fortalecer el ecosistema”.
Un avión intenta extinguir un gran incendio provocado por cohetes y drones de Hezbolá en el bosque de Biriya
(Foto: Flash90)
Más allá de la vegetación, Ostrovsky destaca la importancia más amplia de los bosques en Israel. “Un bosque no es solo un conjunto de árboles. Desempeña un papel crucial en la conservación del suelo, la mitigación de inundaciones, la mejora de la calidad del aire y la refrigeración local. También vemos los bosques como un refugio para las personas, especialmente en tiempos de crisis. Son espacios que traen paz al alma, y una parte integral de nuestra resiliencia nacional”.
La restauración de los bosques tiene su propio calendario, concluye. “Es un proceso que lleva una década o incluso más. El bosque Carmel, que se quemó hace 14 años, aún está lejos de lucir como en el pasado. Restaurar un bosque después de que ha sufrido tanto daño es una tarea para la próxima generación, pero sabemos que la tierra se recuperará, y lo hará mejor si trabajamos junto con la naturaleza”.
*Periodista.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.