“S i salieras en campaña contra tus enemigos, te cuidarás de cualquier elemento maligno y una estaca tendrás en tus herramientas, cavarás con ella y cubrirás tus secreciones porque el Eterno, tu Dios, anda dentro de tu campamento y será tu campamento santificado” (23, 10-15). He aquí la mitzvá de guardar y preservar la santidad de los lugares que habitamos. No solamente las sinagogas o los centros de estudio, sino también los demás lugares deberán encontrarse libres de elementos que generen un ambiente incompatible a nuestros valores.
Rabí Eliyahu Dessler, ZT”L, destaca un fundamento sobre esta ley: “Hay veces que nos parece que cierta percepción se relaciona exclusivamente con nuestra parte física, y no es así. Es muy probable que su verdadero origen radique en la espiritualidad que está dentro de nosotros. Cuando se revela y se manifiesta externamente, se esconde su real procedencia, que es más profunda. Por ejemplo, nuestra alma se asquea de cosas inmundas. Aparentemente esta reacción viene de un rechazo fisiológico, pero la Torá revela la profundidad de este fenómeno, como se menciona en nuestra parashá. Sobre esto escribe rabí Abraham Iben Ezra, ZT”L: ‘Y cubrirás’, pues todo aquello que se ve a los ojos como algo despreciable genera una imagen de repudio en nuestra alma”.
La Torá misma atestigua que también de este tipo de asuntos depende si ha de reposar la presencia divina o no. La idea es que dentro de nosotros —en el subconsciente— hay un punto de impureza que disfruta de lo repulsivo y de la suciedad. Y cuando nos aproximamos a algo así, se despierta para afectarnos con un hálito de impureza y nos aleja un poco de Dios. Justamente es lo que está escrito en la introducción al Zohar: “Ay de aquellos que no prestan atención, y no valoran la gran importancia de su amo, y no saben qué es lo que mantiene al mundo. Un espíritu hay en cada cuarto de baño, quien permanece en ese lugar y disfruta de esa inmundicia, inmediatamente reposará en sus dedos”.
De aquí es posible aprender que el origen de todo sentimiento de asco es la santidad que hay dentro de nosotros, que lucha por repeler la fuerza de la impureza mencionada. Y para hacerlo, rechaza su naturaleza. Por este motivo, dentro de nuestro constante esfuerzo en el servicio a Dios, hay que ser cuidadoso en los asuntos de limpieza para sensibilizar nuestro refinamiento natural.
También entre los gentiles hay quienes perciben en su interior la necesidad de asearse las manos al salir del baño y al terminar de comer. Esto demuestra que esta idea se encuentra naturalizada en las fuerzas de la persona, y debemos utilizarla para objetivos espirituales. Sobre ello dicen nuestros sabios: “Y se santificarán”, son las aguas previas a comer pan. “Y serán santificados”, son las aguas posteriores, previas a bendecir Birkat HaMazón.
De lo mencionado por rabí Eliyahu es posible concluir que por naturaleza el ser humano tiene un sentido de limpieza y orden, el cual le ayuda a mantener su salud física y mental. Siendo así, y ya que este sentido es meramente espiritual, sin lugar a dudas, tiene la capacidad de detectar la suciedad y el desorden espiritual. Es verdad, este tipo de suciedad no es palpable como la física, y en ocasiones no nos damos cuenta de nuestra situación hasta que ese mismo sentido queda opacado por tanta impureza.
Los días en curso, previos a Rosh Hashaná, tienen el propósito de asear y purificar nuestra alma para que nuestro sentido natural de rechazo a los antivalores vuelva a despertarse. Las selijot son duchas espirituales de cada mañana para limpiar nuestra alma, para despertarnos a reencontrarnos con la limpieza y el orden de nuestra conciencia, y a buscar cercanía con nuestro Creador.
De nosotros depende aprovechar estos días, hacerlos más y más intensos, de manera que nos puedan colocar en el gran día de Rosh Hashaná, limpios y bien presentados, para recibir de nuevo la presencia de Dios en nuestros hogares y comunidades.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda