L a libre elección es la cualidad humana por excelencia. No existe situación en el mundo que no sea sopesada por nuestro cálculo lógico o por nuestra experiencia.
En esta oportunidad la Torá abre un espacio para describir e ilustrar el concepto de la libre elección y, a su vez, para persuadir al pueblo de Israel de tomar decisiones correctas.
Observamos que Moshé desglosa una lista de bendiciones y maldiciones ante el pueblo, las cuales tienen como propósito exponer las dos caras de la moneda y, eventualmente, las consecuencias al escuchar o evitar escuchar la palabra de Dios.
Posteriormente, y casi al final de la parashá, está escrito lo siguiente: “Y no les dio Dios a ustedes corazón para saber, ojos para observar y oídos para escuchar hasta el día de hoy” (27/3).
Explica Rashí: “¿Qué significa: Y no les dio Dios a ustedes corazón para saber? Para reconocer los favores del Todopoderoso, y para apegarse a él. Y ¿qué significa: Hasta el día de hoy? En ese mismo día Moshé entregó los cinco libros de la Torá (Sefer Torá) a la tribu de Leví. Se acercó todo el pueblo y reclamó: Moshé Rabeinu, ¡también nosotros presenciamos la revelación divina en Sinaí y recibimos la Torá! ¿Por qué otorgas su absoluto control a la gente de tu tribu? El día de mañana dirán: No la entregaron a ustedes, sino a nosotros únicamente. Fue entonces cuando Moshé proclamó: Este día se conformaron como nación, pues hoy entendí que ustedes se han apegado y aman a su Creador”.
En otras palabras, Moshé Rabeinu se dio cuenta de que la nación hebrea había decidido situarse plenamente dentro del marco de la voluntad de Dios, considerando los derechos como las obligaciones que dicha resolución implica. En ese momento nos forjamos como nación, y gracias a esa decisión nos encontramos aquí. Ese es el poder de la libre elección.
¿Qué es esencialmente la libre elección? Rabí Eliyahu Dessler, ZT”L, dice lo siguiente: “En los versículos que describen la creación universal, se observa que Dios comandó a la tierra a hacer brotar árboles cuyos troncos tuvieran el mismo sabor que sus frutos. Dicen nuestros sabios que la tierra no acató la orden, y por lo tanto, al momento de recibir el hombre su maldición, ella también recibió la suya.
Está claro que nada en la naturaleza, fuera del hombre, puede hacer algo en contra de la voluntad de Dios; sin embargo, en cada oportunidad que se observa un relato que pueda hacernos creer esta idea, hay que saber que tiene el propósito de enseñarnos algo muy importante.
El concepto ‘sabor del tronco como el sabor del fruto’ significa que el recipiente (tronco) no presenta ningún cambio, sino, más bien, se entrega de manera total a su propósito. Los libros sagrados dicen que el hecho de que la tierra no haya acatado dicha orden dio pie a la posibilidad de que existan pecados en el mundo, con el fin de que exista base para la libre elección. Si el tronco no tiene el mismo sabor que el fruto, quiere decir que pueden existir otros propósitos para dicho recipiente. Así se derivó el fundamento para la idolatría, es decir, el error de creer que existen dos dueños del universo (Jas VeShalom)”.
En otras palabras, se encuentra intrínseca en la creación misma del mundo. Y optar por el error es tan factible como tomar la decisión de hacer lo correcto. No obstante, la buena resolución no solamente nos ubica dentro del marco de materializar la voluntad de Dios, sino, además, consigue que logremos explotar nuestras capacidades al máximo, pues todas ellas quedarán centradas en el propósito correcto y original por las cuales fueron creadas y, eventualmente, nos aproximarán al propósito de nuestra existencia.
Rosh Hashaná nos toca la puerta. Contamos con poco margen de preparación para ese gran día. Nuestra reflexión primaria deberá centrarse en aquello que justamente nos concede el título de seres humanos: la libre elección.
El proceso de recapitulación de nuestras acciones del año pasado, el determinar si las decisiones tomadas durante este estuvieron acorde a los parámetros, y proyectar un año más fructífero, son actitudes que demuestran ese deseo de apegarnos al correcto uso de la libre elección.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda