“Y habló el pueblo sobre Dios y Moshé: ¿Por qué nos sacaste de Egipto a morir en el desierto? No hay pan ni agua, y nuestras almas están asqueadas de este ‘pan liviano’. Y envió Dios al pueblo las serpientes abrasadoras, y mordieron al pueblo, y murió una gran cantidad de Israel” (21, 5-6).
Rashí menciona en nombre de nuestros jajamim que el castigo fue correspondiente a su pecado, ya que vendrá la serpiente –de Bereshit– que fue castigada por hablar maledicencia de Dios, y se vengará de quienes también hablaron así del Eterno. Vendrá la serpiente, a la que cualquier alimento le sabe igual, se cobrará de los malagradecidos, quienes hablaron en contra del maná, alimento que se transforma en todos los sabores del mundo.
“Y vino el pueblo a Moshé diciendo: Pecamos, pues hablamos sobre Dios y sobre ti, ruega a Dios que retire de nosotros a la serpiente. Y rezó Moshé por el pueblo. Y habló Dios a Moshé, haz para ti una cobra, ponla en una asta, y será que, quien haya sido mordido, si la observaré, vivirá. E hizo Moshé una cobra de cobre, y la colocó sobre un estandarte…” (21, 7-9).
Moshé cumplió al pie de la letra la voluntad del Todopoderoso, y gracias a ello el pueblo se curó. La pregunta es: ¿Acaso Dios le indicó de qué material hacer la serpiente? ¿Cómo Moshé concluyó que debería ser hecha justamente de cobre? Él dedujo que debía estar hecha del material cuyo nombre es igual al de la serpiente que Dios le pidió hacer. De esa manera dicha palabra cae sobre su misma raíz.
Pregunta Rabí Eliyahu Dessler, ZT”L (Mijtav MiEliyahu, tomo 4): “¿Qué entendimiento hay detrás de esta decisión? Ya que la serpiente tenía el único propósito de que Israel alzara la vista a los cielos, y consiguiera doblegar su corazón ante el Todopoderoso. Y para que tuvieran presente que no es la serpiente lo que mata, sino el pecado. Retornen al Creador, que les curará sus heridas. ¿Acaso hay interés de hacer rimas?
La gran enseñanza de Moshé es: Cuanto más perfecta sea una imagen, más logrará actuar sobre el corazón de las personas. La gente ciertamente se impresiona cuando un objeto es definido. Y si por causa de que la palabra que define al material sea igual al elemento en sí, la persona consigue salir de su confusión, generando en él reflexión, y logrando llegar a la verdad: Que el castigo vino por su propia causa, y la única manera de salvarse es por medio del arrepentimiento. Realmente vale la pena. Cualquier nivel agregado a la calidad de reflexión es un mundo nuevo en la espiritualidad”.
Una imagen vale más que mil palabras. ¿Por qué? Una definición verbal enmarca una idea, y nos da cierto nivel de entendimiento claro, pero limitado. Una imagen es un mundo por sí mismo. Múltiples ideas y enseñanzas están incluidas en una forma, en sus colores, tamaño, etc., las cuales pueden provocar actitudes, determinar patrones de comportamiento, identificación con ciertos ideales y generar un cambio personal. En nuestra parashá se revela la importancia de permanecer atentos a lo que nos rodea, buscar en nuestro ambiente elementos, antiguos o nuevos, con los que podamos acercarnos un poco más a nuestro Creador e identificar su mensaje.
Los distintos fenómenos naturales, la alegría de tener familia, el nuevo día, la maravillosa gente que nos rodea, nuestros logros personales, etc. Todos ellos son recursos de incalculable valor que, si los sabemos aprovechar utilizando nuestra “innata curiosidad infantil”, sin duda harán de nosotros personas mucho más espirituales.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda