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E ra la octava noche de Janucá en Kiel, Alemania, una pequeña ciudad en la que vivían 500 judíos. Aquel año, 1931, la última noche de Janucá cayó en Shabat y el rabino Akiva Baruj Posner, líder espiritual de la kehilá, se apresuraba para encender la janukiyá antes de que empezara el Shabat.
Justo frente al hogar de Posner se ubicaba la sede del partido nazi de Kiel, que esa fría noche de diciembre tenía desplegada la temida bandera con la esvástica. Con las ocho velas brillando intensamente en su ventana, la esposa de Posner, Rachel, tomó una foto del candelabro con la bandera al fondo. Cuando la tuvo revelada, escribió detrás de la fotografía: “Janucá, 5692. La bandera dice ‘Judea muere’, pero las luces responden ‘Judea vivirá por siempre’”.
“La foto se hizo conocida cuando la historia salió en la prensa”, dice el nieto de Rachel, Yehuda Mansbuch, quien vive en Beit Shemesh, Israel. “Mi abuelo huyó de Alemania en 1933 e hizo aliá. Su comunidad fue a despedirlo en la estación del tren y antes de partir los urgió a escapar del país mientras aún había tiempo”.
La presciencia de la pareja salvó a la comunidad; solo ocho de los 500 judíos de Kiel perecieron en el Holocausto, pues el resto escapó antes de que comenzara el asesinato sistemático. “Mi abuela escribió esa frase en la foto un año y medio antes de que el partido nazi llegara al poder”, dice Mansbuch, “pero ella sabía lo que se aproximaba, y también sabía que los nazis nunca lograrían apagar las luces de la janukiyá”.
Mansbuch conserva la foto original y donó la janukiyá a Yad Vashem, pero cada Janucá regresa la histórica pieza a su casa, donde su hijo, quien lleva el nombre de su bisabuelo y presta servicio en las Fuerzas de Defensa de Israel, enciende las velas.
No todas las familias judías de Europa exponían sus janukiyot tan abiertamente. Hasta fechas recientes, Janucá era sobre todo una festividad para la mesa de la cocina; las luces eran una “provocación” para vecinos hostiles en muchas comunidades europeas, donde los judíos vivían bajo la sombra constante de la persecución y la opresión. Mansbuch afirma: “El pensamiento jasídico nos enseña que la oscuridad es solo falta de luz. Simplemente añade luz y la oscuridad se disipará”.
Hoy como ayer, las janukiyot iluminadas en miles de lugares alrededor del mundo declaran que, a pesar de la incertidumbre y el mal que siempre acecha, y no obstante las amenazas contra Israel y el pueblo judío, “Judea vivirá por siempre”.
Con información de lubavitch.com. Versión NMI.