P ara toda kehilá, la pérdida de uno de sus miembros es causa de dolor. Cuando esa persona es uno de los pilares principales de la congregación, al dolor se une un gran estremecimiento.
José Kaufman, Yosef ben Moshe (Z’L), ejerció el cargo de presidente y presidente honorario vitalicio del Rabinato de Venezuela por varias décadas.
Quienes lo conocimos, le apreciamos muchas cualidades difíciles de reunir en una sola persona. Era un hombre de gran inteligencia, cultura y avidez por la lectura. Podía hablar con propiedad de las obras de complejos autores, desde Maimónides hasta Spinoza, desde Rosenzweig hasta Bashevis Singer. Era un empresario exitoso de gran generosidad. Ayudó abierta y secretamente a un gran número de personas. Cuando algún representante de una yeshivá u otra institución judía se presentaba en la sinagoga para recoger fondos, invariablemente su primera pregunta era “¿Quién es el señor Kaufman?”.
Pero más que nada, José Kaufman era un judío. Un judío salvado milagrosamente del Holocausto por su valiente madre. Un judío lleno de valores, de picardía judía, de un amor infinito a su Judaísmo, a su familia y a su sinagoga. El primero en llegar en las mañanas y ponerse los tefilín. El primero en ayudar a construir la sucá y en bailar en Simjat Torá. El primero en ofrecer su tiempo y recursos para el bien de la sinagoga. El primero en alentar al prójimo a cumplir mitzvot. Todos recordamos las lágrimas de alegría en sus ojos el día que donó un Séfer Torá al Rabinato. En aquella ocasión dijo: “Siempre me enorgullece colaborar para que otros puedan cumplir”.
Dice el Talmud: “Quien salva una vida se considera como si hubiese salvado a todo el mundo”. Para los que sufrieron el Holocausto, este dicho cobra una realidad punzante. Nos parece apropiado pensar, de manera análoga, que “Quien salva una sinagoga se considera como si hubiese salvado todo el yidishkait”. Querido amigo José Kaufman, en este sentido tú has sido un salvador del yidishkait en múltiples ocasiones.
Muchos nos preguntan cómo hará la sinagoga en la ausencia de un pilar que ha sostenido gran parte de su peso durante tanto tiempo. Nuestra fe nos hace pensar que allá en las altas esferas, donde, con el favor de Dios, reposará su alma, nuestro querido Yosef ben Moshe (Z’L) seguirá abogando por su kehilá. Su ejemplo hará que otros sigan luchando como él lo hacía.
A su familia, a su querida familia, la cual bendecía cada vez que tenía oportunidad, y la cual fue para él una constante fuente de orgullo por su amor y por sus múltiples logros, nuestras sinceras condolencias. A Moisés, Ariel y Perla, junto a sus cónyuges, descendientes y demás familiares, que Hashem les proporcione consuelo entre los enlutados de Zion.
Tihyé Nishmató Tzerurá Bitzror Hajayim.
La kehilá del Rabinato de Venezuela