Lleva varias décadas registrando las imágenes del quehacer comunitario, entre las cuales dedicó 18 años a Nuevo Mundo Israelita. En esta jovial entrevista narra cómo se inició en esas labores desde muy temprana edad, el camino por el que llegó a trabajar en instituciones culturales y periodísticas, y anécdotas en las que recuerda —con una memoria realmente “fotográfica”— hechos y nombres de la historia de nuestra kehilá
Sami Rozenbaum
NMI. Bueno, para empezar, ¿Cómo llegaste a ser fotógrafo?
José Esparragoza. Fue una cuestión inusual. Cuando me gradué de bachiller tenía 12 años de edad, porque estudié lo que se llamaba Parasistema. Y estaba sin hacer nada. Entonces, un amigo me pregunta “¿Qué estás haciendo tú?”. “Bueno, ahorita nada”. “Mira, en el laboratorio donde yo trabajo están buscando un aprendiz de laboratorista”. “¿Laboratorio de qué?” “De fotografía”. Yo le dije: “Bueno, de eso no sé nada”. “Pero no importa, aprende”. Entonces me fui para allá. Eso fue en el año 79.
Ese laboratorio quedaba en el Centro Comercial Vista Alegre, se llamaba Centro Color Caracas. Hice una prueba, pagaban muy poco pero yo necesitaba hacer algo. Me enseñaron: “Mira, es fácil. Este es el negativo para revelar. Si tú lo ves muy oscuro, le das más exposición. Si lo ves muy clarito, le das menos exposición”. En los años 70 y 80 no existía la cámara digital. Yo revelaba negativos de 110, 126, 135 y 120, y copiaba (imprimía) las fotos.
En épocas como Carnaval teníamos que trabajar hasta los fines de semana, porque eso era cantidades de rollos. De hecho, ese laboratorio le trabajaba a muchas tiendas del interior del país y llegaba mucho trabajo. Ahí empezó mi gusanito de la fotografía, vamos a llamarlo así. Después hice un curso sobre las cosas técnicas. Todavía no tenía cámara, pero ya tenía las nociones.
¿Cuánto tiempo estuviste trabajando con ellos?
Cuatro años. Cuando salí de Centro Color Caracas estuve un año sin hacer nada, como cobré una buena platica por la liquidación “me la gocé”, como decían en ese momento, yo todavía era chamo. Un día, leyendo los clasificados en el periódico, veo: “Se busca laboratorista en el Instituto Fotográfico Caracas”, que quedaba en Las Palmas. Agarré, me fui para allá y presenté mi currículo. Me preguntaron “¿Tú sabes manejar este printer? “Bueno, sí”. Pero no sabía. Uno siempre tiene que decir que sí. “Entonces vamos a hacerte una prueba”. Claro, ya yo tenía los conocimientos de cómo leer un negativo. Hice unas pruebas y las pusimos a revelar. “Excelente, te quedas”. Ahí duré nueve años.
¿Qué edad tenías?
Ahí yo tenía 15 o 16 años.
¿Podías trabajar siendo menor de edad?
En ningún momento me dijeron que era menor de edad ni nada de eso. En Centro Color Caracas tampoco.
En esa época iban para allá todos los fotógrafos de Caracas para revelar sus trabajos profesionales. Entre esos estaba “el Chino”, que era muy famoso en la comunidad judía, él era fotógrafo de Fotocine Tamanaco. También conocí a los fotógrafos del momento: Marcos Leave, Leo Reinfeld, Sidney Horowitz, Maxime Bendahan, ellos mandaban a revelar muchas fotos de Bar Mitzvás y bodas.
Siempre me llamaban la atención sus trabajos. En una oportunidad me dije: “Me gustaría hacer un trabajo de estos”, porque se veían imponentes, la fiesta, todo eso. Y empecé a hacer cursos para aprender a manejar la cámara como tal. “Mira, este es el diafragma, esta es la velocidad, estos son los ISO”, antes había que ponerlo todo manualmente. Total que aprendí a manejarlas bien. Y me compré mi primera cámara Reflex, una Minolta XG9 con un lente 50.
En esa época muchos fotógrafos acostumbraban ir a las iglesias los fines de semana para “piratear”. Eso significa que uno se paraba en la puerta y a la gente que venía a un bautizo, por ejemplo, uno le decía: “Mire, le tomo las fotografías”. Anotaba el nombre, el teléfono, les hacías las fotos y pagaban cuando se las llevaba. Así me creé una clientela de confianza, y como trabajaba en el laboratorio yo tomaba en un fin de semana hasta 10 rollos de 36 fotos, eso era bastante.
Pero en algunas iglesias hubo problemas, porque tenían un “fotógrafo oficial”. Una vez hasta nos llevaron presos, porque el “fotógrafo oficial” llamó un amigo policía y nos detuvieron. Yo le pregunté a los policías, de la Metropolitana en ese entonces: “Bueno, ¿y por qué me llevas preso? Si yo estoy trabajando”. “Porque ustedes le están quitando el trabajo a él”. “Pero es que mira, nadie le está quitando el trabajo. La gente le dice a uno y uno les toma las fotografías. O sea que aquí no le estamos robando nada a nadie”. El policía contestó “Entonces traten de no venir aquí, porque él es el fotógrafo de esta iglesia”. Bueno, nos íbamos para otra iglesia. Y así estábamos.
En esa época iban para donde yo trabajaba todos los fotógrafos de Caracas para revelar sus trabajos profesionales. Entre esos estaba “el Chino”, que era muy famoso en la comunidad judía, él era fotógrafo de Fotocine Tamanaco. También conocí a los fotógrafos del momento: Marcos Leave, Leo Reinfeld, Sidney Horowitz, Maxime Bendahan, ellos mandaban a revelar muchas fotos de Bar Mitzvás y bodas
Tengo muchas anécdotas que me pasaron en mi época de “pirateo”. Un día fui a la Iglesia de San Pedro, la que queda en Las Acacias. Pero no había vida, ya otros fotógrafos habían agarrado todos los trabajos. Yo estaba parado afuera, pensando “¿Y ahora qué hago?”. Entonces aparece un señor portugués con dos niñitos caminando apurado. “¿Usted es fotógrafo?”. “Sí”. “Va a ser mi fotógrafo, venga”. Entró en la iglesia con sus dos niñitos y después vino a hablar conmigo, todo sudado. “Mire, a mí me gusta hacer las cosas con calma. Cuando termine todo, usted se queda conmigo a tomar las fotos, yo hablo con el padre para que nos deje la iglesia para nosotros”. Así que esperé tranquilo, terminó la primera comunión, se fue todo el mundo y me quedé allí con el señor y su familia.
Y empecé a tomar fotos: los niños solos, con los padrinos, con los padres, con los tíos, con las primas. Ahí tomé como ocho rollos de 36 fotos. Luego el señor me dice: “Yo tengo la fiesta en el Hotel Tamanaco. Usted se viene conmigo para la fiesta. Viene conmigo en mi carro”. “Bueno, como usted diga”. Me monté en su Mercedes Benz con chofer y todo, y nos fuimos para el Hotel Tamanaco. La fiesta era en el salón principal. Entonces veo que me quedan tres rollos nada más, y le digo al señor: “Mire, tengo un problemita, no contaba con algo de esta magnitud y lo que tengo son tres rollos, necesito que me dé algo de dinero para comprar más”. Me dio 500 bolívares, que para ese momento era mucha plata. Subí a la tienda que está ahí mismo en el hotel, les quedaban como 15 rollos y los compré todos. Entonces, el señor me dice: “Mire, Esparragoza, aquí va a venir mucha gente. Yo quiero fotos de los niños en todas las mesas, quiero fotos de todo. Usted tome las fotografías, por eso no se preocupe”. Como a las tres de la tarde empezó a llegar la gente al salón de fiestas, y yo estuve ahí, foto y foto. Terminamos como a las once de la noche.
Días más tarde fui a su negocio, que era una pollera en la avenida Nueva Granada, le llevé los contactos y mandó a hacer un montón de copias de cada foto. Yo le digo: “Pero mire, eso es bastante dinero”, y él respondió: No se preocupe, no se preocupe, que las fotos son lo único que queda”. Ese señor terminó pagándome como 20.000 bolívares, una fortuna en aquella época.
Después de eso me dije: “Me voy a poner más profesional, voy a trabajar en bautizos, comuniones”. Dejé de “piratear” porque ya me salían bodas, fiestas de 15 años, ese tipo de cosas.
En ese entonces, vueltas que da la vida, era el año 89, me consigo en Parque Central con un gran amigo que fue mi profesor, Roberto Fontana, y me dice: “Mira, estoy necesitando un fotógrafo para el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Vente el lunes”. Fui, me mostró el estudio donde hacían las fotos de las obras de arte y los equipos que usaban. Luego me dijo: «Te voy a presentar Sofía Ímber”, y fuimos a su oficina. “Mire, señora Sofía, este es el nuevo fotógrafo que estoy contratando para el departamento de fotografía”. Sofía le preguntó: “¿Pero él es tan bueno como tú?”. “Claro, claro, por eso lo estoy trayendo”. “Entonces está contratado. Que pase por Recursos Humanos, que le llenen su planilla y que le hagan su carnet”. Todavía tengo el carnet del museo firmado por Sofía Ímber.
Carnet del Museo de Arte Contemporáneo “Sofía Ímber”
Durante una exposición del artista plástico Ricardo Benaím en 1989: María Teresa Castillo, Benaím y Sofía Ímber
Años después Roberto Fontana se enfermó, y yo quedé como jefe de fotografía del Museo de Arte Contemporáneo. Tenía que hacer las fotos para los catálogos, los retratos, para las visitas guiadas. Y Sofía estaba contenta con mi trabajo.
En esa época Sofía dirigía simultáneamente las páginas culturales de El Universal. Un día me pidió: “Esparragoza, ve para que tomes las fotos para la página cultural. Ahora tú eres el fotógrafo del museo y también de la página cultural”. Entonces empecé a cobrar también un sueldo por El Universal. No era una fortuna, pero me pagaban algo sustantivo. Si había una exposición, yo tenía que tomarle los retratos a Soto, a Cruz Diez, a Zapata, las ruedas de prensa. Yo hice las fotos de la exposición de Botero.
En aquella época, el Nuevo Mundo Israelita entregaba el premio Moisés Sananes. Un día Sofía me dice: “Mira, Esparragoza, esta tarde van a entregar un premio en la sinagoga de Maripérez, yo voy como invitada, va Andrés Mata el director de El Universal, y va un poco gente importante. Me interesa que vayas y me hagas fotografías con ellos, porque yo voy a estar en el comité”. Esa vez le entregaron el premio a Juan Nuño.
¿Así fue como llegaste a NMI?
Sí. En ese entonces la directora del Nuevo Mundo Israelita era Estrellita Chocrón. El fotógrafo del periódico, que se llamaba Ernesto Machado, se había retirado. Entonces se me acerca Francís Rosales y me dice: “Yo soy el jefe de redacción del Nuevo Mundo Israelita. Estamos interesados en las fotos que tomaste para El Universal”. Yo le digo: “Bueno, chévere, no hay problema”.
Más tarde les llevé las fotos a la Unión Israelita. Estrella me pregunta: “¿Cuánto te debo?”. “No, no me deben nada. Yo no te puedo cobrar esas fotos porque es un trabajo de El Universal, lo que les estoy haciendo es un favor. Lo que sí te pido es que me den mi crédito”. “Bueno, mira, vamos a hacer algo, ¿tú puedes trabajar con nosotros? Sin horario, nosotros te llamamos, te damos la pauta, tú vas, nos traes las fotos y nosotros te pagamos”.
En ese entonces, vueltas que da la vida, era el año 89, me consigo en Parque Central con un gran amigo que fue mi profesor, Roberto Fontana, y me dice: “Mira, estoy necesitando un fotógrafo para el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Vente el lunes”
Entonces empecé a trabajar así. En el 94, hace 30 años, entré como fotógrafo en Nuevo Mundo.
Poco después empecé a ver todo lo que había alrededor del Nuevo Mundo que no tenía en El Universal. Puse las cosas en la balanza y me dije: “Esto pesa más”. Empecé a darle más prioridad al Nuevo Mundo Israelita, porque en El Universal a veces pasábamos todo el día viéndonos a la cara, viendo para el techo, no había nada que hacer; como se dice en el ámbito periodístico, si salía un “rayo” sí salíamos corriendo. Pero en el Nuevo Mundo siempre había algo. “Mira, hay un desayuno de la CAIV mañana a las siete de la mañana”. Yo tenía que estar a las siete en el museo, pero me iba primero para el desayuno y después bajaba para el periódico. Total que empezamos a ver que no podía estar en los dos lugares, y decidí irme de El Universal y del museo, dedicarme solo al Nuevo Mundo, porque me estaba exigiendo más y me estaba resultando mejor económicamente. Así que hablé con Sofía y me retiré.
Me dediqué en exclusiva al Nuevo Mundo Israelita. Ahí no tenía horario, pero tampoco tenía descanso. Había trabajo lunes, martes, miércoles, jueves y viernes en la mañana. Luego el sábado por la noche podía haber el bautizo de un libro, o una fiesta en la casa del embajador de Israel, y el domingo una presentación de otro libro. “Vamos a entrevistar a Ena Rotkopf”, entonces íbamos a su casa. Había mucha actividad.
Con Gustavo Arnstein Z’L cuando era director de Nuevo Mundo Israelita
La gente ya me conocía y empezó a llamarme: “Mira, ¿tú haces fotos de piñatas? Yo tengo la piñata de mi hijo en Hebraica”. Y como yo no tenía horario fijo en el Nuevo Mundo podía hacer esas cosas particulares. Otra persona me decía: “Esparragoza, tengo el Bar Mitzvá de mi hijo”. Entonces se me vinieron los recuerdos de lo que había visto cuando trabajaba en el Instituto Fotográfico Caracas, fotos de cómo se ponían el talit, los tefilín, leyendo la Torá.
Puse un aviso en el mismo Nuevo Mundo Israelita, que todavía lo tengo guardado en mi casa: “José Esparragoza, fotógrafo profesional con alta experiencia en eventos comunitarios”. ¡Y eso fue un boom! Empezaron a llamarme. Había muchas fiestas. “Mira, Esparragoza, tengo la boda de mi hija ¿tú has hecho fotos de berberisca? Bueno, va a ser en La Esmeralda”. Empecé a armar un equipo con un asistente, un encargado de la iluminación, para poder prestar un servicio de calidad. La agenda la tenía a veces full de puros eventos particulares.
En el Nuevo Mundo me decían: “Esta noche hay una cuestión en Hebraica”. Pero en la mañana había tenido un Bar Mitzvá, en la tarde una piñata, y en la noche me iba para lo del Nuevo Mundo. La gente me veía en todas partes, y yo era el fotógrafo de todas las promociones del colegio. Abarcaba mucho pero le cumplía a todo el mundo. Fue una muy buena época. Entré cuando en la Unión el presidente era Jacobo Szkolnik; después vinieron Freddy Pressner, Roby Croitorescu, Martín Goldberg; tuve muy buenas relaciones con todos ellos.
Esa fue mi vida en el Nuevo Mundo Israelita. Yo duré 18 años allí, desde el 94 hasta el final de 2011, cuando me despidieron; dijeron que por reducción de personal.
¿Tienes algún recuerdo particular de esos tiempos?
Anécdotas de mis tiempos en el Nuevo Mundo tengo muchísimas. Yo le tomé fotos a cuatro embajadores de Israel: Herzl Inbar, Arie Tenne, Yosef Haseen y Shlomo Cohen, que fue al que expulsaron. De hecho a mí me conocen hasta en Israel, porque por aquí pasaron muchos diplomáticos e hice muchas amistades con ellos. Hasta hubo un cónsul que me decía: “Esparragoza, vamos a tomarnos un trago”. Yo lo llevaba para los sitios que conozco y la pasábamos muy bien.
Me dediqué en exclusiva al Nuevo Mundo Israelita. Ahí no tenía horario, pero tampoco tenía descanso. Había trabajo lunes, martes, miércoles, jueves y viernes en la mañana. Luego el sábado por la noche podía haber el bautizo de un libro, o una fiesta en la casa del embajador de Israel, y el domingo una presentación de otro libro
Cuando vino Shimón Péres, el único fotógrafo autorizado para llegar hasta el avión fui yo. A los fotógrafos de El Universal, El Nacional y Últimas Noticias, que estaban afuera no los dejaban pasar. Ellos me pidieron el favor de que les tomara las fotos, y entonces yo andaba como con ocho cámaras. Cuando abrieron la puerta del avión, Shimón Peres se paró saludando, y yo clic, clic, clic, con las cámaras de todos los fotógrafos. Era una exclusiva, pero los fotógrafos son mis panas y colaboré con ellos, entre bomberos no se pueden pisar la manguera.
También cubrí cuando vino el gran rabino de Israel. Bajamos a Maiquetía, estuvimos allí en el salón diplomático Salomón Cohén Botbol, David Bassán, Elieser Rotkopf, el embajador Shlomo Cohén.
Recuerdo que una vez te robaron una cámara.
A mí me robaron dos cámaras. La primera fue cuando las elecciones de la Unión que ganó Roby Croitorescu. El conteo de votos fue como hasta las ocho o nueve de la noche. Todavía no tenía carro, yo vivo bajando para Guarenas. Salí y agarré un taxi ahí en la avenida. Cuando iba por la Cota Mil veo que el hombre agarra para La Castellana y le digo: “Oye, pero yo voy es para Guarenas”, él saca una pistola y me dice: “No, esto es un atraco, dame ese bolso. El bolso o te doy un tiro”. “Toma”. Y me dejó botado a la altura de donde vivía el embajador de Israel. Se llevó la cámara con los rollos que había tomado de las elecciones de la UIC.
Al día siguiente llamé a Estrellita y le dije: “Mira, anoche me robaron la cámara. No hay fotos”. Menos mal que alguien había tomado unas fotos con una camarita, y esas fueron las que se publicaron en el Nuevo Mundo.
La otra cámara que me robaron fue cuando la señora Klara Ostfeld, que en paz descanse, presentó su libro “La mujer del espejo” en el Hotel Lido. Ahí estaba la crema y nata. Yo puse la cámara detrás en una silla, ya era digital en esa época, y me puse a hablar con el presidente de la Federación Sionista, Alberto Bierman. Estaba hablando con Alberto así como estoy hablando contigo, cuando dicen: “Bueno, señores, tomen asiento que va a empezar el evento”. Bueno, ¡y ya no estaba la cámara! Imagínate. Ahí mismito fui y hablé con los de Seguridad. Mandaron a trancar el hotel, que no saliera nadie, al que salía lo revisaban. Pero la cámara no apareció. Era una Nikon D300 con el flash, una tarjeta de 32 Gigas, todo un equipo. ¿Cómo lo hicieron? ¿En qué momento? No me preguntes. Pero me la robaron en mi cara, en mi cara.
Entonces se me acerca el señor Salomón Cohén, el dueño de Sambil. “Esparragoza, ¿qué pasó?” “Mire, señor Salomón, me robaron la cámara”. “Sí yo te vi con tu cámara, tú me tomaste una foto con varias personas. No puede ser… Pero bueno, no digas nada. Vente mañana a mi oficina”.
Al día siguiente me le aparecí a don Salomón en su oficina y él me dice: “Búscate una cámara, me traes la factura y yo te mando a hacer el cheque”. Bueno, me fui para la tienda Canon en La Urbina, escogí una Canon 50D con un 18-200, un flash, me armaron mi equipo, me dieron la proforma, y luego el mismo señor Salomón me firmó el cheque.
Qué bien que recibiste tanto apoyo.
Sí, y David Bittán también me regaló una buena cámara que él no usaba.
Tengo recuerdos muy bonitos. Cuando la tragedia de Vargas del 99 entró agua en el pueblo de Naiguatá. Quedaron damnificados todos mis cuñados, mis sobrinos. Entonces arrancaron para Caracas, y todos llegaron a mi casa. Yo tengo un apartamento de 72 metros cuadrados y allí había como 60 personas, incluyendo niños, Aquí en Hebraica estaba el centro de acopio, y yo les dije “Miren, tengo esta situación”. David Benzaquén, el presidente de Hebraica, me dijo “Trae tu carro”. Me llenaron el carro de comida, latas, harina Pan, cobijas, juguetes, de todo, y me dijeron “Ve, y si te hace falta más, vuelve”.
Cuando vino Shimón Péres, el único fotógrafo autorizado para llegar hasta el avión fui yo. A los fotógrafos de El Universal, El Nacional y Últimas Noticias, que estaban afuera no los dejaban pasar. Ellos me pidieron el favor de que les tomara las fotos, y entonces yo andaba como con ocho cámaras
La noche del 24 de diciembre yo empecé a repartirle los juguetes a los niños en mi casa, todos los niños recibieron juguetes, y les dije: “La comunidad me hizo estos regalos, yo se los estoy dando en nombre de la comunidad judía”.
Pero no solo eso. David Benzaquén también me dijo “Pásate por mi oficina”. Cuando llegué me tenía un cheque por 500.000 bolívares que había recogido entre los miembros de la Junta Directiva. “Esparragoza, la Junta Directiva te está haciendo este regalo para que pases un feliz año nuevo”. Cuando le conté a mi esposa no lo podía creer. “Vente, vamos a comprar comida”. Hicimos un mercado, y hasta compramos ropa para la gente que estaba en mi casa.
Tiempos difíciles
También recuerdo cuando se produjo el ataque a la sinagoga de Maripérez. Ese 31 de enero de 2009 yo estaba con mi familia en Río Chico, estábamos celebrando el cumpleaños de mi hijo. En un momento, como a las 11 de la noche, miro el teléfono y veo que tengo como 30 llamadas perdidas de Simón Benhayón, que en ese momento estaba en la CAIV. Le devolví la llamada. “¿Dónde estás tú, Esparragoza? ¡Te necesitamos aquí!”. “Yo estoy en Río Chico celebrándole el cumpleaños a mi hijo. Ahorita de noche no me voy a ir para allá, pero llego temprano”.
El Ejal de la Gran Sinagoga Tiféret Israel, la mañana siguiente a su profanación
Llegué a la sinagoga de Maripérez por la mañana e hice todas las fotografías. Se prepararon varios juegos de fotos, uno de ellos para el gobierno. Fui a sacar fotos también cuando se entregaron en Miraflores; asistieron los directivos de la CAIV, la Unión, la Asociación y otros. Uno de los juegos de fotos lo recibió Nicolás Maduro, que entonces era el canciller. Él comentó “Qué buenas fotos”, Elías Farache le contestó “Aquí está el fotógrafo”, y Maduro me felicitó. También tomé las fotos de todas las veces que la comunidad se reunió con Chávez en Miraflores.
Una de las visitas que la CAIV realizó al presidente Hugo Chávez en Miraflores, en septiembre de 2000: (izq. a der.) Boris Fincheltub, Raúl Cohén, rabino Isaac Cohén, Hillo Ostfeld Z’L, Chávez, Salomón Cohén Botbol Z’L, David Benzaquén, Abraham Levy Benchimol (parcialmente oculto), Efraim Lapscher y David Bittán
¿Qué quisieras decir para terminar la entrevista?
Que de verdad que me llena de orgullo haber aportado tanto tiempo a este gran periódico que es el Nuevo Mundo Israelita, que es la ventana de la comunidad al mundo. Porque nosotros, anteriormente, cuando salía en físico, íbamos para muchas embajadas, el periódico llegaba al interior y al exterior del país.
Mi relación con la comunidad sigue siendo excelente. De hecho, creo que soy el único que tiene carnet de Hebraica. Siempre me lo renuevan, porque todos me conocen. Yo soy más conocido que el arroz blanco.
¿Y ahora cómo estás trabajando?
Ahorita estamos totalmente parados. No sale nada por ningún otro lado. Yo me anuncio con el boca a boca y la gente me conoce, y tengo mi instagram. Ahora a veces contratan a otros, pero bueno, yo siempre estoy por aquí.
Una última pregunta: ¿Por qué siempre vas vestido de negro?
Todo el mundo me pregunta lo mismo, y cuando me ven de otro color hasta se preocupan: “¿Qué pasó, estás enfermo?”. Lo que pasa es que nosotros los fotógrafos somos como los músicos, siempre andamos vestidos de negro para cualquier ocasión.
Fotos: José Esparragoza, por supuesto.