H ace un tiempo, un día cualquiera, se presentó en las puertas del Colegio Sinai un señor de buen trato, muy educado y con una gran disposición de buscarle cabida a su hijo en nuestra institución. Con muchas inquietudes y temor, Yack Zrihem ingresa a su querido hijo Joel Saúl Zrihem (Z’L), quien en tan corto tiempo nos supo dejar un legado a todos los que tuvimos la dicha de conocerlo.
Existen muchas palabras que podrían definirlo, pero nos atrevemos a decir que la humildad y bondad representaron su verdadera esencia.
Joel fue un niño especial… verdaderamente especial, no solo en sus necesidades, acciones y actitudes, sino especial en su grandeza, crecimiento espiritual y sentimientos; entregado por completo al estudio de la Torá y al cumplimiento de mitzvot, a lo que se aferró con tal devoción que logró contagiar a su entorno, a sus compañeros y a su familia.
A veces pensamos que no supimos entender a Joel. Hoy, después de su partida, pudimos entender que Joel nos supo entender a nosotros, que Joel se alejaba para no molestar, para no interferir, o simplemente para no hacerse sentir.
A pesar de las tormentosas ideas que a veces le afectaban, Joel solo tenía una palabra en sus labios para todos: “Perdón”. ¡Pedía perdón hasta por sus pensamientos!
No habíamos conocido ni conoceremos un ser tan puro, tan noble y tan tzadik como lo fue nuestro querido Joel.
La pérdida de tan valioso ser nos ha dejado otra enseñanza: debemos aprovechar cada momento, cada instante, cada respiro, y sacar el mayor provecho y aprendizaje de las personas que forman parte de nuestro día a día, de nuestros compañeros, de nuestros profesores, de nuestra propia familia; en fin, de todo lo que nos rodea.
Elevamos nuestras plegarias a Boré Olam para que su neshamá esté en un lugar privilegiado, y que como el tzadik que fue y que está en nuestros corazones, pida por Kol Am Israel. Amén.
Alicia Wahnich
Coordinadora General del Colegio Sinai