Beatriz W. de Rittigstein
E n los últimos tiempos vemos la proliferación de una campaña proveniente de determinados sectores árabes e islámicos extremistas, y en muchos casos apoyados por la ultraizquierda, que trata de deslegitimar al Estado de Israel y al pueblo judío, al cimentar un mito con el que alteran la realidad de los hechos históricos; sin embargo, tal quimera no aguanta un análisis científico, ni el rigor de estudios serios.
En esta apropiación indebida de la historia incluyen a Jerusalén, insistiendo en su carácter islámico. Pero en cuanto al origen, es oportuno recordar que el rey David la declaró capital de su reino alrededor de 1600 años antes del nacimiento de Mahoma.
Con tal manipulación de la memoria, procuran borrar las profundas raíces e inalienables vínculos del pueblo judío con la tierra de Israel. Esto mismo fue lo que en su momento intentó el Imperio Romano, al denominar el territorio judío como Palestina, un derivado fonético del nombre de uno de los tantos clanes, los filisteos, que habitaron una franja sobre la costa mediterránea, lo que hoy es Gaza, desaparecidos hace más o menos 3 milenios.
En el 70 e.c., las legiones romanas arrasaron Jerusalén, destruyeron el Templo y los judíos fueron expulsados a una larga diáspora; de hecho, en el Arco de Tito se puede ver tallada la menorá, candelabro que representa hoy el escudo de Israel, que los romanos se llevaron como trofeo. También cambiaron el nombre del lugar más sagrado para el Judaísmo, Jerusalén, por Aelia Capitolina.
Es oportuno recordar que el rey David declaró a Jerusalén capital de su reino alrededor de 1600 años antes del nacimiento de Mahoma.
No obstante, reducidas comunidades judías, sobrevivientes de la persecución imperial, fueron estableciéndose con el paso de los años en diferentes puntos de lo que los romanos llamaron Palestina. Durante poco más de 1800 años, mientras la tierra de Israel era conquistada por diferentes potencias, una generación tras otra, por pequeños grupos, los judíos fueron retornando a su tierra ancestral. En las postrimerías del siglo XIX, este movimiento de repatriación tomó auge y se dedicó al renacimiento del que había sido su país. Este propósito se concretó formalmente el 14 de mayo de 1948, con la independencia del Estado de Israel.
En definitiva, el conflicto con los palestinos no es por territorio sino por su ideología religiosa. Por ejemplo: desde octubre del año pasado viene ocurriendo la mal llamada “Intifada de los cuchillos”, con la cual resulta obvio que tales incidentes obedecen a la permanente y criminal incitación por parte de Mahmud Abbas y demás dirigentes palestinos, cuyo discurso acusa a las autoridades israelíes de querer “judaizar” la capital del pueblo judío. La instigación tiene el claro propósito de anular el legado del pueblo judío; de este modo será imposible negociar la paz.
Cabe destacar que Jerusalén, donde impera la libertad de cultos, además de ser la capital del moderno Israel, simultáneamente tiene un carácter universal que la define como patrimonio de la humanidad, pues en ella se encuentran importantes huellas de las tres religiones monoteístas.