Este domingo 29 de mayo se celebró el día de Jerusalén. Es una fecha muy significativa para los judíos y los israelíes, pues en esa fecha, en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel se hizo del control de la ciudad.
La toma de Jerusalén en 1967 fue algo más bien circunstancial. Las hostilidades contra Egipto y Jordania arrojaban un saldo positivo para Israel. Jordania, que controlaba la mitad de Jerusalén desde 1948, recibió un mensaje para no involucrarse en el conflicto, pero desatendió el llamado. El resultado es el que conocemos: Jerusalén fue reunificada bajo soberanía israelí.
La significación de la fecha y de la reunificación va mucho más allá de un triunfo militar. Desde su gestación como pueblo, Israel ha estado conectado con Jerusalén. Abraham fue a sacrificar a su hijo Isaac en el monte Moriá; Jacob, su nieto, tuvo el famoso sueño de la escalera al cielo en el mismo sitio. El rey David la hizo su capital, el Templo de Salomón fue construido allí. Dos veces en la misma fecha fue destruido el Templo. Desde el año 70, los judíos añoraron a Jerusalén. Todos los días se reza tres veces en dirección a Jerusalén. Tener a Jerusalén como capital del Estado judío, con todo y sus problemas, es algo de corte mesiánico.
Una gigantesca bandera de Israel desplegada frente al Kótel para comenzar la celebración de Yom Yerushalaim, la noche del 28 de mayo
(Foto: AFP)
La independencia y la supervivencia del Estado de Israel es un hecho histórico que raya verdaderamente en lo sobrenatural. No tiene comparación en la extensa historia universal, es un fenómeno que sufre renovación cada día. Jerusalén es parte del milagro, un componente fundamental de la reivindicación histórica y religiosa de los judíos. Nada trivial.
Una de las celebraciones características del Día de Jerusalén es una marcha de banderas por varios sectores de la ciudad. Pero esta marcha ha sido considerada por algunos como una provocación a los sectores árabes que no creen en el derecho de Israel sobre Jerusalén, ni en el derecho de los judíos a un Estado. No es una molestia que pueda ser desestimada, porque suele traducirse en manifestaciones violentas y, ahora, en una amenaza cierta de parte de Hamás en Gaza de lanzar cohetes sobre Israel.
Israel se ve en la disyuntiva real de suspender la marcha, realizarla en algún recorrido menos “provocativo” o en el recorrido original. Ninguna de las opciones resulta sin consecuencias, y se debe decidir con criterio y aplomo.
Una de las celebraciones características del Día de Jerusalén es una marcha de banderas por varios sectores de la ciudad. Pero esta marcha ha sido considerada por algunos como una provocación a los sectores árabes que no creen en el derecho de Israel sobre Jerusalén, ni en el derecho de los judíos a un Estado
Es ridículo que los habitantes de un país no puedan ondear su bandera en cualquier parte del país. Más aún, si al abstenerse de ello se da un mensaje de entrega y rendición. El que calla otorga, y quien otorga sin razón pierde. Para colmo, durante los últimos días, en diversas manifestaciones, se han izado banderas palestinas y tratado de impedir que ondeen banderas israelíes. Esto es algo que con dificultad sucede en cualquier país soberano. Cuando ocurre en Israel, la aplicación de la ley resulta en condenas de muchos contra las autoridades israelíes que son responsables de estos asuntos.
Jerusalén es una ciudad que tiene una conexión primaria y principal con el pueblo judío. Religiosa e histórica. Los derechos de las otras religiones con nexos en la ciudad son respetados por Israel. Varias banderas pueden atribuirse el derecho de ser izadas sobre Israel, pero no cabe duda de que la de la asta más alta es la del Estado de Israel.
Jerusalén entre banderas. De tela y de historia. De religiones. La más alta, la más antigua… la del Estado de Israel. Así es.