En el Día de Jerusalén, es imposible no recordar el momento en que los paracaidistas israelíes llegaron al Monte del Templo y al Muro de los Lamentos en 1967. Se cumplen 55 años de la reunificación de Jerusalén, y es un buen momento para reflexionar sobre la actualidad de la capital israelí.
La ciudad tiene cerca de un millón de habitantes, en aproximadamente tres sectores: judíos en general, árabes y haredim (ultraortodoxos). La capital de Israel también suele considerarse como el laboratorio del país, porque las nuevas tendencias o los cambios que ocurren en ella suelen indicar lo que sucederá dentro de una década en el resto de Israel.
Jerusalén es la ciudad judía más grande, pero también la ciudad árabe más grande y la ciudad haredi más grande. Su demografía es única, y mientras que las fluctuaciones entre cada uno de estos tres sectores generan mayor preocupación entre los otros dos (como que los haredim están superando a la mayoría de la población judía a través de su alta tasa de natalidad, o si los árabes del lado oriental están rompiendo el equilibrio de un tercio de la población versus dos tercios) una mirada más cercana a la realidad puede romper las suposiciones aceptadas.
Uno de estos supuestos aborda la cuestión de la inmigración negativa de la ciudad, con la sensación en general —así como entre bastantes jerosolimitanos— de que los laicos se han ido o planean irse pronto, y de hecho están entregando la ciudad al control de ultraortodoxos y árabes.
Yair Assaf-Shapira, jefe de análisis de datos y servicios, y el investigador Mijal Koraj del Instituto de Investigación de Políticas de Jerusalén, esbozan una pequeña sonrisa al escuchar sobre el problema del abandono de la ciudad por parte de los laicos. Según sus hallazgos, parece que año tras año la mayoría de los que abandonan la ciudad son haredim; unos 8400 ultraortodoxos se mudaron de Jerusalén en 2019, lo que representó alrededor del 43% de los judíos que se marcharon. Ese año, la población ultraortodoxa constituía el 44% de la población judía de Jerusalén.
La mayoría de los ultraortodoxos que abandonan la ciudad son parejas jóvenes con niños pequeños: el 22% de ellos tenían de 20 a 24 años, y el 27% niños de 0 a 4 años. Otro 18% tenía entre 25 y 29 años. En cuanto a los haredim que se mudan a la ciudad, los principales grupos de edad fueron: 0-4 (17%), 20-24 (24%) y 25-29 años (16%).
Un aspecto más interesante, añade Assaf-Shapira, es la fluctuación provocada por el coronavirus en los dos últimos años. “Desde el estallido de la pandemia, muchas cosas han cambiado en nuestras vidas. Una de las más destacadas es el uso de Zoom con fines de estudio o trabajo. Tomemos, por ejemplo, un estudiante que viene a Jerusalén para estudiar en la Universidad Hebrea; desde el momento en que no tiene que estar físicamente presente y el café donde trabaja como mesero cierra, no se quedará aquí. Lo más probable es que regrese a la casa de sus padres en las afueras de Jerusalén, porque ya no tiene dinero para pagar el alquiler. Entonces, las cifras para 2021 sobre inmigración negativa son más altas, pero no representan la imagen real de las migraciones habituales de entrada y salida que hemos estado monitoreando durante años”.
Pero Jerusalén no es solo una ciudad con tres poblaciones distintas; es en primer lugar una ciudad de gobierno, en la que se encuentran las instituciones estatales más importantes. La Knesset (Parlamento), los diversos ministerios gubernamentales y, por supuesto, la academia y algunos de los centros médicos más grandes e importantes del país. En este contexto, vale la pena señalar los tremendos esfuerzos —no todos los cuales han tenido éxito hasta ahora— para cumplir con la decisión de varias administraciones, de que todas las instituciones y ministerios del Estado deben operar desde Jerusalén, como lo exige una ciudad capital.
Jerusalén es la ciudad judía más grande, pero también la ciudad árabe más grande y la ciudad haredi más grande
La situación en este tema sigue siendo sombría, a pesar de algunas mejoras. Todos los alcaldes desde Uri Lupolianski, pasando por Nir Barkat y los líderes de la oposición en el ayuntamiento, en particular Ofer Berkovitch, han intentado forzar a los ministerios que han evitado implementar la ley; pero el éxito es todavía parcial.
La imagen de Jerusalén sigue siendo la de una ciudad muy poco atractiva y, a los ojos de muchos, de una ciudad pobre, dirigida por ultraortodoxos que gobiernan la vida de los residentes, es decir, que impiden que los negocios abran en Shabat y persiguen a las mujeres que no están vestidas con modestia, sin mencionar el temor constante de ataques terroristas por parte de los residentes del Este de la urbe. “La imagen de Jerusalén está lejos de encajar con los hechos”, señala Assaf-Shapira.
Pero, ¿en qué se diferencia Jerusalén de su imagen no tan halagadora? Un aspecto es que la ciudad es el centro del activismo civil, y no se ajusta a la imagen de una “ciudad pobre habitada principalmente por haredim y árabes pobres y hostiles”. Jerusalén es un importante centro de actividad para organizaciones sin fines de lucro, con alrededor del 23% de todas las ONGs del país ubicadas allí.
En 2017 había 4077 organizaciones sin fines de lucro activas en la ciudad, en comparación con 1600 en Tel Aviv. Las de Jerusalén son de gran importancia económica: el presupuesto total estimado de todas las asociaciones de la ciudad oscila entre 15.000 millones y 25.000 millones de shékels, y emplean a entre 100.000 y 200.000 trabajadores en la ciudad (alrededor de un tercio de todos los empleados).
Por otro lado, al ser una ciudad gubernamental, la mayoría de los residentes están empleados en el servicio civil, además de las oportunidades académicas existentes, ya que Jerusalén alberga no solo la Universidad Hebrea sino también muchas escuelas de artes y tres grandes centros médicos, además de otros tres hospitales ubicados en el oriente de la ciudad.
Comienza a haber señales de un cambio importante en la política del gobierno hacia el este de la ciudad y sus residentes árabes. La infraestructura allí está mejorando, y la ciudad tanto en el este como en el oeste luce más limpia
En los últimos años se han visto los primeros signos de cambios positivos. La construcción está creciendo, aunque ello no ha logrado bajar los precios de la vivienda. Las mejoras en el trasporte público (tren ligero, tren de alta velocidad, y la entrada de las empresas de autobuses en el sistema de trasporte) muestran que las cosas se están moviendo en la dirección correcta.
Sin embargo, un cambio dramático en los hábitos del trasporte masivo aún no ha ocurrido, y el municipio habla con dos voces contradictorias sobre el tema: por un lado, construye vías para más líneas de tren ligero, pero al mismo tiempo crea cada vez más estacionamientos.
También comienza a haber señales de un cambio importante en la política del gobierno hacia el este de la ciudad y sus residentes árabes. La infraestructura allí está mejorando, y la ciudad tanto en el este como en el oeste luce más limpia.
A pesar de todo esto, la ciudad de Jerusalén, sus habitantes y los peregrinos y turistas que comienzan a volver aún deben hacer frente a brotes de violencia y atentados terroristas, que ponen en entredicho muchos de los planes de mejora.
Jerusalén se mueve en la dirección correcta, siempre que la Puerta de Damasco permanezca tranquila.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción NMI.