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"Y Abraham era anciano, entró en sus días, y Dios bendijo a Abraham con todo” (Bereshit 24, 1). Estamos en la última etapa de vida de Abraham, él hizo ya mucho por la humanidad y por su familia. Logró superar las diez grandes pruebas que Dios puso en su vida —como está señalado en Pirké Avot—, y al mirar en retrospectiva, descubre que el Todopoderoso lo bendijo con todo lo bueno.
Es curioso que justamente en este momento, cuando ya no tiene fuerza física como antes, se encuentra solo (Saráh había fallecido) y está por casar a su hijo (el predilecto), proyectándose así agravar su soledad, es cuando siente realmente la bendición absoluta de Dios. ¿Cómo puede ser esto?
Generalmente las personas aspiran a tener bendición en todos los aspectos durante su vida activa. La búsqueda del sustento, la educación de los hijos, la vida familiar y social, las vacaciones, los logros personales, títulos y reconocimientos en varios niveles, son solo ejemplos de lo que cualquiera de nosotros aspiraría a tener. Pero por encima de ellos, la fuerza física para poderlos disfrutar. Asumimos que la vida hay que aprovecharla todo el tiempo que podamos, después será demasiado difícil. ¿De qué sirve tener una fábrica del mejor chocolate del mundo si el médico nos prohíbe el azúcar y el cacao?
Abraham nos enseña que la verdadera bendición no está condicionada por una situación física, ni siquiera por una condición anímica para disfrutar de ella, sino por cuánto nuestra alma creció durante nuestros 120 años de vida. De cómo consiguió utilizar los recursos materiales, el buen sustento, su posición comunitaria, la satisfacción de los hijos bien encaminados, etc., para depurar más y más su eterna condición espiritual.
A Abraham no lo motivaba la persecución del honor ni los bienes materiales. Al despertar no pensaba qué nuevo negocio haría el día de hoy para atesorar más oro y plata; él pensaba constantemente en qué hacer con todo lo que Dios le había concedido para acercarse un poco más a su servicio.
Por este motivo, al final, y solo al final, logró ver de forma panorámica el verdadero valor de todo lo que le aconteció en su vida, y que, efectivamente, todo es parte de la gran bendición del Todopoderoso.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda