Ha sido uno de los defensores a ultranza del presidente electo, y al parecer su figura tendrá mucho peso en la nueva administración estadounidense
J ared Kushner es joven y no tiene experiencia en política, pero en el clan Trump la familia pesa mucho. El yerno del presidente electo se ha convertido poco a poco en uno de sus asesores clave, y se perfila como la gran figura en la sombra de la próxima Casa Blanca.
Casado con Ivanka, la hija mayor de Donald Trump, Kushner tiene 35 años, aspecto de buen estudiante, mucho dinero y fama de persona amable y reservada.
Los perfiles que estos días le dedica la prensa estadounidense hablan, al mismo tiempo, de alguien ambicioso que ha sido capaz de imponer muchas de sus opiniones en el equipo de su suegro y que no ha dudado en desplazar a sus enemigos.
Kushner se ha convertido en la voz que susurra al oído de Trump, en su “jefe de campaña de facto”, según anunciaba ya este verano The New York Times, y en el encargado de tender puentes entre distintas facciones dentro y fuera de la campaña. Paradójicamente, sobre el papel, la campaña que llevó a Trump a la presidencia choca casi frontalmente con la personalidad y la biografía de Kushner.
Como su suegro, Kushner debe su fortuna al negocio inmobiliario y entró a él por herencia paterna, pero a diferencia de Trump es poco amigo de los focos y del espectáculo. Su silencio durante el período electoral lo rompió con una carta publicada en el New York Observer —medio del que es propietario— defendiendo al magnate neoyorquino, después de que este compartiera en Twitter un montaje de Hillary Clinton con una estrella de David y fajos de billetes para acusarla de corrupción.
A Trump le llovieron las acusaciones de antisemita y su yerno —judío practicante, nieto de sobrevivientes del Holocausto y cuya mujer se convirtió al Judaísmo antes de casarse— no dudó en salir en su apoyo para tratar de enderezar una campaña que desde el principio contó con las simpatías de la extrema derecha.
La familia de Kushner está además en las antípodas del votante que el magnate buscaba atraer con sus polémicos mensajes. Los Kushner son un clan adinerado, más bien liberal, con estudios en universidades como Harvard y con claros vínculos con el Partido Demócrata.
Kushner, hijo de un magnate inmobiliario, se hizo cargo de los negocios de su padre después de que este fuera a la cárcel por evasión fiscal, represalias contra testigos y contribuciones ilegales a campañas políticas. El fiscal que llevó a Charles Kushner a prisión fue el ahora gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, también colaborador cercano de Trump durante la campaña electoral, y quien en las últimas semanas fue reemplazado como jefe del equipo de transición y ha quedado relegado a un papel secundario.
Según varios medios estadounidenses, Kushner sería quien habría maniobrado para, a modo de venganza, dejar de lado a Christie, que también se ha visto envuelto en un escándalo local en el que este mes dos subordinados suyos fueron condenados.
Muchas fuentes también apuntan a Kushner como el gran responsable de la destitución de Corey Lewandowski como jefe de campaña de Trump, y de varios de los nombramientos en el círculo más cercano del presidente electo.
Cuando Trump acudió a la Casa Blanca para reunirse con Barack Obama días después de las elecciones, se vio a Kushner departiendo en privado fuera del edificio con el jefe de gabinete del presidente, Denis McDonough, lo que disparó los rumores sobre la posibilidad de que fuera su sucesor. Descartada ya esa opción, parece que lo más probable es que Kushner asuma un puesto de asesor presidencial, probablemente sin cargo formal en la administración para evitar las leyes contra el nepotismo, pero siendo una de las voces fundamentales en las políticas de Trump.
“Seguirá siendo muy importante”, confirmó sobre su papel la que fuera jefa de campaña de Trump, Kellyanne Conway.
Fuente: EFE y Aurora. Versión NMI.