Hace pocos días supimos de la sensible desaparición física de Janán Olamy, uno de los más recordados representantes diplomáticos de Israel en Venezuela, cuya labor, junto a su esposa Anita, tuvo un impacto perdurable en las relaciones entre ambos países. Sugerimos a la propia Anita que nos hiciera llegar un esbozo de la trayectoria vital de su esposo, a lo que accedió con su entusiasmo característico a pesar del dolor de la ausencia. He aquí su mensaje para toda la kehilá
Apreciado Sami Rozenbaum,
Te prometí que con ocasión de Rosh Hashaná enviaría un augurio para los dilectos amigos de Nuevo Mundo Israelita y de la kehilá de Venezuela. Esta vez lo hago en nombre mío y en el de Janán Z’L, quien el dia 1 de Elul (12 de agosto) ha dejado de sufrir. Descansa en el bosque de Ben Shemen de las colinas de Jerusalén, en las afueras de Modiín, ciudad en que he fijado mi residencia al lado de Guy, Ricky y nuestros seis nietos.
Mi mensaje me ve obligada a sacar a flote algo del grato bagaje de
experiencias diplomáticas vinculadas a Venezuela.
¡Qué alegría más “chévere” me causas, amado NMI!
Nuestra tarea diplomática en Caracas está dividida en dos etapas, la juvenil y la madura. La primera (1966-1968), cuando Janán llegó como secretario de la embajada de Israel, siendo jefe de misión don Eliashiv Ben Horin, quien con paciente inteligencia supo «educar» a su ayudante para que en el debido
momento Janán supiera lidiar solito con la problemática que la Guerra de los Seis Días y sus consecuencias iban creando.
Tuvimos ya en aquellos días no solo el apoyo total y amistoso de la
comunidad judía, sino también el grato consuelo del nacimiento de nuestra Ricky en el Centro Médico de San Bernardino. Poco después, Janán fue nombrado Primer Secretario y jefe de la legación en Río de Janeiro, ya que el embajador Isaac Harkavi se vio obligado a trasladarse a la nueva capital,Brasilia.
Al cabo de cuatro bellos años en Brasil llegó otro nombramiento, el desafiante cargo de Consejero en Washington DC, para velar por los intereses de Israel en el seno de los organismos continentales BID y OEA.
En nuestro largo vagabundeo profesional estuvimos siempre en contacto con Venezuela: los amigos nos ponían al día sobre el acontecer local, tanto en la época en que Janán sirvió como embajador en Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Panamá, cuidando igualmente las relaciones de Israel con las islas de Aruba y Curazao así como en las «paradas» en Jerusalén.
La segunda etapa se abrió en 1987, cuando Janán fue nombrado embajador en Venezuela. No seré yo quien nombre los retos, los logros, los delicados y a veces complejos acontecimientos que se convirtieron en el quehacer diario de su misión. Quizá el momento más álgido fue durante la Guerra del Golfo (1991). Aún recordamos con vibrante najes el rol que jugó Janán en la mesa redonda del “Dossier” especial de Walter Martínez. Imagino que entre mis queridos hermanos venezolanos habrá alguien que recordará con una sonrisa esa magnifica actuación.
Durante toda su tarea, Janán mantuvo su serenidad, su equilibrio, su don de gentes, su interés y pasión por cumplir a cabalidad con el privilegio que le habían confiado al ser designado embajador de Israel, ese Israel que había escogido como patria cuando hizo aliá con el garin fundador al kibutz Mefalsim en el Néguev, desde su Argentina natal (1949). Yo, la triestina que Janán escogió para ser la compañera de sus sueños, aventuras y realizaciones, tuve la suerte de dominar el español y de ponerlo al servicio de la causa que nos guiaba.
Con los auspicios del Instituto Cultural Venezolano-Israelí y su distinguido presidente de entonces, Dr. Luis Carbonell, se llevaron a cabo cursos de lengua hebrea y de historia judía, se editaron publicaciones, se realizaron eventos artísticos y culturales de gran envergadura en el MACCSI, en la Academia Venezolana de la Lengua y en otros lugares de la capital y del
interior. Lo atestiguan las condecoraciones y las numerosas instituciones nacionales y judías que han querido contar con él y conmigo como miembros honorarios.
Janán, auténtico motor, nos inspiraba y alentaba para que la presencia de Israel se sintiera en los más variados ámbitos de esa Tierra de Gracia; personalidades de toda Venezuela se acercaban para ser amigos de Israel y tomar parte en sus logros.
Hacia el final de su vida —hoy justamente cumpliría 90 años— la salud le falló, y tuvimos que reemplazar el vacío que su enfermedad iba dejando con los recuerdos, las vivencias, las fotografías, los recortes de prensa, la grabación de su voz tan carismática y su dicción tan perfecta.
Amigos de NMI, amigos del alma de los Olamy, que Rosh Hashaná les traiga dulzura y un sinfín de bendiciones. Y tú, mi amado Janán, descansa en paz.
Te lo mereces.
Anita Olamy
Modiín, Israel
1 de septiembre de 2018
A Janan Olamy Z’L se le recordará siempre por sus elevados principios, su trayectoria intachable, su bonhomía. Es un privilegio haberlo tenido como embajador de Israel en Venezuela en un período (1987-1991) en el que las relaciones entre ambos países eran armoniosas y fructíferas, relaciones que él contribuyó a consolidar todavía más.
Con convicción y firmeza llevó a cabo una intensa labor de proyección del Estado de Israel, a través de intervenciones en un gran número de programas de opinión por radio y televisión; participó en foros y conferencias de esclarecimiento, y defendió a capa y espada el derecho a existir del Estado judío.
Con sencillez y espontaneidad se desempeñó cómodamente, tanto en los más altos ambientes diplomáticos como en el ámbito social, intercambiando con todos los niveles de la comunidad venezolana, en la que dejó profundas huellas. De hecho, como él mismo refería, hizo sólidas amistades en sus frecuentes peregrinaciones por el interior de Venezuela, en visitas a ciudades y zonas rurales.
Durante su gestión, hombro a hombro con su inseparable Anita, y con los auspicios del Instituto Cultural Venezolano-Israelí —del cual ella era directora—, se vivió un vibrante período de actividades culturales: visita a la sinagoga de Curazao y al Cementerio judío de Coro, clases de historia judía, y el curso “Olores y sabores de la cocina judía”, ambos impartidos por Anita, quien también es autora del libro Apuntes de historia judía. Se publicó, además, el libro Israel visto por ojos venezolanos, en el que un destacado grupo de intelectuales dejó constancia de su visión de Israel.
Al matrimonio Olamy, además de los lazos profesionales, los unió a Venezuela un excepcional vínculo emocional: su hija Ricky nació en Caracas en 1968, cuando él se desempeñaba como secretario de la Embajada de Israel. Anfitriones excepcionales, abrieron las puertas de su hogar tanto en Caracas como en Jerusalén, donde los visitamos y rememoramos “los buenos tiempos” en Venezuela.
Junto con Anita, Janán Olamy formó una hermosa familia fundamentada en elevados valores y principios, manteniéndose fiel a los ideales arraigados durante sus años de formación en el kibbutz Mefalsim, ideales que lo acompañaron a lo largo de toda su vida.
Su valioso legado, su personalidad afable y receptiva, su inquebrantable integridad, le granjearon el aprecio y respeto de cuantos lo conocimos; su memoria permanecerá firme en los anales de la comunidad judía de Venezuela, y en nuestros corazones.