La comunidad judía de Estados Unidos ha sido siempre una fuente de apoyo muy importante para el Estado judío. Pero la sociedad norteamericana se hace cada vez más compleja, y esa comunidad se ha fragmentado en numerosas tendencias que a veces la vuelven confusa. Una de las organizaciones de aparición más reciente es el grupo de lobby J Street, que cae en las categorías “liberal”, “de izquierda” o “paloma”, y es fuente de ardientes discusiones tanto en Norteamérica como en Israel.
Sami Rozenbaum
E l sistema democrático de Estados Unidos contempla, como una de sus peculiaridades, un poderoso sistema de lobby, constituido por numerosas organizaciones que representan todo tipo de intereses, y apoyan a los partidos políticos o funcionarios de elección popular que puedan promover sus respectivas agendas.
En este contexto, la organización J Street fue fundada en 2008 por el activista social de origen israelí Jeremy Ben Ami, su actual director ejecutivo, quien entre otros cargos previos fue asesor del presidente Bill Clinton en asuntos domésticos. El nombre J Street proviene del hecho de que en la ciudad de Washington, donde las vías principales están denominadas por letras, no existe una calle “J”; también, obviamente, la “J” corresponde a la palabra Jew (judío).
La organización afirma en su sitio web que “representa una base política para los estadounidenses que apoyan a Israel y la paz, y que creen que una solución de dos Estados para el conflicto palestino-israelí es esencial para la supervivencia de Israel como el hogar nacional del pueblo judío y como una vibrante democracia”.
Ben Ami explica que J Street no se opone ni apoya a otros grupos relacionados con Israel, como el Comité Estadounidense-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC por sus siglas en inglés), la organización de lobby más importante de la comunidad judía de EEUU, y asegura que con esta última J Street “no tiene diferentes puntos de vista, sino diferentes prioridades”.
Estas prioridades pueden comprenderse a través de una declaración de Alan Solomont, uno de los fundadores de J Street y ex director de finanzas del Partido Demócrata: “Hemos escuchado las voces de los neo-conservadores, de los líderes judíos ubicados a la derecha del centro político y de cristianos evangélicos, pero la visión de la corriente principal de la comunidad judía estadounidense no ha sido escuchada”. Jeremy Ben Ami aseveró, durante la convención fundacional del grupo, que su punto de vista estaba cerca del partido israelí Kadima, creado por Ariel Sharón y hoy desaparecido; sin embargo Meir Shitrit, diputado de ese partido que asistía al acto, comentó: “[En realidad] están a la izquierda de Kadima, pero en el tema central de la paz creo que coincidimos”.
El Consejo Consultivo de J Street incluye a ex funcionarios públicos de EEUU, expertos en política, líderes comunitarios y académicos. La organización comprende asimismo un “gabinete rabínico” en el que predominan rabinos y estudiantes de las denominaciones conservadora y reformista. También cuenta con entidades separadas para distintas funciones: J Street PAC es el Comité de Acción Política, que hace aportes a las campañas de aquellos candidatos cuya plataforma coincida con sus fines; y J Street Education Fund, destinado a la educación y el diálogo sobre los temas centrales del grupo. Como parte de este último está J Street U, capítulo del movimiento que trabaja en los campus universitarios.
Desde un principio, J Street PAC ha sido notablemente eficaz para recaudar fondos; durante las elecciones legislativas norteamericanas de 2008 logró colectar 600.000 dólares, en las de 2010 llegó a 1,5 millones, y para las de 2014 recaudó un total de 2,4 millones que distribuyó entre 95 candidatos, la mayor suma para un grupo de lobby pro-israelí hasta la fecha.
Sin embargo, existen constantes críticas sobre el origen de estos fondos. Uno de los principales donantes ha sido el magnate George Soros. Además, el grupo ha recibido dinero de estadounidenses árabes y musulmanes, y decenas de miles de dólares de grupos de interés iraníes. También han hecho aportes figuras como Richard Abdoo, hombre de negocios de origen libanés y ex integrante del Instituto Árabe Norteamericano, y Genevieve Lynch, miembro del Consejo Iraní Norteamericano. Ante las críticas, J Street replica que no escoge la religión u origen de sus donantes.
Pero este es solo uno de los aspectos que han dado lugar a suspicacias entre sus oponentes.
Algunas acciones de J Street han producido incomodidad en el resto de las organizaciones de lobby, en sectores de la comunidad judía de EEUU y en el gobierno israelí.
Uno de los puntos centrales de la agenda de J Street es objetar la administración (“ocupación”) de Cisjordania por parte de Israel.
Ben Ami explica que “el Israel que amamos va por el camino de expandir indefinidamente los asentamientos, y hacia una ocupación indefinida de millones de palestinos, lo que en última instancia pone en peligro la naturaleza judía y democrática del Estado”.
En este respecto, no menciona el progresivo retiro de Cisjordania que llevó a cabo Israel a raíz de los Acuerdos de Oslo en la década de 1990, y que revirtió a causa del terrorismo que, en lugar de amainar, se desató entonces con toda su furia precisamente para sabotear el proceso de paz.
El desencuentro de J Street con el gobierno de Netanyahu data de los propios inicios de la organización. El entonces embajador israelí en Estados Unidos, Michael Oren, no asistió a la convención inaugural; la embajada explicó que la nueva organización “perjudicaba” los intereses de Israel. Oren declaró en una ocasión que J Street “no solo se opone a una política de un gobierno israelí, sino que se opone a todas las políticas de todos los gobiernos de Israel. Está significativamente alejado de la corriente principal”. No obstante, Oren suavizó su posición sobre J Street tras dejar el cargo.
En 2010, el canciller israelí Avigdor Lieberman rehusó reunirse con un grupo de congresistas estadounidenses que visitaban el país si venían “escoltados” por miembros de J Street. El vicecanciller Danny Ayalon comentó: “Lo que me molesta es que ellos no se presentan como lo que realmente son. No deberían llamarse a sí mismos pro-israelíes”. Sin embargo, el columnista de The Jerusalem Post Haviv Rettig Gur opinó que “si legisladores estadounidenses que tienen una trayectoria pro-israelí dicen que J Street es kasher, eso crea una nueva realidad política que la derecha israelí debe enfrentar”.
J Street ha abogado por negociar con el grupo terrorista Hamás, y fue muy crítico de la Operación Plomo Fundido de Israel en Gaza en 2008-09, por lo que figuras como el rabino Eric Yoffie, presidente de la Unión por el Judaísmo Reformista, calificaron a la organización como “demasiado ingenua”. En 2011, Kathleen Peratis, miembro del consejo de J Street, visitó al liderazgo de Hamás en la Franja de Gaza; aunque J Street se opuso y condenó esta acción, es llamativo que Peratis haya considerado apropiado realizar semejante visita a un grupo cuya carta fundacional llama a la destrucción de Israel. Pero durante la Operación Margen Protector, de 2014, la posición de J Street estuvo más cerca de aquella de las demás organizaciones judías de EEUU y apoyó las acciones defensivas de Israel.
Otro motivo de desacuerdo con otras organizaciones judías fue la recomendación de J Street a la administración Obama, a principios de 2011, de que no vetara la propuesta árabe-palestina de una resolución que condenaba a Israel en la ONU; por esta causa, el representante republicano Gary Ackerman cortó sus relaciones con el grupo. Ackerman comentó: “Causa perplejidad este acto por parte de una organización que tiene la mente tan abierta que su cerebro se le ha caído”. J Street respondió en una nota de prensa que en realidad no había endosado la propuesta, sino que abogaba por políticas que evitaran que el documento fuese sometido a votación, y que si ello no funcionaba urgiría al gobierno norteamericano a modificar su redacción para que se alineara con la política de Estados Unidos.
Poco después, en febrero de 2011, J Street invitó a su convención anual a personajes como Rebecca Vilkomerson, directora ejecutiva de la ONG “Voz Judía por la Paz”, a la que The Jerusalem Post describe como “firme propulsora de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS)” contra Israel; Mustafa Barghouti, líder de la Iniciativa Nacional Palestina, también un propulsor de BDS que participó en la flotilla “Free Gaza”; y Michael Sfard, abogado que promueve la “guerra legal” contra Israel. Zeev Bielski, ex director de la Agencia Judía y entonces diputado por Kadima, declaró: “Yo tengo mis propias críticas al actual gobierno, pero tiene que haber límites, y esta organización le está haciendo un tremendo daño a Israel”. Sin embargo, otros diputados a la Knesset, por los partidos Kadima y Laborista, asistieron y fueron ponentes en el evento.
Aunque J Street se opuso a que la Asamblea General de la ONU reconociera a Palestina como “Estado observador” en 2011, durante el año siguiente hizo lobby en el Senado de EEUU contra unos proyectos de ley que habrían penalizado a la AP si utilizaba su nuevo estatus para introducir cargos contra Israel en el organismo internacional; estos proyectos no fueron aprobados.
Caroline Glick, subdirectora de The Jerusalem Post, afirma: “A través de sus acciones, J Street y sus aliados han dejado claro que sirven sus intereses perjudicando a Israel. Su misión es dañar la posición israelí en Washington y debilitar la influencia de la corriente principal de la comunidad judía que apoya a Israel”.
Por su parte, el respetado analista político Alan Dershowitz escribió: “Constituye una publicidad fraudulenta calificar a J Street como pro-israelí. J Street le ha hecho más daño a Israel que cualquier otra organización estadounidense”. El director de asuntos de gobierno de J Street, Dylan Jacob Williams, calificó esta declaración de Dershowitz como una prueba de “la autocensura interna de la comunidad judía de EEUU con respecto a los verdaderos peligros que enfrenta Israel”.
En mayo de 2014, la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías de Estados Unidos, grupo “paraguas” de esas comunidades, no aceptó la membresía de J Street por 17 votos a favor, 22 en contra y 3 abstenciones; esta cerrada votación evidencia las intensas discusiones que generó el tema en el seno de la Conferencia, las cuales continúan en la actualidad.
El más reciente enfrentamiento de J Street con el resto de los grupos judíos de Estados Unidos surgió por el acuerdo nuclear con Irán promovido por el presidente Barack Obama, y aprobado por los países llamados P5+1.
La ya citada periodista Caroline Glick escribió en un indignado artículo: “340 rabinos no-ortodoxos enviaron al Congreso de EEUU una carta en que pedían a los legisladores apoyar el acuerdo.
El comunicado recibió una significativa publicidad, y contribuyó a la sensación de que la comunidad judía apoyaba a Obama contra la opinión del gobierno de Israel. Pero aunque los organizadores aseguraron que los firmantes representaban a todas las tendencias del Judaísmo norteamericano, un análisis de la Organización Sionista de Estados Unidos [ZOA por sus siglas en inglés] reveló que 187 de los que suscribieron la carta son miembros del ‘gabinete rabínico’ de J Street. La ZOA expuso, además, que Ameinu, el grupo judío que preparó el documento, forma parte de J Street; de hecho, su presidente, Kenneth Bob, es el tesorero de J Street”.
Glick comenta: “J Street es tan radical que su grupo estudiantil, J Street U, acaba de elegir a una musulmana, Amna Farooki, como presidenta nacional. Farooki llegó a anunciar que J Street U ‘no es un grupo pro-israelí’; en sus palabras, ‘no estamos aquí para tratar sobre la conversación pro-israelí en los campus universitarios. Estamos aquí para hablar sobre la ocupación’, y añadió que el grupo se dedicará a ‘un trabajo de todo el año contra la ocupación’”.
Parte de la razón por la que la comunidad judía ha evitado criticar a J Street, afirma Glick, son sus profundos lazos con el gobierno de Obama. De hecho, asegura que la Casa Blanca “ha usado a J Street como un arma estratégica de influencia, para evitar que la comunidad se oponga a la hostilidad de la administración hacia Israel y para bloquear las críticas hacia la disposición del Ejecutivo a legitimar afirmaciones antisemitas. Eso incluye la acusación del secretario de Estado, John Kerry, de que Israel se estaría convirtiendo en un ‘Estado de apartheid’ y que los israelíes no están interesados en la paz, así como las recientes insinuaciones de Obama sobre que habría algo básicamente traicionero en el apoyo de los judíos estadounidenses a Israel”.
Así, desde numerosos frentes existe oposición a los puntos de vista y actividades de J Street. Una organización denominada “Estadounidenses por la paz y la tolerancia” produjo un video documental titulado The J Street Challenge (“El desafío de J Street”), que resume muchas de las críticas que se le hacen, como que culpa a Israel “desproporcionadamente” por no haberse alcanzado la paz, y por plantear el conflicto con los palestinos como si fuese únicamente un asunto de territorios.
La tirantez llegó al punto que Jeremy Ben Ami decidió incluir varias aclaratorias en el portal de J Street, tituladas Setting the record straight (“Poniendo las cosas en su lugar”). Sus argumentos pueden sintetizarse así:
Pero la controversia continúa. El portal Forward opinó el año pasado: “No hay duda de que J Street ha conmocionado al Judaísmo norteamericano. Desde su creación en 2008 como grupo de lobby, comité de acción política, grupo educativo y movimiento estudiantil, la organización ha creado una disrupción en el debate sobre lo que significa ser pro-israelí”.
Sin duda, la permanente necesidad de justificarse de J Street a causa de muchas de sus actividades —algunas bastante confusas— mantiene viva la suspicacia por parte de otras organizaciones. Para numerosos analistas, J Street ha sido un factor en el reciente distanciamiento entre Israel y el gobierno de Estados Unidos.
Fuentes: