Paul Shindman*
Desde sus primeros años, la ONU ha debatido sobre Israel a menudo y en profundidad. De hecho, desde su fundación en 1948, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha adoptado alrededor de 100 resoluciones directamente relacionadas con el conflicto árabe-israelí.
Las Naciones Unidas han sido parte fundamental de la historia de Israel. Comenzando con su predecesora, la Liga de las Naciones, creada en 1920 a raíz de la Primera Guerra Mundial, la organización se encomendó a sí misma el elevado objetivo de mantener la paz mundial.
La disolución del Imperio Otomano a principios del siglo XX originó la aparición de nuevos países independientes en toda la región, desde los Balcanes hasta Iraq y el norte de África. Después de seis siglos de control otomano, la Liga de las Naciones estableció el Mandato de Palestina, que colocó ese territorio bajo el control de Gran Bretaña. Los británicos tenían la intención de implementar la Declaración Balfour y crear países independientes para las poblaciones judías y árabes.
Sin embargo, antes de que eso sucediera, la Liga de las Naciones fracasó en su mandato y dejó de funcionar cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, y la inestable paz establecida después de la Primera Guerra Mundial se derrumbó. Con la victoria de los Aliados sobre los poderes del Eje, la Liga de las Naciones fue reemplazada en 1945 por la Organización de las Naciones Unidas, nuevamente con el honorable pero siempre elusivo mandato de “salvar a las futuras generaciones del flagelo de la guerra».
Para la ONU y sus organizaciones afiliadas, Israel siempre parece ser el único país sobre el cual hay que emitir reportes condenatorios.
Las Naciones Unidas retomaron el tema donde la Liga de las Naciones había fallado, votando en 1947 para dividir Palestina en dos Estados separados, uno judío y otro árabe, y admitiendo a Israel como miembro de pleno derecho. Este plan de partición fue rechazado por los árabes, no se creó ningún Estado árabe y la ONU ha estado lidiando con las consecuencias desde entonces.
Lejos de fomentar condiciones para la paz, después de ayudar a crear el Israel moderno, la ONU se convirtió en un campo de batalla diplomático. Durante décadas, la agenda de la ONU ha estado dominada por un esfuerzo enormemente desequilibrado por utilizar a esa organización internacional para atacar a Israel. La situación ha estado tan distorsionada, que varios jefes de la ONU se vieron obligados a admitir que el organismo internacional tiene prejuicios institucionales contra Israel.
“Sé que las Naciones Unidas son consideradas por muchos como parcializadas contra el Estado de Israel… Sé que los israelíes perciben hipocresía y doble rasero en el intenso escrutinio que se da a algunas de sus acciones, mientras que otras situaciones no provocan la indignación o las condenas del mundo. Sé que los israelíes se ofenden cuando los delegados de otras naciones abandonan la sala cuando los israelíes se levantan para hablar”.
Secretario General de la ONU Kofi Annan, 1998
Annan dijo que el comportamiento de la ONU da «una impresión lamentable de parcialidad y unilateralidad», que «quedan cicatrices profundas y dolorosas», y admitió que el comportamiento de la ONU hacia Israel ha tenido una «historia problemática».»A veces parece que las Naciones Unidas sirven a todos los pueblos del mundo, excepto a uno: los judíos», admitió Annan.
El punto más bajo en las relaciones entre la ONU e Israel se produjo cuando los enemigos árabes de Israel patrocinaron una resolución que calificó al sionismo—el movimiento para crear una patria nacional para el pueblo judío en Israel—una forma de racismo. Annan denunció esa decisión:
(…)“la lamentable resolución adoptada por la Asamblea General en 1975, que equipara el sionismo con el racismo y la discriminación racial. Ese fue, quizá, el punto más bajo en nuestras relaciones; su resonancia negativa es aún hoy difícil de sobreestimar. Afortunadamente, la Asamblea General rescindió esta resolución en 1991”.
La revocación de la resolución sionismo-es-racismo tuvo pocos efectos en las frágiles relaciones de la ONU con Israel. A pesar de la «promesa solemne» de Annan de «marcar el comienzo de una nueva era de relaciones entre Israel y las Naciones Unidas», su sucesor, Ban Ki-Moon, también admitió que la situación no había cambiado en los 15 años desde la promesa de Annan.Durante su visita de 2013 a Jerusalén, Ban declaró ante los delegados ante un modelo de la ONU que la actitud de la ONU hacia Israel era «desafortunada», diciendo:
“Existen algunos prejuicios contra Israel, el pueblo israelí y su gobierno… Desafortunadamente, debido a toda esta situación de conflicto, ustedes han sido criticados y han sufrido este sesgo y, a veces, discriminaciones”.
Esa discriminación ha continuado bajo las riendas de AntónioGuterres, quien reemplazó a Ban Ki-moon como jefe de la ONU en 2017. En 2019, la Asamblea General de la ONU aprobó ocho resoluciones antiisraelíes, y no encontró en el resto del mundo ninguna otra área de conflicto digna de la misma condena.
Lejos de ser un foro abierto donde se respeten todos los puntos de vista y opiniones, la ONU continúa tolerando los prejuicios contra Israel, y en algunos casos, como la acusación de «limpieza étnica», se utiliza como plataforma para diseminar información falsa e incitadora sobre una nación miembro
Los organismos institucionales de la ONU, como el Consejo de Derechos Humanos (UNHRC) y la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) también están sesgadas, y gastan tiempo y recursos desproporcionados para atacar a Israel. La ONU emite tantas condenas contra el Estado judío que UnWatch, una ONG que monitorea a las Naciones Unidas, emitió una lista de decisiones «demenciales» de la ONU que atacan desproporcionadamente a Israel.
Durante años, Israel y otros países y organizaciones se han quejado de que la UNRWA—Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para Palestina, establecida por la ONU a principios de la década de 1950— ha institucionalizado la situación de los refugiados palestinos, decidiendo que son las únicas personas en el mundo que pueden pasar la condición de «refugiados» de generación en generación. El resultado es una organización gigante y multimillonaria, que ahora está bajo investigación por malos manejos administrativos.
Un ejemplo de la profundidad del prejuicio contra Israel puede verse en un comunicado de prensa publicado en 2015 en el sitio web de la ONU, que contiene una declaración descaradamente falsa y que incita al odio.Ese comunicado afirmó que «en Jerusalén, una política de limpieza étnica está expulsando a los palestinos de la ciudad». En realidad, bajo el gobierno israelí desde 1967 se ha producido un masivoincremento de la población palestina en Jerusalén.
La verificación fáctica de que la acusación de «limpieza étnica» es falsa no proviene de Israel, sino de una fuente árabe: la Oficina Central de Estadísticas de Palestina. Los propios palestinos reconocen oficialmente que su población en Jerusalén ha aumentado a cifras sin precedentes. Nunca antes en la historia han vivido tantos palestinos en Jerusalén, sea la parte este o la oeste.Obviamente, no puede haber ninguna «limpieza étnica» cuando la población étnica palestina está aumentando. Los propios números de los palestinos muestran que la población de su «Gobernación de Quds» creció de 320.809 habitantes en 1997 a 404.165 en 2013, y se espera que llegue a 471.834 en 2021. Pero a pesar de esta falsedad de la acusación de «limpieza étnica», señalada a la ONU por una ONG israelí, la ONU ha decidido no eliminar de su portal esa cita ofensiva y objetivamente incorrecta.
Lejos de ser un foro abierto donde se respeten todos los puntos de vista y opiniones, la ONU continúa tolerando los prejuicios contra Israel, y en algunos casos, como la acusación de «limpieza étnica», se utiliza como plataforma para diseminar información falsa e incitadora sobre una nación miembro. El resultado es un refuerzo de la percepción del público israelí de que la ONU está parcializada, y que trabaja contrariando los objetivos establecidos en la Carta de las Naciones Unidas.
*Periodista, ex director de investigación en The Israel Project.
Fuente: HonestReporting. Traducción NMI.