En medio de la recesión global causada por el coronavirus exportado por China, lo absurdo se ha convertido en realidad
Caroline Glick*
Cuando el presidente chino Xi Jinping visitó Teherán en 2016, la mayoría de los analistas desestimó la importancia del acontecimiento. La noción de que Beijing arruinaría sus relaciones con Estados Unidos, la economía más grande y la superpotencia global, a favor de una alianza con Irán, el mayor patrocinador estatal del terrorismo en el mundo, era a primera vista absurda.
Pero a pesar de lo ridículo de la idea, a medida que los líderes políticos y los comandantes militares iraníes abrían un camino a las puertas de China, creció la preocupación por los lazos entre ambos países. Ahora, en medio de la recesión global causada por el coronavirus exportado por China, lo absurdo se ha convertido en realidad.
Después de semanas de febriles rumores, Irán y China han concluido un acuerdo estratégico. Hace dos semanas, The New York Times informó sobre el contenido del borrador final del convenio. En sus párrafos iniciales, China e Irán se describen a sí mismos como «dos antiguas culturas asiáticas, socios en los sectores del comercio, la economía, política, cultura y seguridad, con una perspectiva similar y numerosos intereses bilaterales y multilaterales comunes». De ahora en adelante, «se considerarán socios estratégicos».
El presidente iraní Hassan Rouhani y su homólogo chino Xi Jinping en Teherán
(Foto; AP)
Sustantivamente, el acuerdo establece que Irán suministrará petróleo a China a precios inferiores a los del mercado durante los próximos 25 años, y China invertirá $400 mil millones en Irán durante el mismo período. China se compromete a expandir su presencia en el sector bancario y de telecomunicaciones iraní. Entre docenas de proyectos de infraestructura, China construirá y operará puertos y líneas ferroviarias, e integrará a Irán en su red de internet 5G y su sistema GPS.
Las implicaciones del acuerdo son claras. China ha optado por ignorar las sanciones de Estados Unidos. Claramente, Beijing cree que el costo económico y diplomático de esta movida será menor que el que pagará Estados Unidos por la disminución de su posición como árbitro final en los mercados mundiales. Para Irán, China es un salvavidas que lo protege del colapso económico total bajo el peso de las sanciones económicas de Estados Unidos.
El pacto chino-iraní es también un acuerdo militar. Según The New York Times, el acuerdo compromete a las partes a intensificar sus lazos militares. Desde 2014, China e Irán han llevado a cabo tres ejercicios militares conjuntos; el más reciente fue un ejercicio naval que tuvo lugar en diciembre de 2019. Rusia también participó.
Tras las maniobras, el almirante en jefe de la Marina de Irán, Hossein Khanzadi, dijo a los medios chinos que el ejercicio mostró que «la era de las invasiones estadounidenses en la región ha terminado».
El borrador del acuerdo habla de cooperación en inteligencia, investigaciones conjuntas, desarrollo de sistemas de armas y el uso por parte de China de los puertos iraníes en el Golfo de Omán.
Diplomáticamente, el acuerdo coloca a Estados Unidos en un curso de colisión con el Consejo de Seguridad de la ONU. Los esfuerzos de Washington para extender el embargo de armas de la ONU a Irán después de su fecha de vencimiento en octubre no tendrán éxito. Esto deja a los EEUU con una sola opción diplomática para evitar que Irán importe armas avanzadas: activar la cláusula de «sanciones retrospectivas» de la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad, que estableció las condiciones para implementar el acuerdo nuclear de 2015 entre Irán, los miembros del Consejo de Seguridad permanente y Alemania.
La cláusula de «sanciones retrospectivas» permite a las partes imponer el restablecimiento automático de todas las sanciones del Consejo de Seguridad contra Irán, que se suspendieron con la implementación del acuerdo nuclear en 2015. A la luz de la violación por parte de Irán de las limitaciones a sus planes nucleares que forman parte de la Resolución 2231, Estados Unidos tiene el poder de activar la cláusula.
Pero China, Irán, Rusia y la UE argumentan que, a pesar del lenguaje claro de la Resolución 2231, EEUU ya no está autorizado para activar la cláusula, porque abandonó el acuerdo nuclear en 2018. En consecuencia, si EEUU procede a invocar la restauración de las sanciones, la medida puede precipitar una lucha diplomática en la ONU y más allá, ya que los países se verán obligados a elegir bandos: o se alinean con Estados Unidos y las normas internacionales reales, o se oponen a EEUU y apoyan a China e Irán en su falso «derecho internacional».
Para Israel, el pacto chino-iraní es un punto de inflexión estratégico. El acuerdo tiene dos implicaciones inmediatas desde la perspectiva israelí. El primero es operativo: la alianza de Irán con China le proporcionará nuevas opciones para desarrollar armas nucleares. Después de todo, China no es ajena a la proliferación nuclear; desempeñó un papel central en el programa de armas nucleares de Pakistán. En cuanto a Corea del Norte, como mínimo China facilitó su programa nuclear, al evitar una acción internacional efectiva para detener la carrera de Pyongyang hacia la bomba.
La posibilidad de que China pronto ayude activamente a Irán en su desarrollo de armas nucleares hace que la continuación de las inexplicables explosiones en instalaciones nucleares y otros puntos estratégicos iraníes sea un asunto de la mayor urgencia.
Los esfuerzos de Washington para extender el embargo de armas de la ONU a Irán después de su fecha de vencimiento en octubre no tendrán éxito
Algunos informes de la oposición iraní sobre el acuerdo entre Irán y China señalan que Irán aceptó el despliegue permanente de fuerzas militares chinas en su territorio. Si esta información es precisa, esas fuerzas pueden convertirse en una peligrosa mecha: cualquier ataque contra las instalaciones estratégicas de Irán podría desencadenar una guerra mucho más amplia, en la que China estaría directamente involucrada y luchando del lado de Irán.
La segunda implicación inmediata del pacto chino-iraní para Israel es que requiere que el gobierno cambie su enfoque sobre la participación china en el desarrollo de infraestructura y sus inversiones en investigación y desarrollo tecnológico israelí.
En mayo, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, llegó a Jerusalén en una breve e inesperada visita. En sus apariciones públicas durante el trascurso de ese viaje relámpago, el funcionario advirtió sobre las graves implicaciones para las relaciones entre Estados Unidos e Israel si China continúa participando en proyectos de infraestructura y tecnología israelíes. Pompeo explicó: «No queremos que el Partido Comunista Chino tenga acceso a la infraestructura israelí o a sus redes de comunicación; ese tipo de cosas pone en peligro al pueblo israelí y a la capacidad de los Estados Unidos de cooperar con Israel».
Dos semanas después de la visita de Pompeo, Israel adjudicó a una empresa israelí un contrato para construir una planta desalinizadora en Ashdod. Inicialmente, el gobierno había planeado asignar la licitación a una compañía china.
La presión de Estados Unidos continúa. Los estadounidenses mantienen sus esfuerzos para persuadir a Israel de cancelar o limitar el acuerdo que firmó el año pasado con una empresa china para construir y operar un nuevo puerto en Haifa, y otros proyectos. A raíz del giro estratégico de China hacia Irán, Israel no tiene más remedio que cancelar el contrato del puerto, junto con otros proyectos de infraestructura y acuerdos de cooperación académica y tecnológica. Las mismas empresas chinas que se supone construirían esas obras, como líneas de ferrocarril, ahora se comprometen a construir proyectos similares en Irán. El peligro para las infraestructuras nacionales críticas de Israel es obvio.
Hasta ahora, Israel consideraba la posibilidad de retirar a las empresas chinas de los principales proyectos de construcción y otros acuerdos como un lamentable precio de su alianza con Estados Unidos. El pacto chino-iraní cambia ese cálculo. Cancelar los acuerdos tecnológicos y de infraestructura con China, la nueva superpotencia patrocinadora de Irán, constituye ahora un interés nacional israelí independientemente de la posición de Washington.
En respuesta al acuerdo, Israel debería considerar el reemplazo de las empresas chinas por estadounidenses, que como mínimo no se verán comprometidas por lazos con Irán. Si las empresas estadounidenses pueden hacer ofertas competitivas, o desarrollar asociaciones estratégicas con firmas israelíes en proyectos de infraestructura a gran escala a precios razonables, la medida redundaría en un beneficio económico y estratégico para ambas partes. Ciertamente, los esfuerzos para desarrollar alternativas rentables a los contratistas chinos integrarían firmemente a Israel en los esfuerzos de la administración Trump posteriores a la pandemia para reducir la exposición de sus cadenas de suministros y las de sus aliados ante China.
A nivel mundial, el pacto chino-iraní generará nuevas alineaciones estratégicas. Es probable que Europa se divida en torno a elegir entre Estados Unidos y China. Algunos gobiernos europeos optarán por alinearse con Irán y China, otros preferirán seguir siendo aliados de Estados Unidos.
Con su débil economía ahora integrada en gran medida al mercado chino, Rusia seguirá estando, al menos a corto plazo, del lado de China mientras le hace guiños a Estados Unidos. Sin embargo, las cosas podrían cambiar con el tiempo.
La decisión de China de iniciar una confrontación directa con Estados Unidos sobre Irán fue una apuesta. No se trata de un movimiento loco, dado el creciente poder económico y tecnológico de China; pero jugar contra Estados Unidos está lejos de ser una apuesta segura. El resultado final de la jugada china en Irán estará determinado en gran parte por el estado de las economías estadounidense y china en los próximos meses y años, a medida que emerjan de la pandemia del coronavirus. Y tal como están las cosas, Estados Unidos se encuentra bien posicionado para salir de la pandemia en una posición económica más sólida que China.
Corporaciones grandes y pequeñas de todo el mundo están considerando o trabajando activamente para reubicar sus líneas de producción fuera de China. Uno de los esfuerzos clave de la administración Trump es asegurar las cadenas de suministro estadounidenses y de sus aliados, trasladando tantas fábricas como sea posible a Estados Unidos o países aliados. Según se ha informado, Sony de Japón y Samsung de Corea del Sur planean trasladar sus centros de fabricación de China a Vietnam.
El resultado final de la jugada china en Irán estará determinado en gran parte por el estado de las economías estadounidense y china en los próximos meses y años. Y tal como están las cosas, Estados Unidos se encuentra bien posicionado para salir de la pandemia en una posición económica más sólida que China
Es probable que el impacto de esto en las perspectivas de crecimiento económico e influencia global de China sea profundo. Tal como están las cosas, el único aliado de China en su vecindario es su Estado cliente, Corea del Norte.
India, que ahora tiene un conflicto fronterizo con China, ya ha tomado medidas para limitar la penetración tecnológica de Beijing en su territorio. Los estrategas indios, tanto dentro como fuera del gobierno, están analizando detenidamente su dependencia militar de las plataformas rusas, a la luz de la creciente dependencia económica de Rusia en China. Estados Unidos no ha ocultado su interés en desarrollar una alianza estratégica con India, y reemplazar a Rusia como su principal proveedor de defensa aérea y otros sistemas militares. Israel, que ya es un importante proveedor de armas y aliado de India, podría desempeñar un papel positivo en el cumplimiento de ese objetivo.
La forma en que los Estados árabes responderán a la decisión de China de apoyar a Irán estará determinada tanto por el equilibrio de poder económico entre China y Estados Unidos como por el programa nuclear de Irán. Si Irán logra capacidad nuclear, los árabes se sentirán obligados a ver a China como un escudo contra Irán. Si el programa nuclear de Irán se reduce drásticamente, es probable que los árabes se sientan más seguros dando la espalda a Beijing, apoyándose en Estados Unidos y fortaleciendo sus lazos con Israel.
A pesar de las advertencias de EEUU durante décadas, Israel percibía a China como una potencia neutral y un mercado muy atractivo. A diferencia de los europeos, los chinos nunca intentaron usar sus lazos económicos con Israel para obligarlo a hacer concesiones a los palestinos. Los chinos tampoco trabajaron con grupos marginales radicales de Israel para subvertir las decisiones gubernamentales y militares; solo parecían interesados en los lazos económicos para su propio beneficio. Pero ahora que China ha optado por apoyar a Irán, Israel debe reconocer las implicaciones y actuar en consecuencia.
*Analista y columnista en medios como The Jerusalem Post, Maariv y Breitbart.
Fuente: Israel Hayom. Traducción NMI.