Un analista político libanés lo ve claro: los ciudadanos israelíes luchan por el estado de derecho, mientras que muchos de sus vecinos simplemente luchan
Nadim Koteich*
En Israel, la batalla para salvaguardar la democracia tiene prioridad sobre todo lo demás. A pesar de que Irán enriqueció recientemente uranio con una pureza del 83%, lo que redujo el tiempo para crear un arma nuclear a unas dos semanas, los israelíes siguen centrados, ante todo, en luchar por los principios democráticos de su nación. Esto presenta una lección valiosa para el resto del Medio Oriente.
El sábado pasado por la noche, decenas de miles de israelíes se reunieron en todo el país para protestar contra los planes de reforma judicial —recientemente pospuestos— del primer ministro Benjamín Netanyahu. Eso fue apenas dos días después de que una breve pero intensa racha de violencia golpeara a Israel en forma de misiles disparados por Hamás desde el Líbano y Gaza.
Estas protestas incesantes, cuyo tema no son los adversarios cada vez más beligerantes de la nación sino los planes de reforma judicial de su propio gobierno, revelan la madurez de la democracia de Israel. Más específicamente, subrayan que para muchos israelíes el afán por el estado de derecho es superior a las preocupaciones de seguridad nacional.
(Foto: Jewish News)
Mientras Israel debate políticas y celebra elecciones periódicas, gran parte del Medio Oriente permanece bajo regímenes autoritarios que anulan el discurso político y silencian la disidencia con el lema “Ninguna voz va más allá de la voz de la batalla”. Como libanés que he vivido bajo la dictadura de Hezbolá y Bashar al-Assad, he sido testigo de cómo se ha utilizado este eslogan para liberar a los autócratas de la responsabilidad por el desorden económico, la erosión de los derechos humanos y el deterioro de la infraestructura.
Cualquier observador de Medio Oriente haría una distinción entre las manifestaciones en Israel y las protestas en otras partes de la región, incluidas, más recientemente, las de Irán, Iraq y Líbano. En esos países, las autoridades suelen describir la disidencia pública como traición, obra de enemigos extranjeros, o ambas cosas. Estas afirmaciones se utilizan para justificar una dura represión en forma de encarcelamiento y ejecuciones fuera de la ley.
Sin embargo, cuando surgieron teorías de conspiración similares en Israel, sugiriendo, como lo hizo el hijo del primer ministro, que las manifestaciones son impulsadas y apoyadas por Washington, los israelíes las rechazaron firmemente. La resistencia de los israelíes a estas ideas muestra aún más la fuerza de su compromiso democrático.
La democracia de Israel no es perfecta. El Estado lidia con sus dos objetivos: preservar su núcleo judío mientras promueve la inclusión para todos, incluidos los árabes israelíes. Tal dilema a veces margina a este último grupo y perpetúa las desigualdades socioeconómicas. La baja participación y representación política de los árabes dificulta su influencia. Del mismo modo, las políticas de reasentamiento de Israel en Cisjordania empañan su imagen democrática, generando preocupaciones sobre su compromiso con la libertad, la igualdad y la justicia. Abordar estos problemas es crucial para fortalecer la democracia israelí y fomentar una sociedad genuinamente inclusiva.
Estas protestas incesantes revelan la madurez de la democracia de Israel. Más específicamente, subrayan que para muchos israelíes el afán por el estado de derecho es superior a las preocupaciones de seguridad nacional
Pero la cuestión palestina no debería ser la única métrica para medir la posición de Israel como democracia. Pocos países en el Medio Oriente tienen un excelente historial en el trato con minorías étnicas o raciales. Pregúntele a los kurdos y cristianos en Iraq, Siria, Irán y Turquía, o considere las hostilidades entre musulmanes sunitas y chiítas.
Sin embargo, la democracia de Israel se mantiene firme. Su lucha actual es por defender el estado de derecho, que debería ser el enfoque principal de los pueblos y líderes de la región, particularmente dada la concepción predominante de que las condiciones no están maduras para una democracia completamente desarrollada en el mundo árabe.
Países como los Emiratos Árabes Unidos han adoptado los principios de la buena gobernanza, abogando por la trasparencia, la rendición de cuentas y el estado de derecho como pilares del desarrollo económico y social. Los EAU, una federación de siete Estados dirigida por Abu Dhabi, ha logrado estabilidad y progreso sin adherirse a un modelo totalmente democrático. En los últimos años ha mantenido su capacidad para atraer y retener talento, especialmente en los campos de la tecnología financiera, la inteligencia artificial y las artes, todos los cuales dependen en gran medida de un sistema judicial eficiente que salvaguarde los derechos de propiedad intelectual y fomente un entorno comercial favorable. Al adoptar el estado de derecho, los EAU se encuentran a la vanguardia de los esfuerzos para promover un futuro más inclusivo y pacífico para el Medio Oriente, como se ve en la firma de los históricos Acuerdos de Abraham con Israel, Marruecos, Sudán y Bahrein.
La batalla para salvaguardar la democracia israelí y el estado de derecho sin duda continuará durante algún tiempo. A medida que en el Medio Oriente observamos el desarrollo de este drama, podemos obtener información valiosa que, si se emplea de manera inteligente, podría mejorar el bienestar y la seguridad de la región en los años venideros.
*Periodista y analista politico libanés.
Fuente: The Wall Street Journal.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.