E l bullying es un término utilizado con frecuencia para señalar el acoso al cual se ven sometidas algunas personas, generalmente escolares, quienes tienen alguna peculiaridad, o sencillamente son objeto de este acoso que termina amargándoles la vida.
Las víctimas de este tipo de agresión suelen sufrir mucho. Para poder sobreponerse a esta agresión continuada deben ser muy fuertes, emocional y síquicamente, so pena de derrumbarse en el desempeño de sus actividades cotidianas.
El bullying puede comprender ocho modalidades, a saber: bloqueo social, hostigamiento, manipulación, coacciones, exclusión social, intimidación, agresiones y amenazas.
Israel es muchas veces, al concierto de las naciones, lo que el judío discriminado fue a las sociedades antisemitas. Hoy en día Israel sería, en el equivalente a un medio escolar, un estudiante víctima de bullying. Sufre básicamente de las ocho modalidades antes mencionadas, y cuidado si se nos escapa alguna que otra más.
Un país que tiene muchos problemas y que, aun así, conserva y desarrolla un modelo de democracia y pluralismo, cuya existencia ha sido amenazada ciertamente desde su fundación, rodeado de países hostiles y que no es reconocido por los países árabes, salvo las honrosas y poco cálidas excepciones de Egipto y Jordania. Un país que celebra elecciones regularmente, con alternancia de los miembros de sus coaliciones de gobierno. Un país con un sistema de justicia que pone presos a presidentes y primeros ministros, sin muchas contemplaciones respecto a su jerarquía. Es un país sometido a un acoso de magnitudes colosales. De incomprensiones tremendas.
Se atribuyen a Israel y sus políticas las causas de los conflictos en los cuales es parte involucrada. Se omiten las faltas de los demás, para señalar las suyas. Este es un éxito de aparatos de propaganda que mezclan con tino realidades y fantasías, para terminar señalando una especie de único culpable.
En los últimos años, y en los últimos días, el bullying hacia Israel ha logrado determinar, como causa del estancamiento en el proceso de paz con los palestinos, la presencia de las llamadas colonias o asentamientos israelíes en la Margen Occidental, en territorios que cayeron en manos de Israel como consecuencia de su victoria en la Guerra de los Seis días de junio de 1967. Con aseveraciones así de simplistas se condena a Israel, y se le atribuye una responsabilidad absolutamente desproporcionada.
Este señalamiento ha cobrado un especial auge una vez que el aliado tradicional y casi infalible de Israel, Estados Unidos, apoyara con su abstención (que valió más que cualquier voto en contra) una resolución condenatoria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 23 de diciembre de 2016. Pero más que ello, el Secretario de Estado, John Kerry, dedicó una hora en un discurso, poco menos de una semana después, a explicar la abstención norteamericana y hacer afirmaciones desoladoras para la posición israelí.
Israel es catalogado como intransigente. Su gobierno de turno, elegido democráticamente y en pleno respeto de todas las regulaciones electorales, es acusado de no querer la paz. Los asentamientos son la causa principal, o única, por la falta de avances en las negociaciones. No se señala ningún otro responsable por la situación que se vive. Terrorismo, incitación, no reconocimiento, falta de democracia y de elecciones en el lado palestino, dos enclaves separados y enfrentados (Gaza con Hamás y la Margen Occidental bajo el mando de Abbas)… Cualquier otro elemento es ignorado. El primer ministro de Israel, y su coalición de gobierno, son señalados como los responsables de todo esto.
Lo más preocupante es que, de ahora en más, se pretenderá escribir y leer la historia del conflicto como si este hubiera comenzado en junio de 1967, luego del resultado de la Guerra de los Seis Días. No se habla de otros eventos, ni de otras causas ni consecuencias. No se reconoce la pertenencia del pueblo judío al territorio de Israel, ni la historia del pueblo judío (tampoco la de la civilización cristiana, entonces), ni el papel de Jerusalén para los judíos, ni nada de todo lo que conecta al pueblo judío con su tierra prometida, ni histórica ni religiosamente. Todo, o casi todo, pasa a convertirse en “territorios ocupados”.
Esta posición simplista y sesgada, injusta y equivocada, no es lo que Israel ni el pueblo judío merecen. Es un bullying de espectaculares dimensiones, con visos de muy malas intenciones.
A los números podemos remitirnos: en 2015, las Naciones Unidas emitieron una condena contra Irán, una contra Corea del Norte, cero contra Siria, y… 22 contra Israel. Si las Naciones Unidas fueran un colegio, y los países miembros los alumnos, Israel sería, sin duda, un niño sufriendo de bullying.