Miguel Truzman
E l mundo del béisbol se encuentra sorprendido y extasiado por la actuación de un país diminuto del Medio Oriente, que suele aparecer en los noticieros por situaciones de índole militar, o sancionado por algún organismo internacional que, aduciendo cualquier irracionalidad, suele culpar a este David moderno de tropelías o abusos contra inocentes criaturas defensoras de los derechos humanos como Hamás o Hezbolá.
Israel nos tiene acostumbrados a grandes logros en ciencia y tecnología, su creatividad e ingenio, sus victorias contra ejércitos y terroristas. Pero ahora ¿también en un deporte que no se practica en el Medio Oriente? Pues sí, hemos sido espectadores de la cuarta edición del Clásico Mundial de Béisbol, e Israel clasificó invicto en la primera ronda del Grupo A, al doblegar a China, Taiwán, Corea del Sur y Holanda.
Aun cuando en la segunda ronda Israel quedó en tercer lugar de su grupo, lo que no le permite pasar a la siguiente fase, logró ganarle a una potencia deportiva como Cuba, cumpliendo en general una actuación brillante que ha sido comentada por los conocedores y apasionados de esta disciplina.
Incluso medios de comunicación tan hostiles a Israel como Telesur han colocado titulares como “Israel sorprende en el Clásico Mundial de Béisbol”, alabando el desempeño de la escuadra hebrea, y diarios como Granma, periódico oficial de Cuba que cotidianamente es crítico de Israel, ha tenido comentarios elogiosos hacia la sorprendente actuación del equipo israelí.
Si tomamos en cuenta que la Asociación Israelí de Béisbol se creó apenas en 1986, y que su Liga de Béisbol comenzó a funcionar recién en 2007 con solo seis equipos (Medias Azules de Bet Shemesh, Milagro de Modiín, Tigres de Natanya, Pioneros de Petaj Tikva, Raanana Express y Relámpagos de Tel Aviv), lo logrado en este Clásico Mundial por los jugadores dirigidos por Jerry Weinstein es una verdadera hazaña.
Como no podía faltar, al principio del torneo llovió una serie de críticas contra el equipo, alegando que la mayoría de los jugadores no eran israelíes sino judíos estadounidenses. Pero lo que no saben los judeófobos de oficio es que existe una simbiosis perfecta entre el pueblo judío y el Estado de Israel, en la cual ambas entidades son parte de un mismo sentimiento y alma nacional que nos ha hecho trascender y superarnos; por lo que es un honor y un privilegio para cualquier judío del mundo representar, en cualquier área o faceta, a Israel, y exaltar su nombre a través de su ejecutoria, como la del equipo nacional de béisbol, que se enfundó el uniforme con los colores de la bandera nacional y un magnífico Maguén David en su gorra, que representan lo más valeroso y osado del pueblo judío.
¡Fuertes y valientes! Viva el pueblo judío, viva el Estado de Israel por siempre.
aparecerá el VIERNES 7 DE ABRIL
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1 Comment
Eso lo indica la noticia. Lo mismo sucede con los equipos de muchos otros países. Gracias por su comentario.