Jennifer Rubin*
U na de las rarezas del enfoque del presidente Obama sobre el Medio Oriente, es que su hostilidad hacia Israel y falta de apoyo a sus aliados sunitas han hecho que Estados Unidos tenga menos influencia y menos respeto de parte de todos los países de la región (incluyendo a Irán), mientras que Israel se ha acercado a sus vecinos árabes. Un acontecimiento reciente pone de relieve este fenómeno.
Las islas de Tirán y Sanafir son dos pequeños trozos de tierra ubicados en la entrada del Golfo de Aqaba. Durante los últimos 70 años estas islas han cambiado de manos cerca de media docena de veces, y siguen generando encabezados en los medios. Esta semana, Tirán y Sanafir, que históricamente pertenecían a Arabia Saudita pero desde 1950 estuvieron controladas por Egipto y dos veces fueron capturadas por Israel, estuvieron de nuevo en la palestra: El Cairo accedió a devolvérselas a Riad, a cambio de la creación de un fondo de inversiones de 16.000 millones de dólares.
Este acuerdo es más importante de lo que podría imaginarse. “Se trata de algo muy significativo. El Reino de Arabia Saudita acepta, según los reportes de prensa, acatar el tratado de paz entre Egipto e Israel”, dice Elliott Abrams, ex vice-asesor de seguridad nacional de EEUU. “Cuando se firmó ese tratado en 1979, los sauditas lo denunciaron y rompieron relaciones diplomáticas con Egipto. Ahora lo aceptan formalmente, y eso significa que reconocen y respetan el derecho de Israel de usar el Golfo de Aqaba y navegar por lo que formalmente son aguas sauditas”.
Abrams continúa: “Más aún, las tres partes —Egipto, Israel y Arabia Saudita— están comportándose como vecinos, y aunque todavía no existen contactos diplomáticos directos y abiertos entre Arabia Saudita e Israel, están de acuerdo no solo con respecto a las islas y el Golfo, sino también sobre el puente que va a construirse entre Egipto y Arabia Saudita”. Y concluye: “Esta es una demostración notable de cómo está cambiando la actitud de los Estados árabes hacia Israel”.
De hecho, la trasferencia de las islas no es un hecho aislado, como reporta el portal Al-Monitor; esto revela parte del diálogo que se ha estado desarrollando entre Israel y sus vecinos sunitas. Un funcionario de seguridad israelí de alto rango, quien habló en forma anónima con ese medio, agregó algunos detalles: las relaciones de Israel con la región son importantes y profundas. Los países árabes moderados no han olvidado el período otomano, y están muy preocupados por el creciente poder y expansión de los dos imperios no árabes del pasado: Irán y Turquía. Con este trasfondo, muchos en la región se han percatado de que Israel no es el problema, sino la solución. El diálogo entre Israel y las grandes naciones sunitas sigue estando bajo el radar, pero se profundiza constantemente y está fructificando.
Hay muchas lecciones que aprender de estos hechos. En primer lugar, la noción de que Israel debía resolver el problema palestino antes de poder llevarse bien con sus vecinos ha demostrado ser completamente falsa. Las amenazas de Obama y su secretario de Estado de que EEUU no podría ayudar a Israel, ni protegerlo de boicots y resoluciones de la ONU “debido a su conducta”, pueden verse ahora como falsas, un patético intento de la administración de torcerle el brazo al Estado judío. De hecho, la vinculación podría estar dándose en la dirección opuesta, como observa Al-Monitor: en el pasado surgieron varias propuestas sobre intercambios regionales de territorios con el fin de resolver el conflicto palestino-israelí. El marco sería simple: Egipto ampliaría la Franja de Gaza hacia el sur, permitiendo a los palestinos de la zona contar con más espacio; a cambio, Egipto recibiría de Israel una estrecha franja del largo de la frontera entre los dos países en el desierto del Néguev. Los palestinos, por su parte, trasferirían los bloques de asentamientos de Cisjordania (Judea y Samaria) a Israel. Jordania también podría sumarse a esta iniciativa, contribuyendo con territorios y recibiendo otros a cambio.
Este enfoque fue descartado categóricamente por los egipcios durante la era de Hosni Mubarak. Ahora que parece que las trasferencias territoriales se han vuelto una posibilidad viable en las nuevas condiciones del Medio Oriente, la idea de intercambios entre Israel y Egipto también se ha reabierto.
En segundo lugar, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a quien la administración Obama representa como un patán diplomático y un bocón, mantiene mejores relaciones con los sauditas y los egipcios que Estados Unidos. La administración estadounidense está demostrando ser poco confiable, y estar envanecida con la peligrosa idea de que Obama puede remodelar el Medio Oriente con la detente iraní; mientras tanto, los Estados árabes reconocen que Israel es digno de confianza y comparten su antipatía hacia Irán.
Obama ha menospreciado abiertamente tanto a Arabia Saudita (a la que ha llamado con desprecio “oportunista”) como a Israel (al que culpa por el fracaso del proceso de paz). Quizá podría aprender algunas finezas diplomáticas de El Cairo, Riad y Jerusalén.
Finalmente, si el próximo presidente de EEUU deja de tratar de apaciguar a Irán y en su lugar repara sus relaciones con Israel y sus vecinos sunitas, existe el potencial de una cooperación diplomática, militar y económica sin precedentes. El hecho de que Obama haya hecho exactamente lo contrario es una muestra de que se ha negado a operar en el mundo real, y de su incapacidad para evaluar racionalmente los motivos e intereses de otros países, por lo que ha dejado la región más inestable y sangrienta que cuando asumió su cargo en 2009.
*Periodista
Fuente: The Washington Post.
Traducción NMI
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