Quedan muchos desafíos por resolver, que seguramente veremos en el futuro próximo, un Israel más fuerte y sólido, con apoyo irrestricto de la comunidades Judías de la diáspora
Miguel Truzman Tamsot*
El 14 de mayo, el Estado de Israel arribará a su septuagésimo cuarto cumpleaños, desde aquel discurso del primer ministro David Ben Gurión proclamando la independencia, el cual entre otras flamantes frases expresó: “Este es el derecho natural del pueblo judío, ser dueño de su propio destino al igual que todas las naciones, en su propio Estado soberano”. Además, acotó una verdad del tamaño de un templo: “Ña paz duradera solo será posible con un Estado de Israel fuerte”.
Israel ha tenido que lidiar, desde el mismo día de su proclamación, con guerras de exterminio que habían emprendido sus vecinos árabes, en conjunto cinco ejércitos: Egipto, Líbano, Transjordania, Siria e Iraq se abalanzaron contra el recién nacido Estado en la llamada Guerra de Independencia, a la que siguió la Campaña del Sinaí en 1956, la Guerra de los Seis Días en 1967, la Guerra del Yom Kipur en 1973, las intifadas y diferentes operaciones militares, tanto en el Líbano como en la Franja de Gaza, para tratar de desmantelar a los grupos terroristas como Hezbolá, Hamás y la Yijad Islámica, entre otros.
A pesar de los enormes esfuerzos y desafíos en el campo militar a que se ha visto obligado, Israel ha realizado en paralelo una tarea asombrosa, convirtiendo las dunas del desierto en ciudades y los pantanos en plantíos. Las dunas y pantanos representaban combinados más del 60% del territorio acordado en la partición aprobada por la ONU aquel 29 de noviembre de 1947 en la Resolución 181, en la cual Venezuela tuvo una importante participación al votar a favor, en el gobierno de Rómulo Betancourt con su canciller Andrés Eloy Blanco.
Trascurridos casi tres cuartos de siglo, y aunque los peligros y amenazas siguen acechando el Estado judío, la reciedumbre y preparación de su fuerza armada, la convicción de su población y la mano del Creador han hecho añicos todos los esfuerzos de los ultras, de los yijadistas y de los países que, como Irán, sueñan con acabar con el proyecto sionista de Theodor Herzl, quien organizó el Primer Congreso Sionista aquel 29 de agosto de 1897, un día antes de mi cumpleaños (pero 61 años antes, no soy tan viejo) en Basilea, Suiza, que se concretó en esta realidad asombrosa e inimaginable del retorno de un pueblo a su tierra ancestral después de casi dos milenios de su destierro, aun cuando siempre, en los últimos 3000 años, ha habido presencia judía, de acuerdo a la evidencia arqueológica irrefutable que concuerda con el relato bíblico.
Hoy en día Israel tiene un territorio de 22.145 km2, con una democracia parlamentaria, una población aproximada de nueve millones de habitantes, de los cuales se estima que el 74% son judíos, 21% árabes, 5% cristianos y otras minorías.
A Israel se le ha catalogado como Start-Up Nation por ser líder mundial en el conocimiento e innovación en ciencia, medicina, tecnología, agricultura, entre otras muchas ramas del quehacer humano.
Aún hoy en día hay países, organizaciones y personalidades que se niegan a reconocer a Israel como un Estado judío, pero entonces ¿por qué puede haber 26 países cuya religión oficial es el Islam, 18 países cuya religión oficial es la católica, y no puede haber un país cuya religión sea la judía? Justamente, el doble estándar ha sido una constante cuando se compara a Israel con diferente vara con la que se mide a otros países.
Israel ha avanzado en acuerdos de paz con países como los Emiratos Árabes Unidos y el Reino de Bahréin, consolidando los firmados desde hace décadas con Egipto y Jordania, y ampliando las relaciones con Marruecos y Sudan.
Quedan muchos desafíos por resolver, pero seguramente veremos en el futuro próximo un Israel más fuerte y sólido, con apoyo irrestricto de las comunidades judías de la diáspora.
¡Viva el pueblo judío, viva el Estado de Israel!
*Coordinador nacional de la CAIV.