Beatriz W. de Rittigstein
En estos días observamos el incremento de las tensiones entre Irán y el mundo occidental, con el colapso del convenio nuclear por las trasgresiones iraníes que lo aproximan al arma atómica. Simultáneamente está la parálisis de las negociaciones para retomar el acuerdo nuclear por parte de EEUU, debido a las escabrosas demandas iraníes.
Tras años de opacidad, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) aprobó una condena a Irán por esconder información sobre sitios nucleares no declarados. Previamente, Rafael Grossi, director general de la OIEA, expresó su preocupación por la falta de cooperación y el permanente encubrimiento de los iraníes en cuanto a la adquisición de tecnología avanzada y la aceleración de su capacidad para obtener cantidades importantes de uranio enriquecido.
Las potencias occidentales están reaccionando tarde, pese a las numerosas y contundentes pruebas que el Estado de Israel ha venido presentando desde hace varios años, incluso antes de 2015 cuando se firmó el acuerdo conocido como JCPOA (defectuoso e incompleto) para limitar las actividades nucleares de la República Islámica a cambio de alivios económicos.
Hace tiempo que el régimen islámico dejó de pretender que su programa nuclear tenía solo “fines pacíficos”
(Foto: Reuters)
En el pasado, Israel logró eliminar dos programas nucleares significativamente peligrosos para el mundo: el de Iraq y el de Siria. Hace poco se cumplieron 41 años de la “Operación Ópera”: el 7 de junio de 1981 un escuadrón de la Fuerza Aérea israelí destruyó la planta en la que se estaba montando el reactor nuclear Osirak, a unos 17 kilómetros de Bagdad. La reacción internacional fue crítica y la ONU, mediante una resolución, la 487 del Consejo de Seguridad, condenó el ataque, ratificado por la Resolución Nº 36/27 de la Asamblea General del 13 de noviembre de 1981, que lo consideró un acto de agresión. Cabe señalar que la Primera Guerra del Golfo hubiera sido muy distinta si Saddam Hussein hubiese contado con un desarrollo nuclear a fin de enfrentar a las fuerzas aliadas.
La “Operación Orquídea” consistió en un ataque aéreo sobre un objetivo conocido con el nombre de Al-Kibar, al noreste de Siria, el 6 de septiembre de 2007. Era el centro nuclear de Siria, construido para fines militares con ayuda de Corea del Norte. Pocos años después, ISIS capturó la región de Deir ez-Zor, y no logramos imaginar las desgracias que podrían haber causado los terroristas teniendo el poder de una instalación nuclear.
Israel es el país más amenazado por el régimen iraní. A diario, públicamente, además del ayatola Alí Jamenei, algún jerarca vaticina la destrucción del Estado judío. El sistema internacional encabezado por la ONU es indiferente, y el mundo Occidental, que continúa enfrascado en un inútil apaciguamiento del principal Estado patrocinador del terrorismo en el mundo, está ocupado con otros problemas. En días recientes, el primer ministro Bennett señaló: “El régimen iraní está enriqueciendo uranio a un ritmo sin precedentes… Sin la presión de Occidente, el régimen islámico, muy pronto, podría tener en sus manos una bomba nuclear”. No se trata solo de un peligro existencial para Israel; en realidad, los riesgos alcanzan a toda la humanidad.
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Lamento profundamente la desaparición física del querido Moises Garzón, un gran luchador comunitario, siempre presente en los principales desafíos de nuestra comunidad.
Un compañero de trabajo en la CAIV, FEDERACION SIONISTA y otras diversas organizaciones comunitarias en lad que tuve el honor de compartir con él. Se notará tu ausencia.
Mis condolencias a su familia y mis deseos que no sepan más de males.