Larry Luxner
Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 2,1 millones de mujeres en todo el mundo desarrollaron cáncer de mama en 2018. El año pasado también se registraron unas 627.000 muertes por este mal, casi todas debido a que se había extendido a otros órganos.
La investigadora israelí Neta Erez está tratando de descubrir cómo se propaga el cáncer, en un intento por detenerlo. «La mayoría de los estudios aún se realizan en el tumor primario, pero eso no es lo que mata al paciente», dice Erez. «Si podemos intervenir en una etapa temprana, podemos prevenir la metástasis. Si tiene éxito, esto podría conducir a mejoras significativas en el tratamiento del cáncer y la supervivencia”.
Erez, presidenta del Departamento de Patología de la Facultad de Medicina Sackler de la Universidad de Tel Aviv, es una de los muchos especialistas israelíes que estudian el cáncer de mama, que afecta tres veces más a las mujeres judías asquenazíes que a la población general. Esto se debe a que las asquenazíes son mucho más propensas a portar mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2, que tienden a tener tasas altas de desarrollar cáncer.
Aun así, el 99% de las pacientes con cáncer de mama cuyos tumores son diagnosticados y extirpados en una etapa temprana permanecen vivas después de cinco años. Esa tasa de supervivencia años se reduce al 92% si el tumor alcanza la clasificación de la Fase 1, pero se reduce a solo el 14% para los pacientes con enfermedad en la Fase 4.
La tasa de supervivencia a cinco años de las mujeres con cáncer de seno es de 99% si se detecta en una fase temprana, pero solo 14% en la Fase 4.
(Foto: Getty Images)
La clave para mejorar los resultados, dice Erez, es detener la propagación. “Ya no consideramos los tumores como un montón de células cancerosas, sino como órganos multicelulares. En realidad, reclutan y secuestran muchas de las llamadas células normales, que luego se convierten en parte del tumor. Estamos tratando de entender las interacciones y relaciones entre esas células tumorales y las células normales que son secuestradas».
Octubre es mundialmente el mes de la concienciación sobre el cáncer de mama. En Estados Unidos, donde este es el cáncer más común entre las mujeres, se desarrollan innumerables eventos de recaudación de fondos y otros esfuerzos para fomentar la investigación sobre esta enfermedad.
El Fondo de Investigación del Cáncer de Israel ha financiado durante mucho tiempo la investigación del cáncer de mama.
Gad Rennert, director del Centro Nacional de Control del Cáncer Israelí Clalit en Haifa, estudia por qué el cáncer de seno es frecuente entre las mujeres premenopáusicas menores de 45 años. «La mayoría de los cánceres se desarrollan durante un período bastante largo, tal vez de 10 a 15 años», señala Rennert. «Entonces, cuando una mujer desarrolla cáncer a los 35 años, uno debe preguntarse qué sucedió cuando tenía 25».
El proyecto de Rennert está analizando el ADN de mujeres jóvenes recién diagnosticadas con cáncer de seno (pacientes en Fase 1 de hasta 35 años, y pacientes en Fase 2 de hasta 45), y estudiando su ADN en busca de cambios en aproximadamente 130 genes que se sabe están involucrados en el desarrollo del cáncer de seno. «Todavía no tengo los resultados de la Fase 2, pero en la Fase 1 identificamos otro 10% de mujeres con mutaciones en otros genes o mutaciones raras en BRCA», dice. «Estamos tratando de ver si hay otros eventos genéticos o mutaciones no especificadas».
La siguiente etapa del estudio de Rennert consistió en evaluar el sistema inmunitario de las mujeres que habían sido excluidas de la fase previa de investigación basada en BRCA1, BRCA2 u otras mutaciones genéticas. «Nuestro proyecto no pretende buscar factores ambientales, sino más bien la respuesta genética e inmunológica. Queremos ver si estas mujeres tienen una respuesta inmune debilitada a un ataque de cáncer».
Gilad Bachrach es docente en el Instituto de Ciencia Dental de la Universidad Hebrea-Hadassah en Jerusalén. Bachrach, microbiólogo especializado en enfermedades clínicas como la tuberculosis y la fiebre de Malta, se ha interesado especialmente en Fusobacterium nucleatum, una bacteria específica que se encontró recientemente en los tumores malignos de colon. Ahora Bachrach dirige uno de los solo cinco laboratorios en todo el mundo que pueden manipular genéticamente el F. nucleatum. Dado que esa bacteria particular se origina en la boca, se especula que podría llegar a los tumores a través de la sangre.
Específicamente, una proteína de superficie fusobacteriana, Fap2, se une y activa un receptor en las células inmunitarias conocido como TIGIT, que suprime su capacidad para destruir el tumor. Fusobacterium puede viajar al colon no solo a través del intestino sino también de la sangre, lo que significa que también puede llegar a otros tipos de cáncer, “protegiéndolos” del sistema inmunitario.
«Cuando tienes una enfermedad de las encías, sangras y las bacterias pueden entrar», explica Bachrach, quien ha realizado trabajos posdoctorales en el Instituto Nacional de Investigación Médica en Londres y los Institutos Nacionales de Salud en Bethesda, Maryland. “Descubrimos que colonizan específicamente el tumor, porque encuentran azúcar expuesta en las células cancerosas. Luego buscamos otros tipos de cáncer donde el azúcar está expuesta, y uno de ellos es el cáncer de seno».
Para detener la propagación del cáncer, Bachrach dice que los médicos deben considerar los agentes que impidan su difusión, y no solo los tratamientos típicos contra el cáncer. “Los antibióticos pueden matar bacterias. En algún momento, los médicos deberían pensar en usar antibióticos cuando tratan a personas con cáncer».
En definitiva, Bachrach quiere rediseñar la Fusobacterium nucleatum para convertirla en un asesino del cáncer. «Nuestro objetivo a largo plazo es aplicar ingeniería genética a las fusobacterias para que colonicen el cáncer y lo destruyan».
Fuente: Jewish Telegraphic Agency,
con información del Fondo de Investigación del Cáncer de Israel.
Traducción y versión NMI.