El sargazo es un alga típica de las aguas tropicales, que vuelve plaga en ciertas épocas del año. Un empresario israelí pretende trasformarlo en fuente de ingresos y núcleo de un parque ecológico
Hagay Hacohen*
Las famosas playas de las naciones caribeñas, gravemente afectadas en los últimos años debido al llamado Gran Cinturón de Sargazos del Atlántico que se extiende cada verano desde el Golfo de México hasta la costa oeste de África, disfrutarán de una gran mejora masiva gracias a una innovación israelí.
Un tipo de alga, el sargazo provoca la angustia de muchos turistas que esperan disfrutar de playas blancas y un océano claro, pero en cambio soportan el hedor y la suciedad de las algas en descomposición. El hedor significa que las algas tienen cierto valor calórico, dice el director ejecutivo de la firma israelí Maof Holdings, Ygdal Ach.
A él le consta. Eso le sucedió durante unas vacaciones de 2018 en República Dominicana. Cuando preguntó a los trabajadores del hotel qué hacían con las algas después de limpiar la playa, le informaron que simplemente las quemaban. «Traje algunas de esas cosas conmigo a Israel y las envié a un laboratorio», cuenta. “Los resultados fueron alentadores. Las algas que quemaban esos trabajadores podrían usarse para crear energía verde».
¿Cómo? Mezclando desechos orgánicos con las algas, puede aumentar su valor calórico como metanógeno. Como su nombre lo indica, estos microorganismos crean gas metano, biogás que podría usarse para generar energía eléctrica limpia para esa isla-nación, donde la producción de energía tiende a ser costosa, además de convertir la plaga de algas en un fertilizante útil.
Trabajadores retiran sargazos de una playa de la República Dominicana. Esta alga podría aprovecharse como fuente de biogás
(Foto: Maof Holdings)
Ach señala que, según su visión, la solución a los sargazos forma parte de un conjunto más amplio de servicios que ofrecerá una instalación de generación de energía de biogás de 10 millones de euros que se completará en aproximadamente un año y medio, en estrecha cooperación con universidades regionales, empresas internacionales e incluso una red de educación católica creada por el papa Francisco.
El Ecoparque de Punta Cana, cuando finalmente se construya, incluirá un programa de divulgación educativa que enseñará a los residentes a separar sus desechos y otros temas ecológicos. Esto reducirá los costos de producción, ya que la materia prima se podrá enviar al Ecoparque para ser utilizada sin esfuerzo adicional, además de crear una comunidad verde. El objetivo es la formación de una economía circular con el menor esfuerzo desperdiciado posible.
Los desechos humanos de los hoteles de la zona, por ejemplo, podrían usarse para convertir lo que ahora es una plaga en un proyecto innovador que genere ganancias. «Esto no es filantropía», aclara Ach. «Somos una empresa, y nuestro resultado final tiene que mostrar ganancias».
También enfatiza que sus socios locales en la Universidad APEC son los mejores talentos en sus respectivos campos. “Podríamos ofrecerles nuestra ayuda para crear una cooperación entre el nivel estatal y el nivel empresarial, para hacer que el Ecoparque funcione. Pero cuando se trata de las habilidades tecnológicas necesarias, ya tienen todo lo que necesitan”.
Hace tres años, Sky News informó que el pueblo de Omoa, en Honduras, culpó a Guatemala por arrojar descuidadamente sus desechos plásticos en aguas que finalmente llegaron a ese destino turístico. Mientras discutía la eco-solución al problema de las llamadas “islas de plástico”, recibió una llamada sorprendente de Scholas Occurentes. Creada por el papa Francisco en 2015 después de la publicación de la encíclica Laudato Si, esta red educativa católica se enfoca en ayudar a la humanidad a enfrentar los desafíos de cuidar nuestro hogar colectivo, el planeta Tierra. Vinculando a 100 universidades y 35 organizaciones, el acuerdo recientemente anunciado entre Scholas y Maof coloca a la firma israelí en una excelente posición para impulsar sus actividades en los mercados de América Latina y el Caribe.
“Los gobiernos pueden cambiar, pero las universidades permanecen, y los centros académicos con los que elegimos trabajar tienen una excelente reputación”, comenta Ach. “La Iglesia Católica es muy respetada en América Latina y, gracias a su buena fe, pudimos lograr mucho en bastante poco tiempo. Todos queremos que nuestras vidas tengan un significado más amplio», agrega. «Lo que hacemos aquí es una verdadera misión».
*Editor de noticias y colaborador de The Jerusalem Post.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción NMI.