Ver más resultados...
E l presidente de Israel, Reuven Rivlin, asistió este 6 de septiembre en la Villa Olímpica de Múnich, Alemania, a la inauguración de un monumento a las víctimas de la masacre que ocurrió allí en los Juegos Olímpicos de 1972.
Durante el ataque a la Villa Olímpica por el grupo terrorista palestino Septiembre Negro, 11 atletas de la delegación israelí fueron tomados como rehenes. Dos fueron asesinados en el lugar y los otros nueve en el aeropuerto, durante un torpe intento de rescate por parte de la policía alemana.
“Todavía hay quienes consideran heroico el asesinato de deportistas”, dijo Rivlin, antes de mencionar directamente al partido del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. “Apenas el año pasado, al-Fatah conmemoró el aniversario de la masacre de los atletas como un acto de heroísmo”.
El presidente israelí continuó: “El memorial que estamos inaugurando debe enviar un mensaje a todo el mundo: no puede haber apología del terrorismo. El terror debe ser inequívocamente condenado en todas partes: en Barcelona, en Londres, en París, en Berlín, en Jerusalén y en cualquier otro lugar”.
En el acto inaugural también estuvieron presentes el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier; el primer ministro de Bavaria, Horst Seehofer; el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach; así como familiares de las víctimas.
Rivlin comentó también que, habiendo esperado 45 años por la creación de este memorial, Israel aún espera que se rectifique otra injusticia histórica, y que se observe un minuto de silencio durante las ceremonias inaugurales de los Juegos Olímpicos para recordar a los atletas israelíes asesinados. “Nuestros hermanos masacrados no eran solo hijos del Estado de Israel; eran hijos de la familia olímpica. Una familia que durante muchos años abandonó su compromiso con ellos. El entonces presidente del Comité Olímpico dijo: ‘Los juegos deben continuar’, una frase que será recordada eternamente con vergüenza”.
El COI conmemoró por primera vez a las víctimas de la masacre de Múnich en la Villa Olímpica de Río de Janeiro, en 2016. Sin embargo, los funcionarios del organismo sostienen que un minuto de silencio politizaría los juegos, comprometiendo “la colaboración entre todos los participantes de la familia olímpica”.
El presidente Steinmeier reconoció que Alemania Occidental no estaba preparada para el ataque de 1972, aunque el terrorismo internacional no era un fenómeno nuevo en aquella época. “Nunca debió permitirse que sucediera”, dijo. “Hasta hoy llevamos una pesada carga por esa catástrofe, y este reconocimiento es parte de lo que conmemoramos hoy; pienso que se hace con mucho retraso, y se lo debemos a ustedes, apreciados familiares de las víctimas”.
El presidente alemán agregó: “Nuestra vida en Alemania incluye, de manera inseparable, un compromiso con nuestra historia, con la historia del Holocausto, la responsabilidad por la seguridad de Israel que proviene de todo ello, y el rechazo a toda forma de antisemitismo”.
El memorial de Múnich es resultado de una campaña de varias décadas por parte de los parientes de las víctimas. Comprende una amplia área de exhibición, y está excavado en un montículo de césped, creando el efecto de una herida abierta. Una columna triangular en el centro despliega las biografías y fotos de los atletas asesinados, con textos en alemán, hebreo e inglés. En una pantalla LED de gran tamaño se proyecta constantemente un video de 27 minutos, con las noticias trasmitidas durante los eventos de 1972.
La obra fue financiada principalmente por el estado de Bavaria, el gobierno federal alemán, la ciudad de Múnich y el COI. En el futuro se creará una “Escuela de democracia” en la torre del Aeropuerto Fürstenfeldbruck, donde tuvo lugar el fallido intento de rescate de los atletas.
Ankie Spitzer, quien tenía 26 años cuando perdió a su marido, el entrenador y esgrimista Andre Spitzer, estuvo entre los asistentes a la inauguración del memorial. Declaró a la radio alemana que no podía soportar que su amado esposo hubiera sido brutalmente asesinado y a nadie le importara. “Tardó 45 años, pero no lamento el largo y solitario viaje que nos trajo hasta este día. Esto era lo que yo quería”.
Con información y foto de The Times of Israel