Ana Jerozolimski*
La decisión adoptada este viernes 10 de mayo en la Asamblea General de la ONU de otorgar más derechos a la representación palestina en el órgano mundial —aunque no derecho al voto—, recomendando al Consejo de Seguridad que reconsidere su oposición a aceptarla como Estado miembro pleno, no cambia por el momento absolutamente nada en el terreno, pero sí muestra el apoyo internacional a los palestinos y el fracaso israelí en convencer al mundo sobre lo equivocado de dicha posición. El que haya contado con la aprobación de 143 miembros, frente a 25 abstenciones y solamente 9 votos en contra, no la convierte en correcta. El concepto de una mayoría que vota mal tiene en la ONU su más claro escenario.
De los que votaron porque odian a Israel o simplemente quieren dañarlo lo más posible, ni hablamos. A ellos no vale la pena analizarlos. Son la mayoría automática de países árabes e islámicos, a los que se suman países como Cuba y Bolivia —y también Venezuela si hubiera votado—, siempre demonizando a Israel.
Lo que preocupa en especial son aquellos países, Uruguay entre ellos lamentablemente, al igual que el resto de América Latina salvo Argentina, que votaron a favor, seguramente convencidos de que con eso aportan algo a mejorar la situación. Pues están absolutamente equivocados.
Lo que realmente cambiaría en forma drástica la situación palestina y de la relación israelo-palestina sería una posición internacional firme y categórica contra la incitación al odio y al terrorismo, que tanto caracteriza a los palestinos, de modo que entiendan que si eso no desaparece, no recibirán ni un voto más a favor en ningún lado ni un dólar de donaciones internacionales.
Otro voto que al final será intrascendente: la Asamblea General de la ONU
(Foto: vozdeamerica.com)
La Autoridad Palestina, que pretende ser reconocida como Estado legítimo miembro de la ONU, no ha hecho desde su creación nada constructivo en aras de la convivencia pacífica con Israel. No eximimos a Israel de sus propios errores, que también los ha habido, pero es un hecho histórico —no interpretación subjetiva— que hubo diversos intentos de llegar a acuerdos que incluían la creación de un Estado palestino independiente, y todos ellos fueron rechazados por los palestinos. Uno de ellos fue especialmente notorio, en la cumbre de Camp David, cuando Ehud Barak ofreció a Yasser Arafat un Estado en el 96% de Cisjordania y Gaza, los territorios conquistados por Israel en 1967 al repeler los ataques de Jordania y Egipto respectivamente, señalando que el 4% restante sería compensado con territorios adyacentes de las fronteras soberanas de Israel. También a eso dijeron que no.
Avanzar hacia el reconocimiento del Estado palestino como miembro pleno de la ONU, y reconocerlo públicamente como legítimo —tal cual ya anunciaron que harán el 21 de este mes España, Irlanda y otros países europeos—, no mejorará la situación palestina. Únicamente un Estado que sea resultado de negociaciones, en mutuo acuerdo, expresión auténtica de vida en paz y buena vecindad, aportaría algo positivo a ambas partes.
La Autoridad Palestina, que pretende ser reconocida como Estado legítimo miembro de la ONU, no ha hecho desde su creación nada constructivo en aras de la convivencia pacífica con Israel
Ahora, todo lo que otorgue ganancias diplomáticas a los palestinos, es premiar al terrorismo.
La demonización de Israel, la incitación antisemita explícita en sus páginas oficiales, sus medios de comunicación y sus libros de estudio de escuela primaria y secundaria, educan al odio contra Israel. Y sus pagos fijos a terroristas que han cometido atentados contra israelíes, pagos que aumentan de acuerdo a la cantidad de gente asesinada, son un aliento claro al terrorismo, a lo que se agrega la glorificación explícita de los terroristas, presentados como héroes de la nación cuyos actos debe ser emulados.
Es imposible desconectar la masacre del 7 de octubre perpetrada por Hamás, que no fue condenada hasta ahora por la Autoridad Palestina sino festejada por una mayoría de su población, de lo inaceptable de cualquier medida que apunte a mejorar la situación internacional de los palestinos.
Avanzar hacia el reconocimiento del Estado palestino como miembro pleno de la ONU, y reconocerlo públicamente como legítimo —tal cual ya anunciaron que harán el 21 de este mes España, Irlanda y otros países europeos—, no mejorará la situación palestina. Únicamente un Estado que sea resultado de negociaciones, en mutuo acuerdo, expresión auténtica de vida en paz y buena vecindad, aportaría algo positivo a ambas partes
Ni que hablar de la ridiculez que sería creer, si es que hubo quienes lo creyeron, que esa masacre se produjo por “frustración” ante la inexistencia de un Estado palestino. Hubo la masacre porque los islamonazis de Hamás tienen intención genocida y habrían eliminado a toda la población si hubieran podido y no hubiesen sido frenados finalmente por el ejército israelí. Hamás no tiene interés alguno en un Estado independiente como objetivo final que conduzca a la paz. Si lo conciben, sería únicamente como una etapa hacia su intención verdadera: un Estado islamista regido por la ley de la sharía islámica.
Una aclaración de fondo, en tono personal. Hubiésemos querido que todo esto se diera de otra forma, que los árabes hubiesen aceptado ya en 1947 la recomendación de la Asamblea General de repartir la Palestina del Mandato Británico en un Estado judío y otro árabe. Pero el mundo árabe en general, y el liderazgo palestino en particular, encabezado en aquel momento por el pronazi mufti de Jerusalén Hajj Amin el-Husseini, dijeron que no, se lanzaron a la guerra y trataron de eliminar al naciente Estado de Israel.
¡Cuánta sangre se habría ahorrado si hubiesen tenido otra actitud! ¡Cuánto mejor habría sido todo para ambas partes si en lugar de aquel “todo o nada” árabe, motivado por su rechazo a la existencia de un Estado judío en su tierra ancestral, hubiesen dicho que sí! y en unos días el Estado palestino estaría celebrando el 76° aniversario de su independencia junto a Israel.
El problema de fondo es que toda la narrativa palestina, trasmitida en árabe a su pueblo, es que Israel no tiene vínculos con la tierra en la que fue erigido, que los judíos no tienen lazos históricos con el lugar en el que se instalaron y que robaron las tierras a un Estado palestino, aunque nunca existió ningún Estado palestino
Y el problema de fondo es que toda la narrativa palestina, trasmitida en árabe a su pueblo, es que Israel no tiene vínculos con la tierra en la que fue erigido, que los judíos no tienen lazos históricos con el lugar en el que se instalaron y que robaron las tierras a un Estado palestino, aunque nunca existió ningún Estado palestino. La distorsión de la historia por parte del propio liderazgo palestino, en la que se educa a sus niños, no es preocupante solamente porque es mentira, sino porque sigue creando percepciones falsas en su pueblo, de modo que los jóvenes palestinos crecen convencidos de que Israel no tiene derecho a existir. Y ni que hablar de los mensajes de Hamás.
Los países que votaron a favor de la resolución de este viernes en la Asamblea General no aportan nada a la vida real de los palestinos. Mientras no se les haga entender que promover el terrorismo y distorsionar la historia no les conduce a buen camino, nada cambiará.
*Internacionalista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com.
Fuente: semanariohebreojai.com.
Versión NMI.