A casi 80 años del episodio de los barcos Caribia y Koenigstein
Eleazar López Contreras (1883-1973) inició la transición de la dictadura gomecista a la democracia. Se dice que durante su fructífera gestión el país entró realmente en el siglo XX
El pasado 10 de junio, el Instituto Cultural Venezolano-Israelí llevó a cabo un sentido homenaje en evocación al ex presidente Eleazar López Contreras (1936-41), cuya administración pasó a la historia de nuestra comunidad por haber permitido el desembarco y asentamiento en el país de 251 judíos que huían del nazismo en los barcos Caribia y Koenigstein, tras ser rechazados en varios puertos del Caribe.
El acto tuvo lugar en la sede de la Fraternidad Hebrea B’nai B’rith, con la presencia de numerosos familiares del ilustre homenajeado, directivos comunitarios, personal diplomático y miembros de nuestra kehilá. La mayor parte del nutrido público estuvo integrado por estudiantes de varias universidades del país, que participan en las actividades educativas del ICVI.
Edgardo Mondolfi, orador de orden del evento, recibe el certificado que acredita un árbol sembrado a su nombre en el Bosque Simón Bolívar de Jerusalén, por parte de Freddy Malpica y Elieser Rotkopf, presidente y director del ICVI respectivamente
La maestra de ceremonias fue la académica Sary Levy, quien recordó brevemente las circunstancias en que se produjo la dramática historia de los hoy llamados “Barcos de la esperanza” y reflexionó: “En estos momentos que los venezolanos padecemos, por razones y en condiciones distintas, las dificultades de la emigración y los trances para ser aceptados en muchas naciones, sentimos particularmente el valor de esta decisión”.
El orador de orden fue el reconocido historiador Edgardo Mondolfi Gudat,
individuo de número de la Academia Nacional de la Historia. Licenciado en Letras, con maestría en Estudios Internacionales y doctorado en Historia, Mondolfi se desempeñó como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores en las embajadas de Venezuela en Washington y Buenos Aires, así como en la Dirección de Política Internacional de ese despacho. Editor de la colección Biblioteca del Pensamiento Venezolano José Antonio Páez y coeditor de la Biblioteca Biográfica Venezolana, es asimismo autor de diversos títulos sobre la historia venezolana de los siglos XIX y XX además de varias antologías, traducciones, volúmenes de ensayo y crónicas.
Uno de los nietos del general López Contreras recibe de manos del niño Alan Benzaquén, tataranieto de uno de los pasajeros de los “Barcos de la esperanza”,el certificado por un árbol sembrado a su nombre en Jerusalén
El evento contó con varios momentos conmovedores, como cuando Susy Iglicki, artista plástica que arribó al país a bordo de uno de los barcos, y Rebeca Resler, hija de Jacobo Hammer (quien también llegó en una de esas naves), hicieron entrega a Mercedes López Núñez de Blanco, hija del general López Contreras, de un certificado por un árbol sembrado a su nombre en el Bosque Simón Bolívar de Jerusalén. Asimismo, tres jóvenes descendientes de otros pasajeros de los “Barcos de la esperanza” entregaron certificados similares a diez nietos del ex mandatario.
El acto finalizó con varias interpretaciones de música hebrea y venezolana a cargo del tenor Pedro Stern, acompañado por el coro de las niñas que hicieron Bat Mitzvá este año. El público disfrutó luego de un brindis.
Pedro Stern, junto al coro de las Benot Mitzvá, interpretó varios temas hebreos y venezolanos
Redacción NMI.
Fotos: José Esparragoza.
Fragmentos del discurso de Elieser Rotkopf, director general del ICVI
Elieser Rotkopf
“Atravesando mares y océanos, hacen proa hacia la libertad bajo un cielo de esperanza y un estrellado mundo que orienta el camino hacia la Venezuela de América. Partieron de Hamburgo, la ciudad que acaricia las aguas del río Elba, los barcos de la esperanza Caribia y Koenigstein (…) y las puertas se abrirán a su arribo, gracias a esa estilizada figura como la fue la del general López Contreras, presidente de la República de Venezuela, quien irrumpiera en el firmamento y extendiera su grandeza y su autoridad para que los 251 pasajeros pudieran desembarcar.
“(…) Estimada familia López Contreras: la actitud del presidente abriendo las puertas de Venezuela a los judíos perseguidos fue una decisión que está grabada en los libros de historia del judaísmo. Las islas de Caribe, las Guayanas, países del Océano Atlántico tenían cerradas las entradas a sus puertos. Alemania había logrado con éxito introducir su Quinta Columna en las tres Américas, propagando el antisemitismo y manteniendo una importante influencia política social e industrial. Había que disponer de una gran personalidad para enfrentar la tiránica y maléfica dictadura nazi. López Contreras lo hizo”.
Palabras de Mercedes Enriqueta López Núñez de Blanco, hija del general López Contreras
Mercedes López
En nombre de toda la familia, van mis palabras de agradecimiento a la directiva del Instituto Cultural Venezolano-Israelí por este acto conmemorativo en honor a la memoria de mi padre, enmarcado en el septuagésimo aniversario de la independencia de Israel
Un brevísimo perfil de Eleazar López Contreras: disciplinado, organizado, con un gran sentido de la responsabilidad y del deber, se ponía a leer en las noches en medio de las campañas militares, lo cual le valió algunos apodos peyorativos, ya que para una tropa que de noche jugaba dados y tomaba tragos él era un ser raro y un poco tonto; en este momento los jóvenes lo llamarían un “nerd”.
Las cualidades que yo más admiré de él fueron su gran tolerancia y respeto por la opinión del otro, su infinita paciencia, su capacidad de escuchar, la increíble habilidad de trabajar en equipo —un hito para su época y para su formación castrense—. Alberto Guinand, su médico y autor de una acertada Patobiografía publicada en 1982, hablaba de su “agresividad bien controlada”.
Parecía frío y distante, pero no lo era y, dentro de la familia, aunque no era apasionado ni excesivamente afectuoso o demostrativo, estaba pendiente de las necesidades de sus seres queridos. “Calma y cordura”, como repitió tantas veces durante sus años de gobierno, es un lema que lo describe muy bien.
Un aspecto no muy bien difundido fue su respeto por las tradiciones religiosas populares de cualquier índole, siempre que estuvieran dentro la ley: su entusiasmo y participación en las actividades de los Palmeros de Chacao cada año era contagioso y casi obligante para la familia.
Su sentimiento ante los judíos lo manifestó en numerosas ocasiones, y jocosamente afirmaba que debía de tener sangre judía, ya que su simpatía iba más allá de una simple admiración por su constancia y perseverancia, y que además se llamaba Eleazar. Todos sabemos en realidad que la población andina, con gran respeto, usa mucho los nombres bíblicos, en particular en el caso de hijos varones.
Un político que no se dejaba llevar por las emociones, que tenía lo que actualmente llamamos “inteligencia emocional”, con un control de las situaciones de conflicto, tenía grandes probabilidades de éxito en lo que se proponía, y en muchos casos lo logró.
Por último, muchísimas gracias a todos los que hoy nos están acompañando, para la familia ha sido muy satisfactoria la participación de ustedes.
Fragmentos de las palabras de Freddy Malpica, director del ICVI
Freddy Malpica
Este homenaje al general Eleazar López Contreras nos ha permitido reencontrarnos con nuestra historia para destacar los valores de gratitud, solidaridad y tolerancia que han identificado al pueblo venezolano.
Como presidente de la República dio una gran lección de humanidad y hospitalidad cuando tomó la decisión de acoger a los 251 judíos que huían de la persecución nazi en Europa en los llamados “Barcos de la esperanza”.
(…) Esta decisión, tomada en 1939, fue el primero de tres acontecimientos que sellarían para siempre la amistad entre el pueblo judío y el pueblo venezolano. Posteriormente, Venezuela atendió el llamado de la Agencia Judía Mundial, y dio su apoyo a la creación del Estado de Israel en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 noviembre de 1947; y meses más tarde, en julio de 1948, Venezuela es el tercer país en reconocer al Estado independiente de Israel.
(…) Con el propósito de profundizar estos vínculos de amistad y buena voluntad, se creó hace 62 años el Instituto Cultural Venezolano-Israelí bajo la presidencia de don Mariano Picón Salas, y cuyos sucesivos presidentes fueron Luis Villalba Villalba, Luis Manuel Carbonell, Tomás Polanco Alcántara, Ricardo De Sola y Blas Bruni Celli.
(…) Al homenajear la figura del general Eleazar López Contreras, hoy el ICVI ha destacado su noble misión de vincular a dos pueblos a los que en épocas distintas y por razones diferentes les ha tocado sufrir la opresión de regímenes totalitarios, y que han visto a sus hijos conformar una diáspora a través del mundo. Sin embargo, después de años de lucha, la nación judía se yergue como un ejemplo para la humanidad. De igual manera, el ICVI, con base en ese ejemplo, espera pronto aportar caminos para la reconstrucción de este noble país: Venezuela”.
Fragmentos de la ponencia de Edgardo Mondolfi Gudat, orador de orden
Edgardo Moldolfi
Mi abuelo, Alessandro Mondolfi Rechanati, quien llegó a Venezuela como cónsul general de Italia en tiempos de la presidencia de Raimundo Andueza Palacio y casó con la venezolana María Vicenta Otero Vizcarrondo, fue miembro fundador de la Asociación Israelita de Venezuela, en 1930. Esta institución —como bien se sabe— agrupa a la comunidad sefardí en el país y, a la vez, junto al Instituto Cultural Venezolano-Israelí que hoy nos acoge, funciona como una de las ventanas de cuanto llegara a significar la fascinante presencia de hombres y mujeres que, prácticamente a casi todo lo largo del siglo XX, supieron corresponder, desde la ciencia, las artes, la industria y la cultura, a la impagable hospitalidad que les dispensara este país en tiempos mejores.
Mondolfi describió las disposiciones legales y prejuicios que existían en el país para aceptar inmigrantes, y a los que tuvo que sobreponerse el presidente López Contreras:
Basta esta cita para pulsar el nivel de polémica que suscitaba el tema: “Se habla de traer chinos. (…) No necesitamos chinos. [De esa forma] nos vamos a convertir en un país asiático, un pueblo muy inferior a nuestros vecinos”. Tal juicio llegó a correr por cuenta de un opinante en las páginas de El Universal.
(…) “Esto se combina con lo otro acerca de lo cual también quisiera ser absoluta y totalmente claro. Me refiero a la vigilante actitud que mostró López y su gobierno hacia la formación de movimientos filonazis o filofascistas en Venezuela, algo que, por cierto, no fue la norma en toda la región, ni tan siquiera en la vecina Colombia, gobernada en esos momentos por el liberal Eduardo Santos. Así como a López le interesaba dejar claro que estaba dispuesto a ser duro con las izquierdas, tampoco simpatizaba con la idea de que las embajadas de Italia y Alemania, prevaliéndose de privilegios diplomáticos, hiciesen apología de sus respectivos regímenes en Venezuela. Por ello dirá en uno de sus escritores posteriores a la presidencia: “Di todo mi apoyo moral a las autoridades civiles y de policía del Departamento Libertador para impedir una ceremonia pública en un sitio de Caracas, acordada entre el nuncio y el ministro de Mussolini, en cuya oportunidad pretendían presentarse en el acto y desfilar por Caracas, uniformados, unos cuantos hombres del fascismo militante”.
El orador del orden relató, asimismo, cómo la opinión expresada en la prensa de la época por varios intelectuales ayudó a superar las reticencias de varios integrantes del gobierno:
(…) Rufino Blanco Fombona, gran novelista en una época de grandes novelistas y quien, luego de ser adversario acérrimo del gomecismo, contaba con puertas abiertas en Miraflores, fue testigo incidental de esas gestiones en procura de una hospitalidad que aún lucía incierta. Por ello, desde el diario La Esfera, el novelista se sumaría a la campaña de respaldos y solidaridades. Hablando pues acerca de los pasajeros de aquellas dos naves errantes y maltrechas, Blanco Fombona diría alertando acerca de lo que podía llegar a convertirse en una decisión errada de López Contreras: “¿Por qué, en nombre de qué, por causa de quién, [se] rechaza ahora lo que un dictador sádico y estrafalario [como Adolfo Hitler] echa a sus puertas? El país [le] increpará al presidente López Contreras y a su gabinete y no sabe ni supone [aún] qué respuesta irán a dar gabinete y presidente. […] Venezuela es un pueblo liberal […] y los judíos, entre nosotros, se conducen tan venezolanamente como los mejores venezolanos. ¿Quién dice que un Capriles o un Curiel de Coro sean menos patriotas —ni menos útiles— que [el federalista] León Colina o el mariscal [Juan Crisóstomo] Falcón? ¿Por qué vamos a tener nosotros aquí los mismos prejuicios y los mismos odios que las viejas naciones de Europa? […] En cuanto a los judíos llegados a nuestras playas, en busca de asilo, en nuestras playas deben quedarse. Todo el mundo está de acuerdo en que se queden. Si el gobierno posee razones superiores para negarles la permanencia […] que las exponga. No aducirá entre esas razones la de que unas gotas de sangre semita vendrán a desvalorar a los afro-indios-canarios que somos.
(…) Lo cierto es que los refugiados, que imploraban por una orden de desembarco, lograron ser trasladados y acantonados de manera provisoria en una hacienda en las cercanías de Mampote. El propósito inicial, ajustado a lo que pretendía estimular la Ley de Inmigración, era que conformasen una colonia agrícola en el interior de la República. No obstante, dada su calidad y condición, competentes mucho de ellos en diversos oficios liberales —desde abogados hasta médicos, o desde sastres, tenedores de libros, industriales, docentes, geólogos, relojeros, hasta electricistas y técnicos textiles—, se dispuso que cada cual fuera tomando su propio rumbo. La mayoría optó por asentarse en la capital; otros, en cambio, por hacerlo en ciudades como Maracaibo. A todos, por igual, se les otorgó la ciudadanía venezolana y, a fin de cuentas, la estadía indefinida. Además, con el correr del tiempo, su contribución al nuevo país de destino no solo los convertiría en ciudadanos apreciados por sus distintas profesiones sino que les permitiría aplastar emocionalmente la derrota que habían dejado a sus espaldas.
La odisea de los “Barcos de la esperanza”
El Caribia zarpó de Hamburgo en enero de 1939 con 86 judíos a los que el Imperio Británico había otorgado visas para la isla de Trinidad. Sin embargo, mientras navegaban les revocaron las visas.
El buque llegó a La Guaira el 3 de febrero, pero tras cuatro días de inútiles faenas burocráticas zarpó hacia Puerto Cabello, con intención de dirigirse luego a Panamá y Belice en solicitud de refugio. Al recibir por radio respuesta negativa también de esos lugares, su capitán levó anclas hacia Curazao. Sin embargo, tras dos horas de navegación, llegó la autorización para que los pasajeros desembarcaran en Puerto Cabello.
El Koenigstein salió de Hamburgo pocos días después del Caribia, con 165 judíos alemanes y austríacos con destino a Barbados. A los dos días de navegación se les notificó, igualmente, que se les había revocado el permiso de desembarco. El capitán decidió probar en las Guayanas inglesa y francesa, donde rechazaron el barco. Arribó el 27 de febrero de 1939 a La Guaira donde, gracias a las gestiones de las organizaciones judías venezolanas y la buena disposición del gobierno, los viajeros no solo pudieron bajar a tierra sino que fueron trasladados a la hacienda Mampote, propiedad del abogado Celestino Aza Sánchez, quien les ofreció hospedaje temporal. Además, la primera dama de la nación les envió alimentos y otros productos esenciales.
*Con información de: Abraham Levy Benshimol y Jacqueline Goldberg (2014). Diccionario de Cultura Judía en Venezuela. Caracas: Centro de Estudios Sefardíes de Caracas / AIV.