Hace varios días, el gabinete de seguridad de Israel tomó una decisión histórica: dejará de entregar impuestos a la Autoridad Palestina por un monto equivalente a lo que esta destina a pagar “sueldos” a los terroristas y sus familias.
Como se sabe, la AP tiene un programa de jugosos pagos a los palestinos que ejecutan ataques terroristas y están presos en Israel, así como a sus familias; si el terrorista se convierte en shahid (“mártir”), es decir que muere durante el atentado, sus familias quedan financieramente cubiertas de por vida. Por ello, muchos palestinos que tiene problemas económicos optan por acuchillar o atropellar a algún judío como salida a su situación.
Esta forma vil de fomentar el terrorismo por parte de la AP, que presuntamente es el único socio que tiene Israel para resolver el conflicto con los palestinos (aunque por otra parte, en un giro típicamente esquizofrénico de la política del Medio Oriente, sí colabora con Israel en temas de seguridad), ha sido muy criticada durante años.
Israel recauda los impuestos que le corresponden a la AP en Cisjordania, y luego se los deposita al gobierno de Ramala de manera rigurosa y trasparente. Cortarle los fondos, algo que a lo largo de la historia ha demostrado ser una manera eficaz de ahogar a las organizaciones y regímenes forajidos, parece ser la única forma de enfrentar esa práctica. El monto que se retendrá será de aproximadamente 138 millones de dólares mensuales, de los 222 millones que se colectan.
Como respuesta, Mahmud Abbas, presidente —vitalicio, pues hace varios años se le venció el período— de la AP, acaba de responder que rechaza la totalidad de los pagos de impuestos por parte de Israel, que equivalen a un tercio de todos sus ingresos; buena parte del resto son donativos internacionales, que también se han reducido en tiempos recientes.
“Rechazamos todos los pagos de impuestos. No los queremos, quédense con ellos”, dijo Abbas, desafiante, ante una delegación de congresistas estadounidenses y representantes de la organización judía antisionista JStreet, durante una reunión en Ramala. “Honestamente les digo que si tuviéramos solo 20 o 30 millones de shékels, que es lo que le pagamos a las familias de los mártires y prisioneros, se los daríamos a ellos”. Y terminó amenazando: “Voy a dirigirme a las organizaciones internacionales. Quizá me escuchen”. Es decir, Abbas aprovecha cínicamente esta oportunidad para magnificar la larga tradición victimista de los palestinos.
Un alto funcionario palestino declaró anónimamente a The Times of Israel que la AP no puede detener los pagos a los prisioneros y sus familias, porque eso sería un “suicidio político”. Pero no recibir los pagos de impuestos también lo será. Abbas y su AP están ahora atrapados en su propio dilema.
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Un nuevo fenómeno se está produciendo con los otros palestinos, los de la Franja de Gaza.
Un hecho muy poco divulgado es que Israel otorga permisos especiales para que los habitantes de ese enclave, gobernado por el grupo terrorista Hamás, puedan viajar a Israel para recibir tratamiento médico especializado, sobre todo si son niños (de hecho, familiares de los altos dirigentes de Hamás han recibido esos permisos).
Pero ahora, como informa el portal Noticias de Israel, cada vez más padres que acompañan a sus hijos para ser atendidos en Israel no regresan a la Franja, sino que abandonan a los niños y permanecen en territorio israelí como residentes ilegales. Según la Coordinación de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT), los soldados israelíes encuentran niños de Gaza abandonados varias veces al mes, y esta situación se está intensificando.
Por ejemplo, a principios de febrero un niño de cuatro años fue abandonado por su padre en el cruce fronterizo de Erez, al norte de la Franja de Gaza. El niño se quedó con un completo desconocido en el lado de Gaza de la frontera, mientras que su padre optó por permanecer en Israel.
“Este es un fenómeno inaceptable. Como padre, no entiendo cómo otro padre abandona a su hijo y lo deja en manos de un extraño, sin preocuparse por su bienestar y seguridad”, señala el jefe de la Administración de Coordinación y Enlace en Gaza, coronel Iyad Sarhan. “Aquellos que eligen quedarse en Israel están violando las condiciones de sus permisos de entrada. Como ser humano y como padre, espero que este fenómeno se detenga y que los residentes de Gaza comiencen a priorizar a sus hijos por encima de todo”, agregó.
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Pero también existe el otro lado de la moneda. En una entrevista realizada por Hananya Naftali, un popular youtuber israelí que difunde informaciones de hasbará (esclarecimiento) en las redes sociales, la árabe-israelí Sara Zoabi expresa su amor por Israel y el pueblo judío.
“Estoy muy orgullosa, ante todo, de que soy una árabe-israelí sionista, y he atado mi destino al de Israel y el pueblo judío, una nación pacífica. La nación judía es un ejemplo de paz, un ejemplo de amor”, dice en la entrevista, en la que usa una estrella de David.
Cuando se le preguntó por qué se siente tan cercana a los israelíes y no a los palestinos, respondió sin dudarlo: “Yo soy israelí. Nací aquí, vivo aquí, crecí entre judíos, trabajo con ellos. Soy israelí, no soy palestina. Punto”. Luego agregó: “No siento ninguna persecución ni ninguna discriminación por ser árabe. Lo opuesto es la verdad, solo recibo amor y apoyo. Y como árabe musulmana, disfruto de todos mis derechos”.
Zoabi —quien tiene el mismo apellido de una famosa diputada árabe antiisraelí de la Knesset, por lo que probablemente pertenece al mismo clan—, añade que no tiene ningún deseo de vivir en un Estado árabe, “porque veo lo que le está sucediendo a mis hermanos árabes que viven en los países árabes”.
Naftali le comenta: “Usted es una de las mujeres musulmanas más valientes que conozco”. De hecho, ella ha recibido serias amenazas por epresar abiertamente su posición, pero insiste: “Seguiré sosteniendo la verdad hasta la muerte”. Y termina con la frase, tanto en hebreo como en árabe, Am Israel jai vekayam (“el pueblo de Israel vivirá por siempre”).
El video puede descargarse en https://bit.ly/2TWEfSH
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